Disfruto, como un adolescente en vacaciones durante la calina tras los buenos resultados de los exámenes. Lo colmo con la lectura de este tierno y dulce relato, todo él envuelto en una pátina de tristeza que lleva el título de Niños en su cumpleaños del inolvidable Truman Capote, el de A Sangre Fría. ¡Qué novela!, embriagadora lectura para el buen lector de novela negra. La manera, esa forma que atrapa una y otra vez, historia tomada de la propia realidad con tesón y búsqueda admirable de documentación sólida y testimonial.
Dos jóvenes descarriados en libertad condicional fueron los protagonistas en 1959 del violento crimen que sacudió la tranquila vida de Holcomb -Kansas-. Truman Capote volcó toda su vocación y oficio en el caso, en estrecha colaboración junto a la escritora Harper Lee, autora de Matar a un ruiseñor; otra novela mágica que fue llevada con máximo acierto al Séptimo Arte con un Gregory Peck genial. Por la noche, Capote y Harper Lee (fallecida allá en su pueblito del profundo Sur el 19 de febrero de este año que corre a salto mata), escribían las notas y compartían opiniones. La ayuda de Harper Lee fue tan importante que Capote le dedico el libro, conjuntamente con su novio.
Les recuerdo esta obra elaborada con admirable maestría, ya que al estar con la lectura de este enternecedor relato de Niños en su cumpleaños, se me ha venido a la memoria la excelente y no menos trágica narración, pasmosa, de A sangre fría.
Toda una tragedia social salida de la pluma de un narrador excitante este maravilloso relato que forma parte de la atractiva y rica colección de cuadernos de nórdicalibros, considerada por el propio autor como uno de sus mejores y más logrado relatos. La trama se encuentra ambientada en Alabama en el verano de 1947, ese pueblo de allá, donde lo único que se puede hacer es tomar un helado de “tuti-fruti” en el porche esperando ver pasar el autobús de las seis. Y un día llegará en esa atracción sobre ruedas que resulta ser el autobús una chica, poco más de diez años de edad, que despertará de su soñolencia a los habitantes del pueblo. Ella se llama Lily Jane Bobbit y su madre que no habla, siendo la niña mágica la que trasmite sus impresiones, que por soltura y desafío revolucionará la vida de dos amigos que de tan encantadora niña se enamoran. Un relato que de nuevo me trae de la memoria a otra inmensa obra literaria; me refiero a Crónica de una muerte anunciada de Gabriel García Márquez, y que tanto se semeja a la vida y milagro de la joven protagonista en el cuento de Capote. Y todo es que la pequeña historia comienza confirmando esa muerte inocente para luego retroceder en la historia: “Ayer por la tarde, el autobús de las seis atropelló a Miss Bobbit en este relato corto. No sé muy bien que decir al respecto; al fin de cuentas ella tenía diez años y sin embargo los de este pueblo no la olvidaremos. Y es que nunca hizo algo común y corriente, al menos no desde la primera vez que la vimos, y eso fue hace un año”
Una historia, igual a una leyenda sedosa poseída de magia que trata de la amistad verdadera de los sueños, del primer amor y del paso de la edad, ese porche donde se sientan todas las tardes esperando ver pasar el autobús de las seis, ¡la gran novedad del día!, el fino y desnudo estado social en el que se vive una población impregnada de polvoriento clima. La necesidad de fabricase sueños para poder darle un sentido a la vida diaria. Todo un ejercicio narrativo envuelto en una escritura perenne. Un pequeño y exquisito regalo que toda persona sensible seguro que agradece recibirlo.