Bohumill Habral (1914-1997) conduce al lector por entre un laberinto de tráfico, los trenes rigurosamente vigilados con mercancía peligrosa, corre 1945 en la Checoslovaquia ocupada por los alemanes. Años de terror, sangre y dolor, vividos, tras los que se traslucía mirando al cielo que la gran batalla, muestra cierta calma de que las tropas de Hitler van retrocediendo y, al menos, los bombardeos sobre las ciudades parecen haber desaparecido. Y bajo este panorama entre cielo y tierra, crece una desenfadada y afectuosa historia sobre la resistencia frente al invasor alemán durante la Segunda Guerra Mundial, donde los personajes empleados de la estación de tren de un pequeño pueblo checoslovaco cerca de la frontera con Alemania, interpretan una conmovedora historia que muestra cómo el amor y el papel de los hechos pequeños y cotidianos, son dos puntales imprescindibles en la vida de las personas con los que el vivir tenga un sentido. Incluso hasta provoca héroes.
Una modesta estación de ferrocarril de un pequeño pueblo es el lugar con un fondo dramático y conmovedor. Los pocos personajes que la habitan tienen su propia personalidad: el jefe de estación sueña con ser noble, aunque es un paleto que cría palomas en el tejado de la estación, afición que constantemente lo ponen perdido de plumas y cagaditas, pero no importa, lo que más desea es ascender en la cadena burocrática. Lo que sucede es que cuando llega el director para lo de su ascenso el jefe de estación aparece con su uniforme fétido. El segundo personaje de la historia de la estación, Habička, resulta ser tipo carnal que vive obsesionado nada más con dos tipos de mujeres: las culazo y las tetazo. En una ocasión mete a la telegrafista a la oficina de su jefe, y tras el gozo le estampa en el culo todos los sellos que encontró en la mesa del jefe, lo que lleva la narración a unas escenas tragicómicas de lo más estrambótico, tanto que la propia telegrafista se siente bastante simplona y complaciente con la aventura carnal.
Y por último el narrador es nuestro personaje más arrollador y humano de la creación literaria en este laberinto de trenes rigurosamente vigilados. Se trata un aprendiz que sueña ser factor para lo que ha llegado del campo hace poco manteniendo aun viva esa manera cándida de comportarse y entender la vida, mostrando interés por todo lo que sucede. Pero antes del comienzo de la historia para llegar a ser factor, las dos caras de la vida lo sitúan en una encrucijada. Milos, resulta ser tan ingenuo que se ha cortado las venas, al parecer no por otra razón que ese paso de muchacho a hombre, fundirse con una joven en el acto sexual. Sufre un serio complejo con su capacidad para llevar el acto íntimo a buen puerto, para lo que pide ayuda a la mujer del jefe de estación que ya ha pasado su ciclo climatológico. Tierna confesión envolvente. El descubrimiento del amor y deseo presentes en el despertar al mundo adulto de Milos, aprendiz y verdadero héroe de la novela, que sigue los pasos del hedonista factor de la estación tras la atractiva telegrafista que no es para menos, y que deberá probar su valor arriesgando la vida en sabotear un tren enemigo cargado de munición. Estos serán los momentos más envolventes y emocionales, en esta exquisita por sencilla y transparencia narrativa, que ofrece al lector tan comprometido y didáctico creador de historias que pudieron ser reales.
Bohumil Hrabal (Brno, 28 de marzo de 1914 - Praga, 3 de febrero de 1997) fue un destacado novelista checo, entre cuyas obras cabe destacar Trenes rigurosamente vigilados (1964), Yo, que he servido al rey de Inglaterra (1971) y Una soledad demasiado ruidosa (1977, en edición «samizdat»). Sus novelas han sido traducidas a 27 lenguas diferentes.
Bohumil Hrabal estudió derecho en la Universidad Carolina de Praga, teniendo que interrumpir sus estudios a causa de la ocupación nazi de Checoslovaquia. Trabajó como empleado ferroviario durante la Segunda Guerra Mundial y luego fue tramoyista, cartero y obrero metalúrgico; también trabajó en una planta de reciclaje de papel de libros censurados. Aunque a finales de la década de 1940 había comenzado a escribir tanto poesía como relatos cortos. Hrabal fue un escritor tardío, pues no sería hasta 1963 (a punto de cumplir su medio siglo de vida) cuando publicó su primer libro Skřivánci na niti (Alondras en el alambre).