En los inicios del mes de septiembre, entre amaneceres más tardíos propios de la época del año, el personal vuelve a sus rutinas, entre fiestas y festejos patronales de nuestros pueblos, que anuncian el final del verano.
Septiembre despierta entre alarmas vespertinas de relojes y móviles, que marcan el ritmo de nuestros horarios diarios, de nuestras vidas, de nuestra vuelta al trabajo.
En estos pocos días de este nuevo mes, se nota más trasiego en las calles, aumenta el tráfico por nuestras vías y avenidas. El ir y venir de la gente, en un nuevo tramo laboral tras las vacaciones estivales, un incipiente año escolar que arranca, un incierto año meteorológico que ansía lluvias y un novedoso cuatrimestre de este 2019 para esos propósitos de enmienda y cambios como: hacer deporte, comer más sano, dormir lo necesario, trabajar menos y no aplazar esos cafés entrañables por falta de tiempo, esas tareas ociosas que tanto nos gustan, etc.
Promesas de cambio que cada mes de septiembre hacemos algunos/as, metamorfosis que poco o nada cumpliremos, por múltiples motivos...
Objetivos inconexos que caldean nuestro pensamiento, acompañado de este sol traicionero que el cambio climático nos alarga el verano con su calima, invitándonos a las calles, entre terrazas y bares, entre tareas laborales e itinerarios diarios, con tiempos limitados.
En este ir y venir por nuestras calles, vas descubriendo en esas coincidencias temporales a diferentes personas. Muchas de ellas son en pocos días tus extraños conocidos. Gente con ropa elegante, de trabajo, deportiva e informal. Con estilos diversos, que portan complementos, bolsos, maletines o mochilas. Niños/as que han crecido y debes hacerte con su nueva fisonomía de hombres y mujeres, mientras caminan absortos con su cabeza gacha, su mirada fija en la pantalla del teléfono conectado a sus auriculares... Soñolientas caras con las que te cruzas sin verte. Viandantes que empiezan sus historias, poco prestos a los saludos diarios y matinales, tan tradicionales. Pero nada grave hay en la adolescencia y la juventud, en su obsesión por estar conectados en red, perdidos o colgados por internet, que duré más allá de unos años.
Es divertido mientras caminas por este septiembre inventar nombres para los rostros que van poblando tu camino, observar sus gestos, sus formas, sus pasos, sus prisas o aspavientos, sus despistes, su expresión taciturna, desenfadada, preocupada o enamoradiza.
Personajes extraños que se convierten en familiares, a los que empiezas mirando discretamente, sigues sonriendo, continuas saludando e integrando en tú vida diaria, tú recorrido hacia el trabajo, inventando posibles historias y relatos, mientras avanza este mes de septiembre, por nuestras vidas.