Mi abuelo, tu madre o tu hermano. Víctimas de un cáncer partieron desde Cabra -o quizás Córdoba- de nuestro lado para llegar hasta el rincón del recuerdo. Horas de lucha, mensajes de ánimo, lágrimas desconsoladas, quimioterapia y en muchas ocasiones falsas ilusiones quedan en el olvido. Se apaga la luz de la habitación. Termina el dolor físico. Comienza la ausencia en el alma.
Cada día se van de nuestro redil personas que hasta esta misma mañana han coincidido contigo en la cola del banco, cogiendo la última barra de pan o pitándote por no cruzar por donde debes. Personas que un día conocieron que la peor y más triste de las enfermedades se quiso asomar hasta sus vidas sin avisar y quedándose, sin billete de vuelta, en la de sus familiares y amigos. Personas que aman el aire de la Fuente del Río y que les hubiera gustado llevar a sus nietos a la Ciudad de la Infancia, o haber podido disfrutar de un atardecer en nuestra Sierra. Personas luchadoras que muestran entereza y sabiduría sobre cualquier virtud amén de una fuerza que solamente la piedra puede igualar. Como las piedras sobre las que se asientan las estatuas. O las placas de las calles. Sí, esas que rememoran a personalidades, mitos o momentos más o menos importantes de nuestra historia.
Ahora que está de moda defender calles, nombres y muertes me pregunto yo si Cabra más que una medalla al Rey debería plantearse conceder una calle al cáncer. Sí, al cáncer. A toda la ciudadanía egabrense y española que ha luchado durante años contra el mismo, y que habiendo ganado o no la batalla son ejemplo de perseverencia y lucha. De amor y firmeza. De sonrisas y lágrimas, sueños incumplidos o metas por alcanzar con un pañuelo que aumenta su fuerza y su alegría que llevan hasta la muerte si falta hiciera dando lecciones del paso por lo que llamamos vida.
A la ciudadanía y a los médicos. Esos ángeles blanquiverdes que en un hospital hacen cuanto está en su mano y más allá de nuestra maltrecha sanidad, para dar sus mejores sonrisas a nuestros familiares. O incluso a estos, por lo que aguantan y sufren en silencio, ocultan o cuentan, soñando con una mejoría que a veces se transforma en un “que sea lo mejor que ocurrir pueda”. Una medalla para enfermos, sanitarios y familias. Y para el Rocío de Pasión, por su generosidad inmensa.
Me pregunto un nombre para el cáncer, una calle para honrar a todos cuantos dentro de esta maldita lacra merecen ser reconocidos por su valentía y a mi mente llega unos rizos no precisamente de Almería, sino que me llevan hasta Madrid y las lágrimas de Jesús. Hablo de alguien que ha hecho posible que muchos enfermos “tiren palante” con una sonrisa en sus rostros y soñando con un mundo mejor como arma complementaria. Y una rosa roja si me lo permiten. Una persona que ha trabajado desde las instituciones para que la igualdad y los derechos sociales sean una realidad y no un sueño lejano.
Quizás lance este guante para nada. O para recibir críticas enfurecidas y hechas lobos desde perfiles de facebook manipulados por las jerarquías de poder cuyo objetivo no es otro que la confusión y la tiranía. O quizás sí haya quien lo recoja, sea un gobierno o la oposición. Pero no estaría de más una calle de Cabra, puestos a pedir otras cosas, al luchador del cáncer y la igualdad social en representación de quienes luchan día a día en Cabra por acabar con este problema quita sueños, o a quienes desde nuestras mentes cada día aplaudimos por la valentía y coraje que le pusieron a sus injustos últimas jornadas. Una calle egabrense para Pedro Zerolo.