Dije que a los cien días de gobierno de Pedro Sánchez haría una valoración de ese trayecto, había que darle ese tiempo de cortesía a pesar de que los comienzos me pedían hablar de lo que, bajo mi punto de vista, eran errores continuos.
Las circunstancias acaecidas durante esos cien días con la aparición de la pandemia por la Covid-19 hacen que su gobierno haya actuado de manera extraordinaria, sin poder llevar a cabo unos presupuestos que no terminaban de consensuarse y que al final no se llegaron a aprobar, prorrogándose los anteriores para este ejercicio.
Así que poco se puede valorar de su acción política global, más bien tendría que circunscribirme a sus decisiones sobre la crisis sanitaria, y sobre eso han llovido ríos de tinta en todos los sentidos. Bajo mi óptica, estoy seguro de que hubiera estado en el gobierno quien estuviera, habría salido también criticado, porque tenemos que tener en cuenta que esto no se ha vivido nunca, al menos en la época contemporánea, tendríamos que remontarnos a la época de la Peste y eso no sería comparable. En sus 93 años de vida mi madre dice no haber conocido situaciones tan inciertas, de pequeña recuerda que cuando sonaban las sirenas, en plena guerra civil, las calles se quedaban tan desiertas como ahora, pero eran confinamientos a muy corto plazo y otro miedo, nada que ver con la situación socio-sanitaria que vivimos en estos días.
Sánchez ha actuado tarde, eso lo tengo claro, igual que Zapatero hizo ante la crisis económica, parece que es una característica de los presidentes socialistas. Y cuando llegó ya no pudo prevenir, tuvo que actuar sobre la marcha, escuchando a unos y a otros, queriendo ser prudente y contundente, y creo que sin tener claro hasta dónde podía llegar el problema.
Se pidió unidad, se pidió lealtad para actuar en consonancia y sabiendo que el problema era de TODOS. Excepto de los de siempre, de los extremistas, consiguió unidad para decretar el Estado de alarma más tarde que pronto, y empezó el confinamiento, y con él las muertes de los españoles contagiados se iba acrecentando temerariamente.
Y todavía andamos en ello después de más de un mes metidos en casa, tiempo en el que la escena política ha estado emborronada principalmente por los extremistas de la derecha, seguidos por los de la extrema izquierda, ambos atacando en las redes con noticias falsas que llegaban a la injuria más deshonesta y vomitiva. Tampoco Casado ha estado a la altura, siempre en un sí, pero no, al contrario de Ciudadanos que dijo sí por el bien común, y en eso sigue. Parece que no se enteran que a la gente no le interesa ahora la política de ningún partido, que lo que quieren es que esto pase lo mejor y lo más pronto posible, y que entre el miedo al contagio y la obediencia civil se está dando un ejemplo que los políticos en general no llegan a entender.
Y es que mi impresión es que estamos viviendo dos pandemias, una la que todos sabemos del coronavirus, y otra en la que a lo mejor no hemos caído en la cuenta es la de los políticos del momento. Una pandemia que se extiende por el mundo entero desde hace mucho más tiempo que la sanitaria. Desde Norteamérica con el impresentable Trump, hasta Corea del Norte con el loco Kim Jong-un, pasando por Gran Bretaña y su histriónico Boris Johnson y llegando a Brasil con el trastornado Bolsonaro. No sigo con el ruso Putin o el chino Xi Jinping, ya ven ustedes…
Y aquí sufrimos la amalgama política más letal de nuestra democracia, una pandemia que empieza por Sánchez, que no pasará a la historia como el político más mentiroso, aunque lo sea, sino por el que le tocó lidiar con el coronavirus, siguiendo por Casado, otro mentiroso compulsivo, tal y como se demostró en los debates de campaña, que no tiene talla ni para ser alcalde, siguiendo por el que se fue, un iluminado que se apagó de golpe, o a golpe de votos, Rivera el ciudadano y su sucesora porque sí, Arrimadas, que se arrima al poder como puede. Y qué voy a decir de Iglesias, el famoso coletas que no es que mienta, es que nadie entiende que donde dijo digo, es que dijo Diego, pero no le entendimos, cosas de la vida. Y suma y sigue, Abascal, un fascista que se disfraza de demócrata y que añora el tiempo en el que sería impensable que alguien pudiera decir lo que yo estoy diciendo. Y no me olvido de nacionalistas vascos y catalanes, con la nueva hornada de políticos desleales, ni los nombro, para qué.
En fin, por desgracia esta segunda pandemia sí que va a tardar en acabar, y la crisis que está provocando y provocará es imprevisible. Entre unos y otros son capaces de cargarse este mundo, que ayer celebraba el Día de la Tierra y hoy el Día del Libro, y ojalá que lo que algunos tememos solo se quede atrapado entre las páginas de un libro de ficción. ¡Ojalá!
Pd- Ojo que el confinamiento está haciendo mella en mucha gente y esto es muy peligroso, el tema se relaja y la gente pasa del buen rollito a me importa una mierda lo que digan. Los sanitarios advierten, los políticos quieren ir abriendo puertas, y al final veremos si la famosa curva otra vez va a subir y vamos a andar como los cangrejos.