No sé, pero cuanto más lo pienso, más me reafirmo en que este mundo no tiene remedio, como suelo comentar medio en broma, medio en serio, nos extinguimos y pronto. Y no son reflexiones de un pesimista que llega a una edad de prejubilación, son deducciones que van surgiendo día a día al ver cómo el sinsentido va ganando excesivo terreno a la cordura.
Ni en un periodo vacacional como Navidad pueden dejar de sucederse noticias que demuestran que el ser humano o no avanza o retrocede, porque no basta con la razón, la fuerza le come terreno y la involución para mí es evidente.
Las leyes, en todos los países democráticos, se encargan de velar para que la convivencia social sea equilibrada, al menos esa es la teoría. En la práctica vemos que muchas leyes son laxas o injustas para el ciudadano medio y no coinciden con el sentir general. Y que conste que sé que resultaría imposible que fueran del gusto de todos, pero me refiero a la mayoría que se queja una y otra vez de que las leyes no les protegen ni les resarcen de los males que les acechan. ¿Pongo ejemplos o no hace falta…? Seguro que muchos estáis pensando en la ministra Montero (quien a mi entender ya debería de estar fuera de su ministerio) o en nuestro presidente Sánchez y sus socios independentistas catalanes.
También el ciudadano de a pie se queda perplejo cuando escucha sentencias desproporcionadas, tanto por quedarse cortas, sobre todo en los casos penales (como es barato delinquir muchos se arriesgan ya que tienen poco que perder…), como por pasarse en otros casos. Los jueces aplican la Ley, no lo dudo, pero la interpretación que hacen de ella no es en bastantes ocasiones acertada, convirtiéndose más veces de la cuenta en auténticos leguleyos. Como en todas las profesiones hay buenos, regulares y malos, y sus señorías no se libran de entrar en ese saco.
Por otro lado, mala sería la costumbre de asaltar los edificios públicos gubernamentales, como ya ocurrió en EEUU y ahora en Brasil con los bolsonaristas, amigos de Abascal, por no respetar las decisiones democráticas, y mal está la democracia si no es capaz de impedir, o luego castigar, a quienes así obran. Ha quedado clarísimo que las ultraderechas no son democráticas, se instalan en ella para agredirla y eliminarla, para imponer su absoluta voluntad, con consignas tan simplistas que me dan vergüenza ajena, pero calan en una sociedad harta de que la democracia, o los partidos democráticos, no solucionen sus problemas. Quizás lo mismo pase con las ultraizquierdas, porque otros hechos gravísimos, aunque de otra índole, hemos visto en las “democráticas” Venezuela o Nicaragua, amigas de Rusia.
Si ya es difícil sencillamente vivir, vivir en sociedad lo es tremendamente, el respeto mutuo hay muchos que no lo han conocido nunca, y sin eso ya me dirán ustedes. Cada cual va a su avío y no le importa lo más mínimo lo que ocurra a su alrededor, se mira su ombligo y pa’lante. La solidaridad, esa bonita palabra que tan llena de contenido está y tan vacía de hechos, brilla por su ausencia en el día a día. No digo yo que no haya gente solidaria, que evidentemente la hay, pero no creo que se llegue ni al veinte por ciento. Lo que habría es que buscar el germen de tanta desdicha, y sin duda alguna la educación es uno de los factores.
Y que quede claro de una vez, que los que educan son los progenitores, la educación se mama en la familia desde que se nace. La escuela está para homogeneizar en comunidad la educación que cada individuo trae. Los buenos valores se resaltan y se viven en la escuela, y los maestros y profesores son educadores para afianzar y poner en práctica lo que deberían traer de casa, no para ser los únicos educadores de la chavalería. Y por supuesto que en casa se deberían trabajar los valores que se aprenden por primera vez en la escuela. Entre unos y otros es como se lograría la educación integral de la persona. Por desgracia esto no ocurre así en muchas ocasiones, bien porque falla la familia, o porque el sistema educativo coarta el espíritu educador de los docentes, que prefieren centrarse solo en la enseñanza y evitarse problemas con las familias, ya que luego en instancias superiores suelen conchabarse con ellas. Y ya si el choque entre familias y maestros-profesores es manifiesto por el tema de educar, apaga y vámonos.
Siento que el tema educativo se me ha quedado muy constreñido, necesitaría muchos artículos para desplegar lo que pienso sobre la educación actualmente, y más concretamente sobre el sistema educativo al que nos han llevado tantas y tantas leyes de uno y otro gobierno.
No sé, ojalá cambie de opinión mañana, pero hoy y después de estas parrafadas sigo pensando que la raza humana se extinguirá muy pronto, no tenemos remedio.