Joaquín Caballero Ortega
Sería previsible con los tiempos que vivimos que al leer el título de este artículo alguien pudiera pensar que voy a hablar de la falta de lluvia y de la catastrófica sequía. También alguien pudiera pensar que me aventuro a hacer una semblanza de míticas canciones de cantautor pasadas de moda (que para mí son intemporales) por usar parte del estribillo de la canción más popular de Pablo Guerrero. Pues bien, ni una cosa ni otra, aunque es cierto que la emblemática canción del extremeño inspira y conduce el resto del escrito.
Difícil encontrar en boca de tanta gente dos dichos tan contrapuestos, a la par que en nuestras conversaciones decimos que no llueve, decimos que vaya con la que está cayendo. Claro que la primera expresión se refiere a la meteorología y la segunda a la situación precaria que vive la economía. Y si la lluvia es necesaria para nuestro campo y nuestros embalses, la que está cayendo con la crisis es una barbaridad que cuesta trabajo asimilar. Si la lluvia cae como consecuencia de un fenómeno natural y nada podemos hacer para que lo haga cuando a nosotros nos interese, supongo que sí se podrá hacer algo con el chaparrón de paro y recortes que nos está cayendo, porque esto es un fenómeno especulativo del despropósito capitalista en el que un gobierno detrás de otro nos ha ido metiendo, da igual del PSOE que del PP. Que la crisis es mundial, se me podría argumentar, vale, pero sería mejor decir que era, puesto que algunos países salieron de ella airosos mientras otros seguimos sumidos en la miseria mercantil más cruel que se recuerda.
Tu y yo muchacha estamos hechos de nubes. Pero ¿quién nos ata? Dame la mano y vamos a sentarnos bajo cualquier estatua. Que es tiempo de vivir y de soñar y de creer que tiene que llover a cántaros. Así empieza, nada más y nada menos, el poema musitado del cantautor, para abrir boca y empezar a vislumbrar que nos quiere decir algo importante que nos haga salir del ostracismo, antaño pudiera ser de una lúgubre dictadura, ahora yo diría que nos invita a salir de la crisis. Y eso sí, con ilusión, porque la lluvia purificadora tiene que llegar, no sabemos cuándo, pero cuando llegue lo hará a cántaros. Y deja esa pregunta, ¿quién nos ata? Para nuestra desgracia ahora estamos atados de pies y manos por las consecuencias de la codicia desmesurada, el pelotazo como ejemplo de vida ejemplar o por los enchufismos y corruptelas de los partidos políticos, sobre todo de los dos mayoritarios.
Estamos amasados con libertad, muchacha. Pero ¿quién nos ata? Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio, preparada tu marcha. Hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros. Casi ná, hay que pararse un poco para saborear la letra y sacarle el jugo concentrado. No podemos perder la esperanza de cambiar, pero no el cambio aquel de Felipe González ni este de Rajoy, no, un cambio verdadero de rumbo en la visión de estado, incluso en la visión global del mundo. Esto no se sostiene así, demasiados desequilibrios, demasiada falsa libertad, menudo entramado que se han montado los que todo lo pueden. Hay que doler de la vida si logramos creer que existe otro modelo de sociedad mucho más justa. Una sociedad muy distinta a la que tenemos, un sociedad que mire al tercer mundo y le duela, que mire sentencias judiciales inauditas y le duela, que mire y recuerde las promesas políticas y tras la realidad le duela, que mire los desahucios de sus vecinos y le duela, que … porque seguro que cuando duele se reacciona.
Ellos seguirán dormidos en sus cuentas corrientes de seguridad. Planearán vender la vida y la muerte y la paz, ¿le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad? Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian que la siesta se acaba y que una lluvia fuerte sin bioenzimas, claro, limpiará nuestra casa. Hay que doler de la vida hasta creer que tiene que llover a cántaros. Así termina el poema, dándole a la banca en los morros, sin lugar a dudas da en el clavo una y otra vez, ¿es el poder económico el que nos ata? ¿Quién o quiénes lo consienten, quiénes así lo disponen, quiénes lo diseñan, quiénes nos engañan? Ahora mismo no veo esas señales de que esto se acaba, pero vivo con esa esperanza. Porque aquí tiene que llover, tiene que diluviar para que se limpie toda la miseria inmoral de los corruptos y la indignidad de los poderosos, que se limpie la mentalidad de los torpes y de los borregos, que se limpie, se higienice la avaricia imperante de la sociedad, que muchos cántaros de agua caigan para purificar este ambiente de zozobra que tienen los millones de parados, que llueva y que llueva para que los engaños burdos de los mandamases políticos, sindicalistas, banqueros, empresarios todopoderosos se extingan y dejen de tomarnos por tontos.
Se fueron las elecciones andaluzas y la huelga general, y la vida sigue igual. Tranquilos que ahora no voy a seguir escribiendo por Julio Iglesias, prefiero acabar este chaparrón dialéctico, que se salva por la poesía de Guerrero, pensando que tanta sequía no puede durar y que por el bien general tiene que llover a cántaros.
Joaquín Caballero Ortega
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