Después de lo ocurrido (y sigue ocurriendo) en Barcelona, me reafirmo en mi convicción de que todo nacionalismo (sea catalán, español u otro) es ideología intolerante, racista, alimentada con la diferenciación del otro, dispuesta a alzar fronteras no solamente en la tierra sino en el interior de cada persona. Después de lo ocurrido en la capital catalana, una ciudad que ha destruido su carácter cosmopolita y abierto con la brutal explosión de odio y violencia, será el nacionalismo el primer paso hacia enfrentamientos peores, augurio de tiempos oscuros que llaman al fascismo (cuando el fascismo es, en verdad, nacionalismo). No podía esperarse otra cosa de una ideología que se ha seguido alimentando aún en el siglo XXI con falsedades, como aquello de que la ciudadanía catalana no tenía los mismos derechos que la española o la europea. Más lamentable es el posicionamiento de los partidos a izquierda y derecha en nuestro país, como si la intolerancia y el odio nacionalista (sea cual sea, insisto) tuviera medias tintas: la derecha animada a echar leña a la hoguera del odio y la izquierda ignorante de lo terrible que es cualquier nacionalismo (sin excepción, insisto). Además, se sigue alimentando desde ambas posturas cierta repulsa hacia la Transición, desde el cinismo de Vox, con su total rechazo a las Autonomías, entre otras cosas, hasta el menosprecio de Podemos que infravalora la democracia a la que dio lugar tras una dictadura.
Es triste que la política actual se vaya limitando a situarse unos contra otros, con el ánimo de trasladar este enfrentamiento a la sociedad, pues así sucede con el nacionalismo: recuérdese cualquier declaración de Torra, Abascal u otro nacionalista.
Lo que más me cuesta comprender es la ceguera hacia uno o varios líderes. No concibo que Barcelona haya ardido por una sentencia judicial hacia unos políticos (que, vea como quiera verse, se habían saltado las leyes, cosa por la que habitualmente hay que rendir cuentas). ¿Tanto fervor merecen hoy, en el siglo XXI, los políticos? ¿Enfrentarse, pelearse, insultarse con alguien por ellos? E, incluso, peor: ¿Gente que apenas puede llegar a fin de mes se enfrenta a la policía por políticos con grandes sueldos? Así, estamos condenados a repetir el siglo XX, salvo que se repudie el nacionalismo (todos, repito).