Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Concubinato, adulterio, sodomía

Vamos a hacer un ejercicio de expresión escrita (también se podría hacer oral) consistente en llamar a tres cosas por su nombre y luego llamarlas por lo que no es su nombre.

Empecemos con la primera palabra: “Concubinato”. En el DRAE dice que se trata de la “relación marital de un hombre con una mujer sin estar casados”. O sea, fornicar, follar. Quiero advertir que no es lo mismo follar que mantener relaciones sexuales. Esto último es lo que hacen las personas casadas mientras que follar es lo que hacen las que no están casadas, ya que las relaciones sexuales forman parte del matrimonio y se enmarcan dentro de esa donación mutua que hacen los esposos cuando en el momento de contraer matrimonio entregan el uno al otro sus vidas, su pasado, su presente y su futuro, sus cuerpos y sus almas, sus ilusiones y sus proyectos. Nada de esto pasa entre quienes follan. El matrimonio está en otro nivel.

Vamos con la segunda palabra: “Adulterio”. Según el DRAE, “ayuntamiento carnal voluntario entre persona casada y otra de distinto sexo que no sea su cónyuge”, lo cual en castellano también se dice “poner cuernos” al cónyuge, de donde viene una de las acepciones de la palabra “cabrón”.

Vamos con la tercera: “Sodomía”. Según el DRAE, “concúbito entre varones o contra el orden natural”, o sea, darse por el culo entre dos tíos, que según también el DRAE, es lo que hacen los que el propio DRAE llama "maricones".

Hasta aquí, los términos exactos. Que nadie se sienta molesto; me he remitido únicamente a copiar del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Aunque haya quien diga que las palabras se las lleva el viento, para otros quizá sean más duras que una piedra. Que le pregunten, si no, a esos tipos que había en la sinagoga de Cafarnaum cuando nuestro Señor expuso en qué iba a consistir la Eucaristía: “Duras son estas palabras, ¿quién podrá escucharlas?”, y muchos dejaron de ser sus discípulos. Al evangelio de San Juan me remito.

Pero antes de seguir, con independencia de lo que piense el lector de las tres cuestiones precedentes, veamos cómo las ve Dios, que al fin y al cabo es el “punto de vista” que nos interesa, o al menos, el que me interesa a mí; los demás puntos de vista tienen menor importancia. Hay una cita de la Sagrada Escritura en la que el Espíritu Santo, por boca de San Pablo, dice lo siguiente: “No os engañéis, ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los ultrajadores, ni los rapaces heredarán el Reino de Dios” (1Cor 6, 9-10).

Hay muchísimas citas más en la Biblia en las que se nos dice cómo ve Dios estas cosas. De manera destacada, en el capítulo 19 del Génesis se nos narra la destrucción de Sodoma y Gomorra por parte de Dios mediante fuego y azufre por ser la sodomía especialmente ofensiva para Él y practicarse en esas ciudades de manera indiscriminada.

Como vivimos en una sociedad floja, blanda, miedosa frente a la verdad, vamos a hacer ahora un ejercicio de lo políticamente correcto. Al concubinato le vamos a llamar “pareja de hecho”, a una de las modalidades del adulterio le vamos a llamar “divorciados y vueltos a casar” y a la sodomía le vamos a llamar “homosexualidad”. Quiero hacer notar que en este ejercicio hay un principio de mentira pues supone no llamar a las cosas por su nombre y ocultar la maldad moral de estas tres situaciones enmascarándolas en una supuesta casuística aséptica al poner al mismo nivel moral las parejas de hecho y las de derecho, los divorciados vueltos a casar y los no vueltos a casar, los que practican la homosexualidad y los que no la practican.

Evidentemente, si es por caridad, estoy dispuesto a emplear estos términos postmodernos y políticamente correctos, siempre y cuando no se desvirtúe la maldad moral de estas situaciones, ya que por encima de todo, a quien no quiero ofender es a Dios. Y ante Dios no cabe otra cosa sino defender la verdad.

 Sin embargo, lo que ya es inadmisible es llamar “familia” a las tres aberraciones descritas, aunque solo sea por respeto y justicia con las familias que lo son de verdad.

Dada mi condición liberal, aunque me parecen aberraciones las situaciones arriba descritas, defiendo  y defenderé siempre la libertad de quienes  quieran vivir así, pero no la mentira de quererlas denominar de tal manera que pretendan ser equiparadas  a las acciones rectas de otras personas. Un montón de monedas falsas generan inflación, pero en la base de esa inflación hay una mentira.