Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Impunidad

Todavía recuerdo la impresión que me produjo la lectura de la encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI hace ya unos ocho años, concretamente un pasaje de la misma en la que el pontífice razonaba que la sed de justicia que el hombre tiene es una prueba de que existe una vida eterna, pues repugna a la inteligencia que haya actuaciones que queden en esta vida sin confrontar con la justicia: ello es prueba de que en la otra vida existe una justicia, de que no va a triunfar el mal aunque en esta vida parezca que hay quien se va de rositas. En una palabra, que la impunidad no puede triunfar, bien sea en esta vida o en la otra.

Las explicaciones del Papa en el texto son clarísimas y convincentes. Sin embargo, si hay algo más convincente es la propia palabra de Dios recogida en la Biblia. Hace poco me he tropezado con una cita contundente en este sentido. Concretamente es en el libro de la Sabiduría, capítulo 1, versículo 15, que dice así: “Porque la justicia es inmortal, mas la injusticia atrae la muerte”. Ahí está la cita: La justicia es inmortal. Esa es la seguridad que tenemos. Tiene que haber algo que enderece todo. No puede ser que este mundo maltrecho quede maltrecho. Si no hay justicia ahora, la habrá después.

Tener fe sirve entre otras cosas, para ver el futuro con serenidad y sin venganza. De sobra queda patente, no que la justicia en este mundo sea un cachondeo, sino que es una puta mierda. Si hay algo en lo que se palpa descaradamente la impotencia y la imperfección humana es en la justicia. Tantos medios materiales y personales para unos resultados tan deficientes. En un buen número de sentencias se puede observar, no ya que el juzgador haya actuado con injusticia o atendiendo a otros intereses distintos de la justicia, sino simplemente que no se ha enterado de los hechos que ha juzgado, bien porque los abogados no han tenido buenas explicaderas o porque él no ha tenido buenas entendederas. Así es la justicia humana, imperfecta, lenta, complicada,…injusta.

Frente a esto, cualquier ser humano con sentido de justicia clama desesperado con un grito desgarrador pidiendo una justicia que nadie le puede reconocer porque la justicia humana por su propia naturaleza es impotente aunque esté revestida de boato. ¿Acaso alguien está dispuesto a creer—por poner un ejemplo—que mandando 30 años a la cárcel a un etarra va un juez a poder devolver la vida a un asesinado? Porque lo justo sería devolverle la vida, no mandar a la cárcel al asesino. ¿Acaso alguien cree que es justo mandar a la cárcel unos cuantos años a un ladrón en vez de conseguir que devuelva el dinero robado?

La justicia humana es una caricatura de la verdadera justicia. El problema es que no se puede hacer más, esto es todo lo que da de si. Por eso pienso que quizá la profesión más frustrante es la de juez, porque es la que tiene los objetivos más altos y los resultados más bajos. Y eso sin contar los casos en los que el delincuente se escapa incluso a la acción de esa pobre justicia. Por citar a vuelapluma unos ejemplos, me vienen a la memoria los casos Flick, Filesa, Malesa, TimeSport, Gal, dentro de los que podríamos denominar ya “casos históricos”, que a los más jóvenes ya ni les suenan y sobre los que su protagonista—Felipe González—ya no tiene nada que temer porque son casos que huelen a rancio y están prescritos, aunque todavía estén en las librerías de viejo los libros que sobre estos asuntos escribió Isabel Durán en su día. Son, como podríamos decir, agua pasada que no mueve molino, aunque sea un agua putrefacta de impunidad que la justicia humana no ha logrado reponer en justicia…, pero que sin duda serán revisados en la otra vida.

Por citar otros casos “modernos” tales como Bárcenas, Pujol o los ERE, que nadie espere nada espectacular. Se rellenarán miles de folios, correrán ríos de tinta, horas y horas de tomas de declaración y de vistas orales, y al final…una mierda que no dejará satisfecho a nadie y dejará confusos a todos. Y a la vuelta de unos años, el olvido.

De todas formas, menos da una piedra. Peor sería suprimir la administración de justicia. Algo es algo lo que hay.

Y sin embargo “la justicia es inmortal”. La justicia de Dios es inmortal. Nada ni nadie quedará impune aunque se haya choteado de todos los jueces de esta tierra. Al final Dios repondrá la justicia. Esto es un gran motivo de esperanza a la vez que nos libera de los humores de venganza en la medida en que pongamos la justicia que reclamamos, en último término, en las manos de Dios.

Tener fe es una gran cosa. Y tener esperanza, todavía más grande. Ahora solo falta ir tirando y tener un poco de paciencia, que todo llegará, y de la mejor manera posible.

 

Antonio Moya Somolinos.

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