“No se nos ha entregado la vida como un guión en el que ya todo estuviera escrito, sino que consiste en andar, caminar, hacer, buscar, ver…”
Estas palabras son del Papa. Las pronunció durante el curso de una entrevista que le hizo la revista La Civiltá Cattolica el 19 de agosto de 2013.
Efectivamente, es a golpe de nuestras pisadas como hacemos el camino. Porque la vida es eso, camino, pero un camino que se va descubriendo según se anda. Por eso, todo el mundo tiene “derecho” a equivocarse por si mismo porque el camino no está hecho y es él quien lo ha de hacer andándolo, y no el vecino. El vecino andará el suyo.
Es un camino que al principio se presenta largo, largo, largo; con muchas posibilidades abiertas de las que el caminante normalmente no es consciente. Los distintos pasos que damos parecen autónomos, pero están más concatenados de lo que parecen; eso se aprecia a posteriori.
Pero, efectivamente, hay que andar, caminar, hacer, buscar, ver. Eso es vivir. Pero también es vivir tomar decisiones que van configurando nuestra vida—nuestro camino—de una manera u otra hasta el punto de que, a la vuelta de los años, el propio camino es de uno y nada tiene que ver con los de los demás, aunque sigamos la misma trayectoria. A la vuelta de los años, llevamos en nuestro camino los gozos de nuestros aciertos y las heridas de nuestras equivocaciones.
El camino no tiene retorno, pero cabe dar un rodeo y volver a las raíces por otro lado. Yo creo que todos los que hemos llegado a una determinada edad, lo hacemos. No hace falta que hayamos llegado a ancianos; basta una edad en la que nos hemos dado cuenta de que no podemos vivir al margen de nuestras raíces, que estamos mejor cerca de ellas que lejos.
“Lejos”. Parece el adverbio de la gente joven. Solo a la vuelta de los años nos percatamos que no es esa la lejanía que valía la pena alcanzar, sobre todo si hemos ido lejos por el mero hecho de ir lejos. ¿Por qué hay tanta gente que en los últimos años de su vida vuelve a su tierra, a su pueblo, al entorno de su niñez, a los pensamientos de su niñez, al mundo adulto de su niñez?
Al principio de la vida el camino parece largo, pero es corto, o sencillamente es inconsciente quien lo recorre en las primeras etapas. Cuando nos queremos dar cuenta, hemos recorrido más de la mitad del recorrido, no estamos empezando, sino acabando. La última parte del camino es más corta y más rápida. Han quedado muchos proyectos abandonados en la cuneta por muchos motivos, la mayoría de ellos porque simplemente no hemos sido capaces de llevarlos a cabo. Así de limitados somos. Al principio el camino era largo, largo, largo, y ya ves, casi ha quedado en nada.
No, el camino no es largo. Es preciso aprovechar el tiempo, también en la última etapa, en la que, aunque parezca mentira, todavía se puede hacer algo. La diferencia es que al principio el tiempo no parece un bien escaso, y al final, sí; aunque escaso lo ha sido en todo momento. El problema es que al principio no éramos conscientes de ello como lo somos al final.
A lo largo del camino encontramos muchas puertas. Cada cual abre las que quiere y toma lo que quiere de lo que hay tras ellas. Aseguraría que tras la mayoría de las puertas, y desde los primeros pasos del camino, está Cristo. Hay quien abre esa puerta al comienzo del camino. Otros no, lo hacen más adelante, a la mitad, o muy próximos al final. En cualquier caso, el Señor siempre está ahí, tras la puerta, al borde del camino para recorrerlo con nosotros a partir de ese momento. Hay otros que le van cerrando las puertas sistemáticamente durante todo el camino, así hasta el final. Han optado por rechazar su compañía durante toda la vida. Al terminar el camino y salir de él al destino eterno, en la puerta de salida de la vida…terminan encontrándolo de nuevo, pero ya no como compañero de viaje, sino como juez. Ya no hay arreglo. El camino era el momento, el camino era el tiempo, donde se elaboraba el destino eterno, era el tiempo de andar, de caminar, de buscar, de hacer, de ver…; no ahora en la eternidad, donde esta se ha fraguado a golpe de nuestras pisadas.
Qué cosa tan maravillosa es que haya alguien que, de muy joven, tenga el talento de coordinar y compatibilizar la libertad de andar su propio camino como nadie antes ni después de él haya podido andarlo y a la vez escuchar el consejo de quien ya camina por el tramo final y es capaz de hacerle comprender el valor de ese camino largo, largo, largo que tiene por delante y ahora comienza con tanta ilusión.
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