Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Una modesta aportación

Hace ya un par de meses que empezó el Jubileo de la Misericordia, convocado por el Papa para este año con el fin de que los cristianos profundicemos, en la teoría y en la práctica, en la misericordia de Dios hacia nosotros y en la misericordia de nosotros hacia los demás. No es simplemente un “año de la misericordia”, sino un jubileo, dentro de los jubileos cristianos iniciados en el año 1300 a imagen de los antiguos jubileos judíos que venían a ser algo así como un “reseteo” respecto de las cosas que se habían hecho mal en los años anteriores y una puesta a punto o un volver a empezar desandando el camino mal andado y volviéndolo a recorrer adecuadamente.

Los antiguos jubileos judíos, y los actuales jubileos cristianos son una nueva oportunidad que nos da Dios que en sí misma ya es misericordia y que en el jubileo cristiano es algo pleno por cuanto este viene marcado por el sacramento de la confesión y la indulgencia plenaria, debido a la cual, nuestras almas tienen la posibilidad de volver al estado que tenían cuando nacimos, esto es, antes de cometer tantas tonterías como hemos cometido en la vida, de las que tantas veces nos hemos arrepentido y acerca de las cuales hubiéramos querido que nunca se hubieran producido.

Lo que para nosotros es imposible -volver a empezar- para Dios lo es. Por eso el jubileo tiene significado –júbilo- de alegría, porque es una gran alegría echar fuera el lastre de nuestros errores y -de cara a Dios- separarnos de ellos para siempre.

Una de mis grandes alegrías es que mi padre murió en el año 2000, en medio de otro jubileo, durante el cual, en varias ocasiones, acudió a los templos de Madrid en los que podía lucrarse la indulgencia plenaria, y la lucró.

El jubileo de este año no es ordinario, sino extraordinario. La Iglesia, a través del Papa, parece que tiene prisa por salir al encuentro de tantos cristianos y brindarles la posibilidad de una mejora real espiritual. Es algo que corre prisa en este mundo materialista y egoísta que claramente no va bien y ante cuyo camino errático prácticamente nadie sabe qué hacer, en una mezcla de desánimo, impotencia y asombro.

En los catecismos tradicionales hay un concepto llamado “obras de misericordia”. Desde muy antiguo, la Iglesia siempre ha visto claro que la misericordia, o se “materializa” en obras o no es tal. La misericordia pocas veces ha sido objeto de un amplio estudio teológico; es objeto de la práctica. “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”, “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y alcanzaréis paz para vuestras almas”, ha dicho Cristo. La misericordia es para vivir, más que para teorizar.

Sin embargo, bajo el impulso del Papa, este año nos vamos a ver inundados -nos estamos viendo ya- por montones de publicaciones que por activa o pasiva nos ilustran sobre la misericordia. Ya Juan Pablo II dio un gran impulso a esto con la canonización de Santa Faustina Kovalska y con la instauración del Domingo de la Divina Misericordia el siguiente domingo al de Resurrección. Precisamente Dios quiso que este Papa santo fuera a morir la víspera de ese día.

Como digo, desde entonces ha habido un aumento de las publicaciones acerca de la Misericordia, lo que me parece muy positivo porque los libros -e incluso los folletos- son nuestros mejores amigos, nuestros confidentes, que nos hablan al corazón en el silencio, que ilustran nuestra inteligencia, que nos hacen pensar y rectificar sobre nuestros malos pasos.

Yo, como es sabido, suelo hablar en esta publicación, un poco de todo, pero mayormente me gusta llevar la contraria a todo y escribir de lo que está prohibido -o al menos lo estaba antiguamente- en los casinos, ya que la vida es un poco como un casino o círculo de la “amistad”, en donde para mantener esa supuesta amistad había -o hay- que evitar hablar de política y religión. En definitiva, que tiendo a hablar de lo políticamente incorrecto, también para que se jodan los defensores del discurso oficial, lo cual siempre es un placer.

Con esto del Jubileo extraordinario de la Misericordia he pensado en no desaprovechar la oportunidad de tratar una por una las 14 obras de misericordia que propone la Iglesia, dedicándole un artículo a cada una de ellas en los siguientes meses. Evidentemente, yo daré mi propia visión del tema, que obviamente será una visión cristiana, pero será mía, mi visión personal.

Eso quiere decir que durante las próximas semanas no voy a hablar de política, sino del otro tema tabú, es decir, de religión, aunque la misericordia es algo que todo ciudadano debería practicar, o al menos prestar el oído, si es que tiene algo de corazón.

Por tanto, que lo celebren los políticos que alguna vez se hayan considerado aludidos en mis artículos. Por unas semanas les dejaré en paz, aunque la misericordia es algo que debería interpelar la conciencia de todos, políticos y no políticos; y si no es así, probablemente es porque no practican la justicia, ya que para practicar la misericordia, previamente hay que buscar ser justos. Lo contrario es como adornarse con joyas en paños menores, actitud propia de quienes no son coherentes o son putas provocadoras de un burdel. Para elogio de estas últimas diré que por lo menos, de esa manera ejercen su trabajo con coherencia, lo que es mejor que la hipocresía de los primeros. Quizá por ello el Señor nos manifestó que nos precederán en el Reino de los Cielos, lo cual no lo dijo de los hipócritas.

Buen año para meditar en la misericordia, en las obras de misericordia. Dentro de unos días empezaré con mi modesta aportación. Lo haré comenzando por las obras de misericordia materiales, para seguir después por las espirituales. Vamos a empezar por lo más facilito, como en el colegio, como han hecho siempre los buenos pedagogos.