Con un año de retraso me he enterado de que el mejor grupo de rumba catalana ha dejado de actuar, ha terminado su vida artística, que se ha retirado. Me refiero a Rumba Tres, formado por Pedro y Juan Capdevila y José Sardaña. A ellos, al grupo, debo no solo que escuche rumba con cierta regularidad, sino que la aprecie mucho; así, son tres los temas que me encantan y que forman parte de la discografía de mis recuerdos: Acuérdate que te quiero, Indiferencia y la imprescindible Perdido amor.
Fue de niño cuando los escuché por primera vez, en los viajes que hacíamos en familia a Córdoba, Málaga o Alicante. Mi padre era el conductor y solía escuchar a Julio Iglesias, Manolo Escobar o Rocío Jurado. Tres grandes artistas que, al contrario de lo que pudiera parecer, no eran mis preferidos en los viajes. Siempre que podía, metía en el reproductor la cinta de Rumba Tres, que tenía por bandera la conocida No sé No sé y entre las que no figuraba ninguna de las tres arriba mencionadas. Una de mis primas me hizo saber que tenía una casete con los éxitos de Rumba Tres y se la pedí prestada: ahí sí estaban aquellas tres de Rumba Tres, si se me permite la broma. Huelga decir que evité devolverle la cinta. Entre todas, Perdido amor pasó de inmediato a ser de mis favoritas, y aún lo sigue siendo dentro del extenso cancionero español. No puedo evitar, en su segunda parte, después de cada «te di» principal, unirme como coro con el repetido «te di, te di».
Con las Olimpiadas y Barcelona en el ojo del mundo, la rumba catalana se puso de moda. Hablo del 91-92. En la radio y en la tele sonaba toda clase de rumbas y se reivindicaron intérpretes y grupos rumberos a quienes ya no se escuchaba tanto. Puedo equivocarme, porque hablo de recuerdos, pero mi padre compró en una gasolinera una cinta de Rumba Tres que tenía un popurrí con sus rumbas más exitosas, y en la que aparecía un cachito de Perdido amor. Tristemente, en ese popurrí, llamado Rumbamanía, nadie canta haciendo coro «te di, te di», un vacío vocal que nos sentíamos obligados a llenar, pues la ausencia de esas dos palabras repetidas resta mucha fuerza y emoción.
Antes de decidirme a escribir estas palabras, he estado escuchando de nuevo casi toda la discografía de Rumba Tres. Me parecen muy interesantes sus discos o canciones de los años 70 en los que mezclan la rumba con la música disco, con el funk o con influencias rockeras: solos de guitarras eléctricas (como en Larga espera), sonidos wah wah (en Tengo lo que quiero) mezclados con piano rítmico (en Fue ayer), la influencia disco (en Acuérdate que te quiero y todo el álbum del mismo nombre), el funk a lo Johnny Pate (en Rumbita Tru La La) o la inclasificable El tiburón, con homenaje a la banda sonora de la película homónima. Pero, sin duda, lo que mejor se les daba era la rumba sin añadidos: No sé No sé, Perdido amor, Los palitos, Si quisieras olvidar, María Luisa, Soledad mía y un largo etcétera.
Si bien el tema del amor (y el desamor) es el predominante, también son frecuentes las canciones sobre fiestas o la vida disoluta; por eso, llama la atención (y no puedo dejar pasar) que tengan un álbum de finalidad medioambiental llamado Amazonia (1989) y otro de carácter social titulado La pobreza bajo cero (1987).
Gracias a Rumba Tres por ser imprescindibles para la rumba. Los seguiré escuchando y cantando «te di, te di» con ellos cuando corresponda.