Francisco Calvo Poyato
La imposición del ultraliberalismo como modelo globalizador, como régimen político único y planetario, supone una extraña dictadura. Una dictadura, a la vista está, que no necesita golpes de estado cruentos ni guerras inciviles para imponerse. Le bastan unas buenas dosis de terror aplicado concienzudamente a la materialidad de las cosas en que suele aferrarse esta humana Humanidad desprovista de trascendencia alguna y sobrada de zafiedad.
Esta Extraña Dictadura se viene instaurando paulatina e insidiosamente desde los tiempos de Reagan y Thatcher usando (ab usando) la apacible normalidad democrática. No es que la Economía (Oiko nomos quiere decir buen gobierno y administración de los recursos) haya triunfado sobre la Política y maneje sus hilos en la sombra.
Por el contrario el ultraliberalismo es una ideología política que se ha impuesto a la Economía para reducirla a la mera noción del “Business”, a una neurosis por el lucro que los griegos denominaban krematistiké. Obviamente esta neurosis por el lucro camuflada bajo eufemismos tales como “reformas” supone, también es patente, la sistemática destrucción de empleo, el desmantelamiento de toda política social, y la pérdida de toda perspectiva de futuro para el creciente número de personas que, ya incluso en países ricos, caen en el más absoluto desamparo.
En este contexto las empresas, sobre todo las transnacionales y megacorporaciones, principales evasoras de impuestos, crecen más cuanto más empleados despiden, convirtiendo el trabajo en un residuo, en una fuerza condenada a permanecer pasiva dentro del mercado globalizado, frustrando las expectativas de progreso y bienestar de millones y millones de seres humanos.
Ya no se trata de la destrucción, por jibarización, del Estado del Bienestar sino del riesgo de desaparición de muchas de las profesiones tradicionales, puesto que los jóvenes que aun pueden acceder a la educación universitaria, todo un lujo, no sienten atracción alguna a cursar estudios considerados a priori obsoletos. Y esta es una amenaza que vas allá del campo de las humanidades.
Pero el modelo ultraliberal tan defendido e impulsado por el PP, tiene su punto ciego: el del capital especulativo, el que primero sembró de hipotecas las finanzas privadas (origen del mal) de la inmensa mayoría de los españoles para después desmontar nuestro incipiente estado del Bienestar hábilmente conducido por Rajoy y sus boys. Ese capitalismo financiero que hace crecer en la Bolsa a las empresas no por lo ricas y sólidas que son, si no por sus expectativas futuras como si el futuro estuviese dotado de certidumbre.
Esta circulación fantasma del capital financiero solo tiene por objeto el beneficio privado dejando a los estados nacionales como entidades que pierden poder político y económico para llevar a cabo cualquier forma de redistribución social de las ganancias. Todas las estadísticas y datos son, si se sabe leer las cifras, reveladoras de la falacia de que el liberalismo económico favorece a las personas y genera empleo y riqueza.
Por todo lo dicho, Sr. Rajoy, usted ha incumplido todas sus promesas electorales: si hace lo que hace a posta y con conocimiento de causa, lo suyo no tiene perdón. Si ignoraba lo que ocurría, usted debe dimitir fulminantemente por inepto e inapto. Sr. Rajoy váyase, usted no tiene derecho a perpetrar tanto sufrir. No es extraño que su bancada aplaudiera, ni que la Sra. Fabra dijera lo que dijo porque le salió de su alma ultraliberal. ¡váyanse coño!
Francisco Calvo Poyato
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