Cada vez que oigo a un político, o a un aficionado, decir “hay que dialogar” me subo por las paredes. No he escuchado ni una sola vez un debate en el Parlamento o en una tertulia a un político dialogando; sí discutiendo. Por eso cuando oigo de su boca la palabra diálogo me viene a la mente el título de la película que encabeza mi colaboración.
Cuando yo era estudiante, tiempo ha, nos quedaba muy clara la diferencia entre dialogar y discutir. Íbamos a Platón y nos enseñaba prácticamente lo que era un diálogo. Platón mostraba en sus escritos el acceso a la verdad con personajes dialogando.
La palabra diálogo viene del latín dialŏgus, que significa discurso racional o, ciencia (logos) del discurso... La palabra latina dialogus viene del griego διάλογος formada del prefijo δια- (dia = a través) y la raíz λόγος (logos = palabra, tratado, estudio).
A lo largo de la historia siempre se ha entendido que dialogar es buscar la verdad a través de la palabra.
Algo muy distinto es discutir. En la discusión no se busca la verdad, sino la imposición del punto de vista de cada disputador, sea o no el correcto.
Y ya no digamos el negociar. Te doy y tú me das… Lo importante es conseguir mis propósitos sean o no legales, éticamente correctos, beneficiosos para…, si lo son para el negociador.
Otro campo de análisis sería sobre qué negociar, discutir y dialogar.
¿Nos parece bien hacerlo sobre el respeto a los Derechos Humanos?
¿Se imaginan a la víctima negociando con el violador? ¿Parece lógico que el gobernante negocie, discuta, dialogue con el gobernado el cumplimiento de la Ley?
Como colofón les preguntaría a todos los defensores del diálogo con los violadores de la ley en Cataluña qué es lo que hay que “dialogar”.
En otra ocasión podríamos dialogar sobre eso que llaman “cuestión catalana“ ¿Será algo distinto a la cuestión andaluza, castellana, …? ¿Es que son más bonitos los españoles de… o de…?
También sería muy interesante dialogar sobre las ventajas que nos han supuesto las desiguales autonomías.