Nació este mágico maestro del diálogo entre los personajes más dispares de la novela negra, en Nueva Orleans, 12 octubre de 1925 -, fallece en Detroit, 20 de agosto de 2013. Escritor y guionista estadounidense ocupando un espacio literario en las alturas de la lista donde los grandes autores de la novela negra observan a sus herederos dinos. Y no es la primera vez que escribo sobre él y su obra ni será la última, pues dada su calidad narrativa, los diálogos de sus personajes, pertenecen de igual a igual que sus maestros Shandell y Hammett a esos creadores literarios que al volver una y otra vez a leerlos adquieren le exigente altura de clásicos. Y si literalmente el tiempo transcurrido ha creado el hábito y la norma que la lectura de la novela policiaca requiere estar rodeada, del fuego acogedor que ofrece la chimenea del salón descansando el cuerpo cómodamente en el sillón de oreja, por qué no también leer una buena novela negra no puede ser lectura de verano, mar o montaña, en días de merecido descanso. Hoy escribo sobre su trepidante novela Bandidos que, aunque no está reconocida como una de sus mejores novelas, la considero por su trama lectura que aprisiona.
El laberinto que forman sus diálogos favorece de tal manera que posiciona en el asiento como sujeto por un imán. Y el tiempo corre mientras uno permanece fiel abrazado por el discurrir de tan briosa aventura. Una ficción que en los tiempos de “coge el dinero y corre” que vivimos, adquiere la actualidad de lo cotidiano, convirtiéndose en el realismo más puro, duro y descarado, retrato de nuestra geografía donde el bandidaje de guante blanco, aunque burdo de de la corrupción permitida desfila con el mayor descaro en la pantalla ennegrecida de lo social.
Corren los años ochenta y aquel dictador casi perpetuo que fue Somoza para Nicaragua ha podido escapar por los pelos, con la bolsa bien llena, del peso de los revolucionarios nicaragüenses al mando de Daniel Ortega, (que sea de paso señalar como tras muchas aventuras derrotas volvería gobernar imitando la derrocada dictadura de saqueo constante, con sones e ideas muy distintas a aquellas que ilusionaron, tanto). Y aquí, pues, estos Bandidos, a los que EE. UU., decide apoyar a la Contra nicaragüense para derribarlo con todos los medios y métodos que sean necesario un gobierno revolucionario. Partiendo de que el fin justifica los medios incluido los asesinatos y apaños de soborno de imponentes sumas de dinero.
Sin embargo tan inquieta aventura sin apenas respiro será situada en Nueva Orleans, Nicaragua es la referencia y motivo. Los protagonistas de la narración la componen muy especialmente unos curiosos e inquietantes personajes tales como: un viejo ladrón de bancos recién salido del trullo que lleva un cuarto de siglo sin pasar una movida noche con buena hembra; un antiguo policía expulsado del cuerpo por un descuido estúpido; un antiguo ladrón de guante blanco que, tras un período a la sombra, se emplea nada más y nada menos en una funeraria que embalsama cadáveres, cerrando tan envidiable cuarteto una antigua y bellísima monja de padre millonario testigo de las salvajadas más depravadoras de aquella Nicaragua en carne viva camino de una total degeneración y esclavitud.
El coronel Dagoberto militar fervoroso del destronado Somoza lleva la batuta de ,los manejos de tráfico de armas para el creado ejército de los Contras que lucha para derrocar el gobierno de izquierda populista de Daniel Ortega, Pero Guatemala queda lejos también para este glotón y mujeriego militarote que juega todas sus carta con asesinatos incluidos para apoderarse nada menos que de mas de un millón de dólares que los poderosos empresarios norteamericanos, incluidos el padre de la exmonja, han donado para los mercenarios de la Contra con el deseo de colaborar en la derrota del gobierno medio cubano nicaragüenses en ese tiempo vertiginoso de jugarretas, acuerdos y oscuros pactos que llevan la traición pegada a la pistolera, la vida y milagros, los dramas personales pasados y presentes de sus personajes se desnudan con diálogos orgullosos de sí mismo con abundante humor, cinismo y esas jugarretas que el destino les ha propiciado, por estos tipos guiados de códigos morales casi de otros tiempos y sones, con un peculiar sentido del honor y de la justicia, sin entrar de lleno en el terreno crepuscular, pero con sus adecuadas dosis de melancolía. Y entre esta pandilla de aventureros y farsantes, brilla un personaje con más personalidad resulta siendo, el secundario: Franklyn, indio misquito a sueldo de coronel Dagoberto, asumiendo un compromiso ético entrañable. Ética a la que se debe sumar la bella exmonjas, también testigo para narrar el drama de un pueblo desgarrado por el enfrentamiento entre dos élites que, tras la caída del tirano, intercambiaron sus lugares y la corrupción despótica...
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