Y muchas de esas personas mayores fueron lectores que han perdido la vida en residencias bastante alejadas de sus obligaciones de cuidar como es debido a quienes pagaban de sus ahorros los servicios para mitigar el peso de los años.
“La mortalidad en los centros para ancianos pone en cuestión un negocio que factura en España 4.500 millones y que había atraído al capital riesgo por su alta rentabilidad” (diario El País -3-5-2020)
Puede que más de un posible lector de este artículo se pregunte, qué significa el oficio de escribir y la lectura sobre la vida de los ancianos que mueren por circunstancias que flotan sospechosas entre muertos, vivos y por morir. Sencillamente que leer es un placer de buenas maneras que significa conocer y poder disfrutar, percibir, parte del transcurso de la historia y literatura de las civilizaciones de los pueblos. Y muchas de esas personas mayores fueron lectores que han perdido la vida en residencias bastante alejadas de sus obligaciones de cuidar como es debido a quienes pagaban de sus ahorros los servicios para mitigar el peso de los años, posiblemente leyendo y así combatir la soledad que amenaza a todos los mayores.
Todo un verdadero desafío. Baño de saber de siglo tras siglo, que ha sufrido persecuciones, presidio y muerte, escapar cuando ha sido posible, antes de ser condenados a la hoguera. El saber que ofrece, a la vez, de una muy grata compañía contra la soledad del ser humano, también la inyección que nos alimenta el espíritu crítico, el análisis de la sociedad vivida y la que vivimos. Cómo somos o podemos ser.
La lectura, a través de la historia, es una inquietante epopeya entre el bien y el mal, un pulso hacia un espacio vital, libre, para el desarrollo de la humanidad. La historia nos muestra maravillosos y trágicos ejemplos de los poderes absolutos. Esas dictaduras en el correr de los siglos, donde la intransigencia expuestas por los serviles y sin escrúpulos mandos desde arriba, que siempre han visto en el libro un enemigo. No conviene, pues, olvidar el severo índice, el feroz fanatismo de las religiones conservadoras, que lo son todas.
No es correcto considerar a la lectura, simplemente como un rutinario espacio de distracción, aunque sí es hermandad agradable frente a la soledad. Compañía y cobertura de toda existencia sensible, no solo como placer para elegidos. El tener un libro entre las manos, igualmente, es alimento para la mente y así no anquilosarse ni retroceder; poder sentirse motivado para colaborar en defender lo conseguido como una necesidad intelectual y social, esperanza por la que continuar reivindicando libertades y derechos humanos, así como la preservación del legado cultural heredado. La defensa de la persona ante los peligros de una globalización orientada y dirigida por intereses y beneficios concretos de la avaricia de poderes establecidos y sus premeditados y calculados programas de enajenación y mediocridad con la que pretenden tener enjaulada a la sociedad. Pan y circo siglo XXI.
Hoy, una sociedad inmersa en el mundo digital con sus dos caras: consumo y enajenación frente a cultura y desarrollo. El escaparate grandilocuente que representa la más estremecedora amenaza para los pueblos de verse envueltos por la manipulación de la acorazada potestad que poseen los grandes medios de comunicación. Capaces de embaucar a millones y millones de seres humanos, hasta sumirlos en la más ignorante y absoluta mediocridad en geografías desarrolladas donde la sociedad no vive bajo el terror del hambre, la miseria y la esclavitud, pero sí bajo el más libidinoso veneno de la ambigüedad. Son los nuevos métodos, con las mismas intenciones por parte del actual dominio del capital. Estamos ante una nueva Inquisición informática. Un nuevo modelo de Farenheit.
Aquí pues, el compromiso crítico del escritor frente a la displicente postura generacional, gobierne quien gobierne, inclinada hacia la cultura del libro siempre como furgón de cola ante esa ignorancia no se sabe si propia del género mandatario o meditación calculada del peligro que puede significar, para ellos, que se lea la historia verdadera y escritura literaria de calidad,. Adquirir una formación y criterio propio que le permita exclamar para sí mismo Leo, luego existo. Una actitud digna ante el engaño y la alienación.