Me repatean los niñitos y niñitas, o niñitas y niñitos que se muestran en las páginas de periódicos y revistas (sobre todo en las revistas mal llamadas del corazón) con los rostros borrados. Sí, me hablan de que si la ley de protección de yo no sé qué… Una gilipollez, oiga, una más de las que tan bien surtida está la sociedad que nos ha tocao vivir. El que la pueda vivir, porque según el panorama hacemos agua por casi todos los flancos. Claro que, si yo fuera como Gregory House, un “feo-guapo” (?), otro gallo me cantaría, sin duda. Y no que ando mendigando unos pocos euros para poder pasar una semanita en Torremolinos… Que no tengo derecho, me dicen. Naturalmente que tengo derecho. Derecho e izquierdo. ¿O es que no valen los cuarenta años de cotización que acumulo sobre mi pobrecito esqueleto? A lo que no hay derecho es que deba estar pendiente de una latita con ranura para poder darme medio chapuzón en las aguas de la Carihuela. Familia modelo, argumentan los mendas. ¡Pero si usted se casó con la bragueta abierta, compadre! ¡Braguetazo el que usted dio! Y ahora, a las apariencias.
Me da envidia el Sarkozy, qué quieres que te diga, y eso que ya está defenestrao. No logro comprender, aunque sí entender, cómo un individuo que se pone alzas en los zapatos y no sabemos si en otro sitio ha sido capaz de encandilar a la musa Carla, a la musa que mejor susurra una canción en francés (me acuerdo de mi amiga Birkin y al sombrajo se le caen todos los palos) ¡Ojo! Que los reyes de Suecia ya aceptaron, con todas sus consecuencias, incluyendo la de matrimonio, la relación que mantuvo el príncipe Carlos Felipe con Sofía Hellqvist. Hombre, es que Sofía era modelo, y ya se sabe que el mundo de las modelos tiene lechuga, tomate, cebolla, ajo, una pizca de sal, su chorreón de aceite y el vinagre. Vestidos los que desfilaron, mañana, tarde, noche y madrugada, en la bodita del simpático don Alberto, Alberto II de Mónaco, que todavía permanecen en mi recuerdo. Hoy, su princesa de los ojos tristes aparece como una muñeca destellante, según leo, porque se ha dado un retoque en los labios. Y en ello, una de las ex de Clooney declarando con la lengua fuera que “No hay nada más romántico que poder meter la ropa interior de tu pareja en la lavadora. Ése es el verdadero amor”
De todas maneras, donde se ponga la Moss que se quite el resto. Ahí la tienen: tres días celebrando la unión sentimental que mantuvo con un rockero en la verde pradera británica (cuentan que se desnudó para complacer a sus invitados) Soltó, cuentan también, solamente un millón de libras por todo el entramao. ¿Y qué? Si mi Kate Moss saca un millón de libras de debajo de las piedras cuando ella quiera… Pelusilla, pelusilla es lo que flota en el ambiente. Ya me lo advirtieron en casa: “No sé por qué te empeñas en sacar a relucir las debilidades, la opulencia o la miseria de los personajes o personajillos del corazón rosa, cuando lo tuyo es lo que late en el corazón del color de la sangre”. Ahí me dieron bien. Mas he de decir en mi descargo que mi hijo mayor es natural del planeta Marte y alberga la creencia de que en la Tierra todos somos iguales. Iguales –le digo yo- cuando defecamos e iguales cuando en posición horizontal oímos cómo crecen las jaramagos o el crepitar de las llamas, eso sí. Así que, ¿por qué no ocuparme, de vez en cuando, de “las alegrías” de quienes viven con los sonidos del otro corazón, del corazón rosa?