Los buenistas me repatean ya de tal manera, que soy incapaz de controlar mis emociones a través de semejante tamiz y suelto lo que tenga que soltar a bocajarro, con toda la desnudez que me asiste a estas alturas de la película; aunque para mí, que yo no hago otra cosa que expulsar los demonios que llevo dentro de la más natural de las formas. Que el que se pique que coma ajos, ¿verdad?
Hombre, es que se pone uno a leer determinados diarios o a ver la información que se ofrece desde las distintas cadenas de radio y televisión, y mejor que le traigan la soga del ahorcado. Porque no hay noticia que no tenga su correspondiente brochazo de cal. Más gruesa o menos gruesa, pero la manita de blanco que no falte y así se le hurta al lector o espectador la verdad absoluta del acontecimiento en cuestión.
Verdades hay muchas, mas una sola de ellas es la auténtica. ¿Cómo descifrarlas y llegar a la que es? Póngase las gafas progresivas, las de toda la vida, y acérquese con cautela a la solemne verbosidad del comunicador de turno. Observe su movimiento de manos y el cómo va acicalada su figura, las marcas que ostenta en el rostro, el orden o desorden de los papeles que tiene sobre la mesa, la posición del portátil, si se apoya o no en los codos…. Hablando de la tele, claro está.
Si oye la radio, esté atentísimo a si el locutor/locutora pone voz de ultratumba, engolada o aterciopelada, si expulsa alguna carcajada, si corta pronto la perorata y da paso a los anuncios musicales… Y si le echa un vistazo a algún diario de los que circulan por estos pagos, repare en los titulares y, sobre todo, en la denominada “letra pequeña” que es en donde se visten de blanco inmaculado estos seres que tanto pululan por nuestra piel de toro. Escudriñe entre esas parrafadas de “maestro” que quieren parecerse a las magistrales perlas de don Miguel de Cervantes Saavedra y verá lo que saca, amigo.
Por todo ello, tengan mucho cuidado cuando abran el ojo, afinen el oído o depositen el pulgar sobre las páginas. No todo es oro lo que reluce. No todo responde a la cruel realidad que padecemos los pobrecitos que habitamos en esta tierra resquebrajada de nombre España. Pues que apenas son unos pocos los que valientemente se oponen al servilismo oficial, negándose a ofrecer al pueblo en bandeja de plata los dogmas del que se asienta en la Moncloa, adláteres incluidos. Así que tengan cuidado, mucho cuidado, que en Córdoba y su provincia, sin ir más lejos, en Córdoba también los hay y a porrillo. Me refiero a los buenistas.