Hablar de política en este país parece que ha quedado postergado a unos pocos locos que viven en la inopia y que todavía no se han dado cuenta de que todo es mentira. Esta frase no es mía, podría ser la de cualquier lector o la de cualquier viandante que ahora mismo esté pasando por su calle. Está tan denostada la puñetera que incluso a mí mismo me da reparo sacarla como tema de conversación entre amigos. Pero qué le vamos a hacer si yo desde los catorce años llevo pendiente de la política porque me inculcaron que política deriva de polis y eso significa pueblo, y como yo siempre me he sentido muy del pueblo, pues dos y dos son cuatro.
Mucho se ha hablado y escrito de la situación actual, mucho se ha dicho sobre la necesidad de retomar el espíritu conciliador de la Transición, muchísimo se ha asegurado que nuestros políticos actuales no tienen el sentido de estado que tenían los de entonces y que su talla política anda bajo mínimos. Todo eso puede tener sentido viendo lo que vemos a diario. Han dado lugar a que el 26 de junio tengamos que volver a ir a votar, y eso me parece lamentable, aunque era previsible, pero no por el hecho en sí de ir al colegio electoral a echar la papeleta, sino porque esto ha supuesto que roto el bipartidismo no son capaces de englobar propuestas para llegar a un gobierno estable.
La derecha, significada claramente por el Partido Popular, sigue con la soberbia por bandera, algo que tampoco es de extrañar porque la historia así la muestra constantemente, y piensa que por haber obtenido más votos que los demás partidos debería gobernar. Dejémoslo ahí y me ahorro explicar que eso no tiene por qué ser así ni matemática, ni constitucionalmente. Pretende ignorar y que se ignore la corrupción galopante que existe dentro de ese mastodóntico imperio y no entiende que así no se le va a arrimar absolutamente nadie. Se dice que en España no existe la extrema derecha que tan peligrosamente fuerte resurge en algunos países de Europa, pero no es verdad. Dentro del PP convive una amalgama de ideales tan amplia que aparentemente pueden ocultarse los menos convenientes, pero de vez en cuando salen a la luz y no dejan lugar a dudas, entre ellos los de la derecha más profunda.
Así, resulta que está la derecha formalmente unida por un lado y la izquierda claramente dividida por otro, sin olvidar a Ciudadanos que nada en aguas que ante la difícil calificación podríamos convenir que ocupan el centro político. Y no piensen que me olvido de los nacionalismos, de esos los hay de los dos colores, tanto en Cataluña como en el País Vasco, en Galicia es de izquierdas y en Canarias se sitúa en el centro a verlas venir. Todo esto siendo muy esquemático, claro está, sin matizar porque me podría llevar a escribir el artículo en muchos actos. Pero sí es verdad que no debo olvidar que el PSOE, que ahora se viste de izquierda, ha buscado el centro político y no le han dolido prendas en decirlo. Ha gobernado muchos años con una política cicatera si de progresismo va la izquierda, aunque ya digo, dando algunas muestras de no olvidar sus raíces.
Total, que esto es lo que hay, es prácticamente igual que lo que había antes de la navidad pasada, si acaso reseñar que ahora la izquierda más izquierda parece que se ha unido un poquito, me refiero lógicamente a Podemos y a Izquierda Unida. Este enlace prematrimonial se supone que redundará en un mayor número de diputados para la flamante coalición, y así lo afirma una y otra vez el que lleva la coleta (no diré los pantalones que me tacharían de machista), y no sólo si ahora volvieran a tener el mismo número de votantes, eso es obvio, sino que además se le llena la boca de que van a aumentar en muchos más. Bueno, está por ver.
Al menos afirmaron que nos van a liberar de una campaña electoral tan intensa y costosa económicamente como la anterior, eso es lo que dicen, pero por lo que se ve muy poco va a variar, si acaso que vamos a ver menos carteles en las calles. No desperdician los espacios televisivos ni los que les ofrecen gratuitamente algunos medios de comunicación en internet, la maquinaria ya se puso en marcha y yo sigo viendo lo mismo que vi en otoño. Una precampaña de golpes de pecho, de qué buenos somos, de yo me merezco gobernar y de yo voy a ser íntegro, transparente y me voy a portar bien con la gente porque eso es lo único que me preocupa, el bienestar de mis conciudadanos. ¡Qué bonito!
Pronto habrá otro “habla pueblo, habla” y seguro que hablará, menos que en diciembre lo que supondrá más abstención, pero hablará y sólo el 26 de junio sabremos en qué términos. Antes tendremos encuestas de todos los sectores, como la de ayer de Metroscopia y la de Sigma dos que daban qué pensar por la ocupación del 2º puesto por los recién casados y el descenso del socialista Pedro Sánchez, pero ya veremos que al final habrá más giros y unas dirán que el panorama se vuelca para acá y otras para allá, habrá contradicciones que servirán sólo para llenar debates televisivos o radiofónicos, se discutirá por activa y por pasiva sobre si esta antesala está sirviendo de algo y si se estarán manipulando las encuestas.
No sé qué pasará el día de las elecciones, pero corremos el riesgo de quedarnos en una situación muy parecida a la anterior y eso nos situaría nuevamente a la deriva. Sería demasiada tortura soportar de nuevo la interminable ronda de reuniones estériles, no se nos olvide que son los mismos actores con la misma cantinela. No dudo en decir que lo peor de la política son los políticos que nos han tocado. Espero que no tengamos que arrepentirnos de no haber quemado todas las papeletas en la noche de San Juan.