Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Otoño convulso

Tiempos convulsos para una época del año donde parece que no pasa nada. Después de un verano largo llegó un otoño irreconocible, que al calor duradero ha sumado un calor político que espero no pase a la historia, o mejor dicho, que pase, sí, que pase y así nos aseguramos de que hay futuro para rato.

Y es que el futuro se cierne complejo con la llegada de un orate a la Casa Blanca. Nos guste o no eso es lo que hay, y sabemos que Estados Unidos es el país más poderoso del mundo, armado hasta los dientes y con un egocentrismo entre sus gentes fuera de toda duda. Esto en manos de Trump puede ser algo peligrosísimo para el resto del planeta, todos lo sabemos y preferimos pensar que somos exagerados y que luego sus acciones no serán ni la mitad que sus palabras mitineras. Ya veremos.

“Este tío nos mete en una tercera guerra mundial” es algo que se ha escuchado como un eco en todos los rincones. Desde luego no seré yo el que diga que no, todo es posible, incluso algunos piensan que con el tema de Siria o Irak se está viviendo ya esa guerra encubierta. Trump, que de amasar fortuna debe saber un rato, no está tan ducho en política internacional y su visceral sentido de la justicia nos puede llevar a una situación límite. Ese americanismo rancio que destila, quien pronto será presidente de los EEUU, no es esperanzador en modo alguno. Todo lo contrario, este tipo tiene todos los condimentos para que se pueda llegar a creer un Napoleón o un Hitler. Ojalá exagerara, pero quien ha seguido su campaña electoral por la prensa habrá adivinado que estamos ante un iluminado de la más estricta rama de la extrema derecha, y eso a mí me da grima.

Muchos son los hilos que mueven al mundo, algunos tan finos como resistentes, tanto que sin apreciarlos la gran mayoría son capaces de cambiar el rumbo de países enteros. Tampoco descubro nada nuevo, y hasta Trump lo sabe, pero como yo no veo en su actitud ninguna prudencia temo que, con su tijera de rico caprichoso y obnubilado por saberse presidente, pueda cortar algunos hilitos y desestabilizarnos a todos.

Por otro lado, en este otoño raro ha muerto el eterno comandante Fidel Castro; Cuba, que se empieza a abrir, seguro que está temerosa de que los americanos hayan decidido elegir al republicano ricachón como su presidente, y no va a estar Fidel para recordar a sus paisanos que mientras que existan los Trump debe de existir una Cuba pequeñita con su enorme corazón revolucionario.

Fidel Castro no puede ser recordado sólo por ser un viejo obstinado en permanecer aislado y rodeado por el monstruo enorme, dejando a la población cubana en condiciones paupérrimas y sin la posibilidad de que democráticamente puedan elegir su futuro. Hay que ser más justo y tirar de la memoria para recordar al valeroso combatiente contra el gigante yanqui. Él, Camilo o el Ché fueron baluartes de una época en la que EEUU trataba de “comprar” Sudamérica. Sólo el arrojo y la valentía de estos hombres y de todos sus seguidores consiguieron frenar a los norteamericanos, teniendo muy presente que Vietnam había colmado el vaso del intrusismo despiadado.

Hoy vivimos otros tiempos, sin duda, pero si a Fidel se le acusaba de dictador populista, que lo era, no menos populista es Trump, con la gran diferencia de que Fidel no es quien ha amenazado a los hispanos o a los africanos que residen en Norteamérica. Fidel no vivió con grandes lujos ni viajó por el mundo dándose la gran vida. No se sabe si amasó fortuna, lo que está claro es que él no la ha disfrutado de haberla tenido. Trump es todo lo contrario, lujo, poder, placer y delirios de grandeza. Fidel era grande en su isla, fuera era lo que cada cual quería pensar de él y eso poco le importaba.

Lo que a mí sí me importa y preocupa es que el legado de Fidel se vea en la imagen de Venezuela y de su impresentable presidente Maduro. No nos engañemos, Venezuela no es Cuba, ni Maduro o Chávez eran Fidel. Como el petróleo venezolano no es la caña de azúcar cubana, creo que se me entiende… Como el canto esperanzador de los músicos cubanos no es el discurso mareante de Pablo Iglesias; esto lo digo por traer a España el que se va a atribuir el legado del comandante.

Leía que la comunidad cubana de Miami celebró la muerte de Fidel, muy bien, eso está fantástico, muy humano y católico eso de alegrarse de la muerte de alguien por mucho daño que antaño ellos estimaran que les hiciera Fidel. Que mostraran indiferencia lo puedo comprender, pero celebrarlo me parece un acto ruin, teniendo en cuenta que Fidel ya no era quien regía Cuba y que la isla está cambiando hacia un aperturismo político, eso sí mesurado, como no puede ser de otra forma. Estaría por ver, y sería una situación rocambolesca, si Trump se atrincherara y les dijera a esos cubanos anticastristas que se vuelvan a su Cuba que él no los quiere en su tierra. ¡Ay, yo no descarto nada!

Visto lo visto, oído lo oído, yo me quedaría con mil Fideles antes que con un Trump.

Pronto llegará el último mes del año, las películas norteamericanas nos empacharán del falso espíritu navideño y en La Habana el son sabrosón no estará tan jubiloso como otrora. E irremediablemente el mundo gira y gira, dando ganas de decir aquello, atribuido a Groucho Marx, de “que se pare el mundo que yo me bajo”.

Pd- Hasta siempre, comandante.