Demasiadas personas suelen decir “yo creo que está bien”, “yo creo que conduce bien”, “yo creo que no ha tenido un error”, etc.; es decir, cualquier pensamiento lo basan en una estimación personal o en una radical o extrema “tendenciosidad de creencia” encerrada sólo en la subjetividad.
Pero eso choca con lo que significa y conlleva el pensamiento racional mismo, con ese apego responsable que se ha de tener a la realidad, sí, siempre porque cualquier respuesta a la realidad sea equilibrada. Desde ahí, un ser humano puede decir “yo creo que está lloviendo” o “yo pienso que llueve” (o “está lloviendo” simplemente).
Lo primero, se mire como se mire, es inseguridad de lo real (irresponsabilidad o desequilibrio) y, lo segundo, es manifestarlo tal como lo vives, sin excusas, o sea, vivirlo con el mínimo juicio y seguridad que todo requiere.
Además, el creer es como el adorar o como cualquier cerrazón-fanatismo, ahí no hace falta contrastar nada, ni realizar el básico juicio racional, ni siquiera la autocrítica (porque el que cree en algo, aun va a creerlo con uno u otro “porque sí”); por el contrario, el pensar ya está desligado de todo eso.
¡Claro!, se piensa en la silla… porque ya has visto la silla; se piensa en la tormenta… porque ya has vivido la tormenta; se piensa en una canción… porque ya has escuchado a la canción; se piensa en la democracia… simplemente porque estás en una real democracia (si tienes los pies en el suelo).
Y con derecho, por otra parte, puedes tú decir “¿por qué es silla?”, “¿por qué es tormenta?”, “¿por qué es canción?”, “¿por qué es democracia?”. ¡Por supuesto!, lo dices porque eso es el camino del pensar (y no del creer), el incansable hacerte preguntas y buscar sus respuestas… responsable o racionalmente.
Ya el pensar (en diferencia) es como el investigar, como el molestar o el toquetear a la realidad muchas veces, hasta tal punto que te rellenas (o te completas) más y más de realidad (y de responsabilidad).
El creer es sumisión-pasividad, resignación-aceptación; pero el pensar libre es siempre acción de búsqueda de salidas o de liberaciones, puesto que no crees ya hecha-perfecta la realidad, sino tú siempre la investigas para mejorarla o para “repararla” de errores.
Sí, el que cree en algo ya lo fija, lo determina idealizado o ya irreparable. Cree en “el más allá” y lo cree irreparable; cree en Dios y lo cree irreparable; cree en el bien de la humanidad y lo cree irreparable.
Hay por seguro en el creer siempre un involucionismo, una autodeterminación o una automanipulación concreta. Cuando tú crees en la creación, la ves ya intocable, incuestionable, irreparable, impensable, ¡tremendamente impensable! Cuando tú crees en “la condición humana” por igual, ya la ves que es “como es”, “como su madre la hizo”, en plenitud determinada, irreparable e… ¡impensable!
Cuando tú crees en un partido político, ¡recórcholis!, pasa igual, lo ves como venido de una “fuerza ideal” (de aquí o del más allá), y no lo ves como para fallarle, como para debilitarlo no creyéndolo hermosísimo-espectacular; es decir, no lo ves como para ser re-creado o re-pensado, sí, lo ves alineado todo él y ya, sus estructuras, las ves… ¡impensables!