Para comprender la situación política que vive España durante el último año nada mejor que recurrir a nuestro siglo XIX/inicios del XX y releer a Joaquín Costa -testigo directo del control social ejercido por la Oligarquía hispana a través del Caciquismo- o perderse en las páginas de historiadores que desde visiones ideológicas muy diferentes (Tussell, Luzón, Tuñón de Lara, Romero Maura... por citar algunos nombres de los más conocidos) nos trazan un aguafuerte impactante del Sistema canovista.
Salvando distancias cronológicas, avances tecnológicos y formas de vestir, si cerramos los ojos y sustituimos el coche de caballos de Romero Robledo por el Jaguar -regalo de la Gürtel – aparcado en la cochera de Ana Mato, los manuscritos que le sirven al conde de Romanones para blanquear reflexiones y recuerdos por los SMS tipo “ Luis lo entiendo:Sé fuerte.Mañana te llamaré” o la frase atribuida al agonizante Alfonso XII “Cristinita,…guarda el coño, y ya sabes, de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas” por el rostro compungido de un rey emérito mientras pronuncia un “ Lo siento mucho. Me he equivocado y no volverá a ocurrir”, nos asaltan parecidos más que razonables entre la Restauración alfonsina y la Restauración juancarlista hoy heredada por Felipe VI.
Los pilares que sostienen la superchería continúan siendo los mismos. En vanguardia el sometimiento que introduce en una sociedad la desigualdad económica y precariedad laboral cuando la capacidad de dar trabajo la concentran pocos actores. A eso se le llama clientelismo, ese poder tentacular que tan bien sintetizan el castizo “Dame pan y dime tonto”o el gongoriano “Ande yo caliente”, meras actualizaciones del “Pan y circo” romano.
Porque lo ocurrido el sábado 29 con el nombramiento de Rajoy presidente es la expresión práctica de una voluntad: la del Sistema, dueño indiscutible del cortijo español. Hidra de múltiples cabezas (una vez se manifiesta como presidente de multinacional, otra accionista de banco, otra dueño de cadena de grandes almacenes y supermercados...).En esta ocasión la aritmética parlamentaria le impidió urdir la representación tradicional – dos manijeros del Bipartito turnándose en falsa disputa para defender sus privilegios – y se ha visto obligado a ordenar con luz y taquígrafos a su fiel peón PSOE que ayude al capataz PP ( para los descreídos recomiendo la entrevista en “ Salvados “ a Pedro Sánchez).Y ya se sabe que estas situaciones de sometimiento y escarnio público deslucen mucho cuando se hacen en audiencia pública y no se ejecutan , como dicta el decoro burgués, entre bambalinas.Máxime cuando los espectadores esperaban ver a un PSOE haciendo ascos a la hora de beber un cáliz amargo y se encontraron con disciplinados felipistas apurando las heces mientras se relamen con la infamia perpetrada. Porque el problema no lo causan 15 parlamentarios fieles a sus votantes manteniendo el “no es no” sino el resto que obedece sumiso, se quita la careta, consiente que le pasen la mano por el lomo “gaviotos” y “naranjitos” y aúpa al Gobierno a la derecha más retrógrada de Europa para luego como niños acobardados ante el estropicio causado por su travesura pregonar un “ yo no he sido” ( aunque las miles de manifestantes reunidas en Sol lo tengan claro y griten, señalando a la muñidora “ No nos gustaría ser Susana Díaz”).Mientras tanto nosotros a lo nuestro. Una vez que el PSOE ha mostrado qué partido era el dueño real de la “pinza” capaz de entregar el Poder a la derecha y nos ha permitido constatar empíricamente lo acertado de la teoría de las dos orillas, esa que otrora nos costó tantas descalificaciones.
Recuperemos las raíces: en Política se es lo que se hace, no lo que dices (traducción: programa, programa, programa). Ya está bien de aguantar la brasa de una organización políticamente bipolar, experta en decir una cosa para terminar haciendo lo contrario. Esperemos que la última jugarreta haya traído también la liberación mental de quienes desde la Izquierda teóricamente alternativa siempre han lampado por mantener su acción política subordinada a las necesidades del PSOE en lugar de poner en pie una propia.
Las condiciones para articular un contrapoder ciudadano son las mejores desde 1977.Tenemos mimbres y músculo. También capacidad numérica para que a los impostores les duela la cabeza. Por ejemplo, pasando a la ofensiva y presentando una batería de propuestas parlamentarias para que se deroguen engendros como la LOMCE, ley Mordaza, estabilidad presupuestaria... Obligando a los “por imperativo me abstengo” a retratarse. Y a que el jefe naranja enseñe la patita y demuestre su autonomía ante el IBEX 35. Es una política de gestos que deben combinarse con la doble acción en calle e instituciones.
Nos viene encima un nuevo recorte de miles de millones ordenado por la Comisión Europea. Un obsceno y pornográfico “control parental económico”. Y todo indica que la Gran Coalición puesta en pie el sábado con la ayuda entusiasta del partido “Cuñadísimos” van a decir el tradicional “amén”.
Vuelvo a los clásicos para darle la razón a mi paisano, el escritor decimonónico Juan Valera, cuando su personaje D.Acisclo subrayaba en “Doña Luz” “Aspiro al poder.El poder es complemento del dinero.Quiero ser hombre político, personaje influyente, dueño de este distrito electoral…”. Encarna a la Oligarquía de siempre, llámese Acisclo o Juan Luis, Felipe o César, la que mueve en todas las épocas los hilos hasta propiciar el escenario más favorable a sus intereses.
Es en los momentos de crisis- como bien subrayaba Gramsci - donde todos los aparatos de reproducción ideológica o de dominación política experimentan profundas alteraciones cuando podemos agrietar mejor al Sistema. Cohesionando a la mayoría social con acciones y propuestas comunes.
Dejando claro un axioma: Si las instituciones no están al servicio de la Ciudadanía, ¿para qué sirven?