Enrique Bellido Muñoz
Una vez confirmados los rumores de renuncia de su acta de concejal de la actual alcaldesa en funciones de Cabra, Dolores Villatoro y quien lo es en Lucena, José Luís Bergillos, cabe preguntarse qué motivos reales llevan a que en sólo unos días se pase de aspirar a ser representante de los ciudadanos –lo de alcalde entra ya en el juego de las mayorías, más difícil de conseguir- a renunciar a serlo una vez que los electores le han entregado su confianza.
Ha sucedido, también, en Córdoba capital, donde Andrés Ocaña deja su sillón municipal en Capitulares, y, con marcha atrás, no sé si definitiva o no, iba a serlo en Baena, municipio en el que Luís Moreno ha ostentado la alcaldía durante varios mandatos y a cuya representación municipal dijo renunciar, en un principio, para dedicar la mayor parte de su tiempo a sus nietos.
Lo sucedido en Córdoba tiene una lógica explicación. La importante derrota sufrida por IU, no tan sólo a manos del P.P., que es quien obtiene la mayoría absoluta, sino, fundamentalmente, entregando una parte importante de sus votantes a Unión Cordobesa, el partido liderado por el empresario Rafael Gómez, obligaba moralmente al hasta ahora alcalde cordobés a no recoger su acta de concejal, en una expresión, entiendo que digna, de lo que debe representar asumir la derrota cuando durante tantos años se ha pertenecido a una corporación municipal.
En el caso de la alcaldesa de Cabra, la derrota no ha sido de tal magnitud pero sí que se ha producido en unas circunstancias muy especiales según las cuáles la alcaldía pasará a manos del Partido Popular, algo que no había sucedido hasta ahora, lo que tras parece ser que una mala gestión económica, la pondría en una situación incómoda como portavoz de los socialistas.
Su compañero de gobierno, y buen amigo mío, Manolo Carnerero, escribía el otro día que se había planteado dimitir pero que finalmente asumía su responsabilidad manteniéndose en el cargo.
Ella ha optado por abandonar la política, después de haber conocido, así mismo, las mieles de la Diputación, posiblemente movida por facilitar una renovación en el PSOE egabrense que desde los tiempos del desaparecido Juan Muñoz, allá por la primera mitad de los años ochenta, no ha conocido de mayorías absolutas.
Como cualquier decisión que en este sentido se adopte no cabe sino respetarla, ello sin eludir que en el ejercicio de todo cargo público no queda liberada nuestra responsabilidad por el simple hecho de abandonarlo, sino que, en positivo o en negativo, incluso sin cargas jurídicas de ningún tipo, ella siempre nos acompañará y marcará el currículo histórico de todos aquellos que en algún momento optamos a representar a los intereses de la ciudadanía desde el ejercicio de la tarea pública.
Los otros dos casos a los que me refiero –se han producido multitud de ellos en todo el territorio nacional- presentan matices bien distintos.
El de Bergillos, parece ser que nace de la intención de Izquierda Unida de apoyar a un gobierno del PSOE, aún no habiendo este conseguido la victoria en las urnas, a cambio de imponer la figura del alcalde de la Corporación que, en este caso, no coincidiría con la del actual regidor socialista.
Hasta ahora parece que los pactos, los intercambios de sillones –y sueldos y poderes municipales- se realizaban en base a programas -¿recuerdan aquello de “programa, programa y programa”?-.
Los tiempos han cambiado y del programa hemos pasado a las personas, a las filias y fobias locales, estableciéndose las prioridades en torno a la figura del alcalde más que en relación a las propuestas de gobierno y las afinidades que pudieran establecerse en torno a ellas.
Debe ser muy duro que unos concejales renuncien a apoyar a sus propios representantes, a cumplir con el mandato de sus votantes, para entregar en el pleno de constitución del Ayuntamiento su voto en manos de uno de sus oponentes políticos, precisamente de aquél con el que compiten por ganar el apoyo de la izquierda.
Pero puede que se mitigue algo esa dureza o se intente maquillar ante los electores el rubor que debiera producirles a algunos, vistiendo como de victoria el hecho de conseguir un cambio de alcalde.
Desconozco que harán finalmente, si Bergillos cederá a cambio de algún favor de su partido o si las bases de Izquierda Unida exigirán de sus representantes la coherencia debida.
Todo puede suceder con una ley electoral que permite legalmente este tipo de enjuagues.
Y en cuanto a Luís Moreno, que quieren que les diga. Si no deseaba dejar su puesto tras no conseguir la mayoría absoluta en otras ocasiones alcanzada, carece de sentido que hiciese expresión de lo contrario.
Es a su partido a quien le corresponde gobernar con la mayoría simple obtenida, e IU no debiera decantarse por apoyar a la candidata del Partido Popular por el hecho de que Moreno incumpla su palabra. Nuestra democracia debió dejar de representar un juego para algunos hace ya muchos años.
Cada cual debe arrastrar sus propias incongruencias y cada pueblo soportar sus propias decisiones y en el caso de Baena parece existir más de una incongruencia y una sola decisión, que se adoptó el 22M.
Enrique Bellido Muñoz
Exsenador del PP y miembro del consejo asesor del PP-A
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