Una amiga mía polaca con la que hablaba hace meses sobre la política española no entendía nada de lo que pasa en este país, y particularmente sobre la tendencia cainita de la izquierda, no limitada a tener y defender ideas distintas a sus opuestos políticos, sino proclive a pasar a las manos sin causa ni motivo.
Todos sabemos que Podemos nació como cristalización de una gran masa de indignados frente a lo que ellos llamaban "la casta", palabra que desde que accedieron a unas cuantas cuotas de poder en ayuntamientos y comunidades autónomas, han eliminado drásticamente de su diccionario.
Su salto a la fama tuvo lugar con las elecciones europeas de 2014. Su programa se resumía solo en una palabra: "Indignación". Con ese programa y esos resultados fueron creciendo en intención de voto durante los siguientes meses. En diciembre de 2014 Pablo Iglesias manifestó que no se presentarían a las municipales, pues su objetivo eran las generales.
Pero cometieron un error de impaciencia: Se presentaron a las autonómicas andaluzas de marzo de 2015. Obtuvieron un buen resultado, aunque lo esperaban mejor. Y enseguida, el dilema ¿Presentarse a las locales o no? Y cuan jugador de póquer que no sabe plantarse, apostaron más. No les fue nada mal, pero a un alto precio: desde mayo, ellos son también "la casta". Y con el poder empezaron los pactos, los compromisos, el disfrute del dinero público, los sueldos, las dietas, los abusos de autoridad, las desviaciones de poder y eventualmente las prevaricaciones. La segunda parte de todo esto, es decir, las responsabilidades penales, las inhabilitaciones y la cárcel, es algo que todavía no ha dado tiempo a que llegue, pero sin duda llegará, todo llegará.
Pero sobre todo, el "error" más grave derivado de la impaciencia de Pablo Iglesias es que han brindado al pueblo español la posibilidad de darse cuenta, en el próximo diciembre, cuando lleguen las generales, de quienes son los de Podemos. En el pasado mes de mayo el pueblo español tuvo la oportunidad de demostrar que es tonto, pero en diciembre va a tener la oportunidad de demostrar que no lo es tanto, porque antes de mayo, a los de Podemos se les veía poco el plumero, pero desde mayo en adelante se les está viendo bastante bien.
Aparate de demostrar en estos meses una incapacidad absoluta para gobernar, una inexistencia de programa y una ausencia completa de ideas en el cerebro, los chicos de Pablo Iglesias -y él mismo- vienen apuntando desde hace meses maneras propias de matones y nazis, más que de políticos. Véase, por ejemplo, el concejal Zapata de Madrid y sus métodos para meter 600 judíos en un Seat 600, o el respeto a la libertad de religión de su compañera concejala Rita Maestre.
Aunque parece que no se quedan en simples palabras, pues el pasado día 25 de agosto, al salir de su casa, la presidenta de VOX-Cuenca, al grito de "fascista", recibió una monumental paliza de parte de tres seguidores de Podemos. Cualquiera que vea las fotografías de esta chica -de solo 18 años, incapaz de hacer nada malo a nadie- se podrá hacer una idea de la cantidad de serrín que hay en el interior del cráneo de estos tipos.
Pero lo que sobre todo se percibe ante una acción como esta es que para los de Podemos ya ha llegado el momento de la violencia; ya se ha pasado el tiempo de las promesas de Pablo Iglesias de partir la cara a quienes él considera "fachas"; ha llegado en momento de agredir -o matar- a quien no piense como ellos. Así empezó su ídolo Hugo Chávez, y ya van por 25.000 los fallecidos anualmente en Venezuela por muerte violenta. Y estos de Podemos son los mismos. La izquierda cainita empieza a pasar a las manos en España.
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