Con el tiempo se va poniendo a Franco en su sitio. Por ejemplo, ya se distingue entre Franco y el franquismo y ya parece que empieza a haber mucha gente de vuelta en eso de colgar a Franco la culpa de todo lo que ha pasado en este país desde el neolítico para acá. El tiempo va moderando los juicios y los hace más juiciosos. También Azaña y Alcalá Zamora hubo un tiempo en el que se les creía la misma cosa y ahora ya se ve que cada cual era hijo de su padre y de su madre. Asimismo ahora que sufrimos en nuestras carnes el zarpazo del régimen político corrupto que tenemos—que nos hemos dado—volvemos la vista a otras épocas y no podemos por menos de reconocer que en la época de Franco tampoco se vivía tan mal.
Para decir todo lo que acabo de decir, hay que ser, de todas formas, algo desacomplejado y disfrutar de cierto espíritu de libertad, el suficiente como para que a uno le importe un pimiento el qué dirán, esto es, carecer de ataduras ideológicas que impiden pensar.
Aquellos a quienes nos sucede esto último tenemos la ventaja de poder conversar con personas inteligentes, coincidan o no con nuestras ideas políticas.
Es lo que me pasó el otro día hablando con Daniel, un amigo mío que creo que es rojo, y con quien me entiendo perfectamente, aunque yo sea liberal de derechas. Cuando se piensa con libertad, cabe la crítica, porque esta es inteligente, no sectaria, y se admiten los errores de unos y otros, sean del signo que sean.
Es evidente que la falta de libertad de religión del régimen de Franco hizo mucho mal a las conciencias de las personas y sobre todo a la religión católica, aunque parezca lo contrario, pues imponerla como religión oficial supuso una violencia sobre las personas y un descrédito sobre dicha religión.
De todas formas, que nadie se escandalice: durante toda la historia siempre se ha impuesto la religión al pueblo, siempre se ha violentado su libertad de esa manera. Es más, como sostiene Christopher Dawson, son las religiones las que han creado las culturas, y no al revés. Desde la antigüedad hasta casi hoy día, cada pueblo ha tenido su religión oficial. Incluso hoy día, la gran mayoría de los Estados son confesionales, y no solo me refiero a los islámicos; El Reino Unido, nada sospechoso de no respetar la libertad, es confesional siendo su religión la anglicana, manifestándose esto, entre otras cosas, en la prohibición de que el primer ministro británico tenga otra religión distinta de esta, así como que la cabeza suprema de la iglesia anglicana es la reina de Inglaterra.
Sin embargo, en España somos constitucionalmente un país aconfesional, aunque debido a la supina incultura de tanto cafre, hay una gran cantidad de españoles que no saben qué es eso de la aconfesionalidad y la confunden con la irreligiosidad o la antirreligiosidad, pero eso llevaría largo espacio ser explicado.
Estamos, pues, en un Estado aconfesional. Sin embargo, por lo que veíamos mi amigo Daniel y yo el otro día, eso no es más que un postureo que puede molar más o menos, pero que no responde a los hechos, porque en España hay una nueva religión. En los demás países puede que algo de esto haya también en cierta medida, pero en España sí se da. Y es una religión con su moral, con sus mandamientos, con su fe; pero de otra manera. ¿Cómo se vertebra esa nueva religión? Haría falta un estudio profundo del que aquí solo voy a esbozar unos breves apuntes.
Lo principal de la nueva religión que se practica en España es evitar hablar de Dios. En nuestra sociedad nos irá mejor si no mencionamos a Dios para nada; se nos abrirán muchas puertas, de la misma manera que antaño se abrían muchas puertas si se disponía de partida de bautismo. En la nueva religión lo recomendable es un ateísmo práctico, no significarse religiosamente.
Otra característica de la nueva religión es la de que hay que ser postmoderno, esto es, gente de pensamiento débil, “moderado”, partidario del discurso más que de la verdad; no defender nunca la verdad porque entonces le pueden llamar a uno “fascista”, que es palabra sinónima de “demonio”: los demonios de la religión cristiana son los fascistas de la nueva religión. Hay que huir del demonio. Todo menos ser fascistas.
Para practicar satisfactoriamente la nueva religión es preciso no destacarse en determinados usos sociales. Por ejemplo, debe uno ser aficionado al fútbol y asimismo ser antitaurino. Debe uno ser ecologista, ser antitabaco y procurar no hablar del aborto, tanto si se está a favor como en contra. En cuanto a las cifras de abortos y las consecuencias psicológicas en las mujeres que los han practicado, lo que hay que hacer es no comentar ni hacer nada, sino mirar para otra parte.
Otra característica de la nueva religión es dar como algo inevitable el fracaso tan demoledor de la institución matrimonial que ha llevado a que en nuestro país el 55% de los matrimonios han fracasado. Es inevitable, es la fuerza del destino.
Me comentaba hace poco un amigo mío psiquiatra que a pesar de que, desde el 17 de mayo de 1990, la OMS ha descatalogado la homosexualidad como enfermedad, la realidad es que cuando se reúne con sus compañeros psiquiatras en distintos congresos profesionales, todos coinciden en sostener que cada vez son más los homosexuales que llaman a sus consultas buscando curarse, lo cual va en contra de la nueva religión que sostiene que la homosexualidad es una opción dentro de la ideología de género, la cual fue calificada por Benedicto XVI hace años como “la última rebeldía del hombre contra Dios”. ¡Qué carca era Benedicto XVI!
Los que profesan la nueva religión deben ser también feministas, que no quiere decir que valoren la dignidad y los valores intrínsecos de la mujer, sino que profesan el feminismo como ideología, lo mismo que otros son madridistas o sevillistas, en vez de madrileños o sevillanos. El feminismo como ideología fanática es un signo inequívoco de la nueva religión.
La nueva religión valora en mucho los festejos del terruño, esto es, de la comunidad autónoma, del propio pueblo, del barrio, y siempre con dinero público. A la vez, la nueva religión recibe las consignas globalizadoras a través de la televisión. Un buen practicante de la nueva religión ve la televisión por lo menos diariamente dos o tres horas, e interioriza en su alma cuanto ha visto hasta troquelar su voluntad.
El panorama de la nueva religión se completa con la doctrina moral, que no es otra que la práctica de la corrupción, en la que el Lazarillo de Tormes constituye el bachillerato, mientras que el doctorado se adquiere en Sevilla, esto es, con Rinconete y Cortadillo. En la nueva religión todos en su interior quieren ser corruptos. La única diferencia está entre quienes ya lo han logrado y quienes no han tenido todavía la oportunidad de lograrlo.
Comentarios
Magnifico articulo. Aunque
Magnifico articulo. Aunque un poco largo, creo que te quedaste corto.
A pesar de que la mayoría de
A pesar de que la mayoría de las cosas que dice, por no decir todas, son barbaridades propias de alguien que no ha sabido o no ha querido adaptarse a los nuevos tiempos, escribe usted muy bien.
Páginas
Añadir nuevo comentario