No se si a ustedes os pasará lo mismo, pero a mi cada día me atrae menos el fútbol.
Uno de los causantes de este cansancio balompédico lo tiene, como en casi todo en esta vida, el dinero. Porque para hacer un buen equipo, para lograr títulos, para alcanzar objetivos no hace falta como antaño una masa social fuerte detrás, una buena gestión o un grupo de futbolistas que sientan los colores de una camiseta. Lo único que hace falta es dinero. Así de cruel es la realidad. Sino que le pregunten en los últimos años a Paris Saint-Germain, Manchester City o incluso Chelsea.
La teoría es muy sencilla. Gente que llega, aporta capital y pone los clubes patas arriba sin importarle lo más mínimo la identidad y los valores históricos de dicho equipo. Es más, me atrevería a decir que a la mayoría de estos nuevos ‘presidentes’ ni siquiera les importa el fútbol ni saben las reglas del juego.
Y es que como ocurre en la sociedad, la brecha entre ricos y pobres cada día se acentúa más en este deporte. El problema es que las propias instituciones propician que esta diferencia se siga acrecentando temporada tras temporada. Porque finalmente quién manda, como siempre, es quién mueve el dinero, quedando relegado el aspecto deportivo, como mínimo, a un segundo plano.
Pero si hay algo que de verdad me molesta en el fútbol no es ya el hecho de que se haya vuelto dicotómico, que todo sea blanco o negro, Barcelona o Real Madrid, Cristiano Ronaldo o Messi. A ello ya me he acostumbrado y lo veo casi normal. Lo verdaderamente irritante es tener que ver jornada tras jornada, temporada tras temporada, a ex futbolistas o ex entrenadores comentando partidos en televisión o en radio.
A día de hoy, yo no he visto a ningún camarero operando a corazón abierto. Tampoco a un cocinero diseñando un edificio o un albañil dando clases en la Universidad. Digo camarero, cocinero o albañil como podría decir cualquier otra profesión.
Me pregunto: ¿Por qué en el periodismo tiene cabida todo el mundo? ¿Por qué el intrusismo laboral es algo cotidiano en nuestro campo profesional? ¿Acaso no hay profesionales de la comunicación más capacitados que ‘Guti’ (por poner un ejemplo) para comentar o retransmitir un partido de fútbol? Son muchas las preguntas pero aún más respuestas e interpretaciones dependiendo del prisma con el que se mire.
No les echo la culpa a esos ex futbolistas o ex entrenadores que aceptan estas jugosas ofertas de reinventarse sin pasar por la Facultad de Comunicación, sino a los medios que promueven y llevan a cabo dichas prácticas a sabiendas de que están echando tierra sobre su propio tejado.