"Mi infancia son recuerdos" de la percepción de los Chemise Lacoste y los croissants como claros símbolos de la sociedad clasista. Sí, si, no os riais. A mis 15 años ansiaba un "cocodrilo" de cuello vuelto y este originario dulce francés a la plancha con mantequilla y mermelada de fresa. Pero entonces eran caros. Las grandes superficies no habían popularizado y socializado el croissant como bollería del pueblo y era un oscuro objeto del deseo que me hacía relamerme al verlo en cafeterías y al mismo tiempo crearme conciencia de familia del proletariado explotado. En casa estábamos abonados a las magdalenas caseras y a los agnósticos pestiños semanasanteros.
También al "Diario Córdoba". La deslocalización no había llegado y los subsaharianos mantas no ofrecían marcas falsas ni imitaciones de Lacoste, Fred Perry, Brudberry. Esto ha hecho que el pijerío abandone esas marcas para no confundirse con el populacho. ¿Cómo un chavalote de Serrano o Princesa va a llevar un polo con la misma etiqueta, falsa o no, que el ciudadano vallecano o de Orcasitas? Entonces Nike ni había nacido y Florentino hacía oposiciones de marchante de camisetas del Real Madrid. De ahí, no os riais, que para mí el marxismo lo asumí vía croissant. Con el tiempo aprendí que eran símbolos de la lucha de clases. Yo con mi camisetilla sin logo de luxe y magdalena común, el otro, el pijo, con cocodrilo y croissant burgués. Desde que el Roig comercializó la bolsa de 25 croissant como marca blanca de Mercadona y por ende, accesible a obreros mileuristas, el dulce galo ya no es lo que era. Ha sido todo un delito de lesa patria y un atentado a la burguesía. El lujo de repostería ya es un patrimonio de toda la humanidad. Un avance de la sociedad del Bienestar Social que iguala a la hora del yantar matutino a parados con ingenieros, a inmigrantes con aristócratas- Los pobres también comen croissants.
Ahora, rememorando y parafraseando al Felipe González de su mejor época, reivindico el grito de que "Hay que ser zaristas -de Zara de Amancio Ortega, claro- antes que marxistas"!!!.
De ahí el valor que ahora le doy a mi desayuno dominical. Cada café es como un asalto a la Bastilla, una toma del Palacio de Invierno, una bajada de Sierra Maestra, un asaltar el cielo por consenso o una sentada a la Puerta del Sol con espíritu 15.M, una victoria contracorriente en un congreso federal del PSOE...
Supone además un momento de tranquilidad, relax y sosiego. Madrugo los domingos por ese placer del "Desayuno con diamantes". Unas piedras preciosas que son el café, el croissant y el periódico recién sacado del horno.
A veces pienso en suprimir la bollería dominical... esos kilos de más! Pero luego mi espíritu "rebelde sin causa" tipo "James Dean tiraba piedras a una casa blanca, entonces te besé", se alza y le dice al cerebelo cognitivo ¿¡qué parte del No no has entendido, Valenzuela!? ¿Es que a esta altura de mi vida no me puedo vengar de mi infancia huérfana de bollería francesa? Cerebro, cerebelo y bulbo sucumben ante mi imperativo y autoritario ¡No es No! Y dicho esto, la primera reflexchorrada del domingo, me zampo el croissant como un acto de justicia social atrasada y un ajuste con la historia.
¡Sí es sí! y "Sí se puede comer croissant sin aburguesarme ni traicionar mis ideas".
PD: Tras el madrugón y el asalto en Moscú, Cuba, París y Puerta del Sol, no es extraño que esté cansado. Debería de sustituir el croissant por la tostada con aceite de oliva Virgen Extra diaria. Agota menos.