Cayetana Correa Delgado

 Suele ser lo habitual entender una cuestión artificial y leve como algo inamovible y pesado, como el tiempo, que no deja de ser la distancia entre las cosas, es decir, no deja de ser un convencionalismo absurdo, circular en los romanos y lineal después de Cristo.

Algo parecido ocurre con el espacio, un engaño colectivo para no perdernos en el vacío terrorífico de un mapa. Coordenadas y líneas imaginarias que no sólo lograrán ubicarnos, sino que nos harán hijos de un lugar, una región, una idiosincrasia y una cultura que marcará la diferencia con las vecinas fronteras.

Podríamos hablar de un Sur Imaginario, norte africano por un lado, oriental para los vecinos Lusos.

No quiero caer en el chovinismo absurdo de mi querida Rafaela Carra, porque  ni para hacer bien el amor hay que venir al sur ni en el sur se pasa mejor, aunque sí que sigo teniéndole miedo a los Bárbaros del norte de Luis Racionero.

Sin embargo da lo mismo, como casi todo, es decir, a menudo uno tiene más que ver con su vecino del 5º que con su primo hermano,  porque la sangre, que no está mal, no es ni mucho menos suficiente; y la ubicación geográfica, oscilante según desde dónde estemos mirando la Rosa de los Vientos, evidentemente, tampoco.

La identidad es un término complejo, pero suele estar relacionada con cuestiones mundanas y primitivas: olores, sabores, modos de hacer… Uno suele sentirse más identificado con personas que escuchan la misma música y van a los mismos bares que con los que comparten un pasado común. Un ensayo muy interesante de Amin Maloouf (Principe de Asturias de las Letras 2010) habla de ello en  las pocas páginas de Identidades Asesinas.

A fin de cuentas, digamos, no importan las tres dimensiones Reales, porque todo lo que se inscribe en nuestro Imaginario colectivo no deja de ser una sensación Subjetiva de aquello que hemos podido hacer con lo que se nos ha dado generacionalmente. Digamos que la ubicación, el sur, es algo que está dentro y que tiene mil  maneras diferentes de ser.

Pero hay algo que se evidencia desde su significante, el sur está abajo “cerca de las raíces” (M.Benedetti), y si nos ponemos más psicoanalíticos, podríamos ver como remite a la base, a lo primero, al lugar inicial que pisamos para avistar el norte, y no perderlo.

Así, que por muy postmoderno que se sea, seguimos llevando a los amigos extranjeros a tomar una caña con salmorejo de tapa, sonreímos, suspiramos y esperamos que en la cara del otro se descubra ese sur que hace de armazón del resto de la estructura.

Cayetana Correa DelgadoPsicóloga y psicoanalista