Siento que se dupliquen los temas de los artículos de surdecordoba.com, pero en esta ocasión Enrique Bellido ha sido más rápido de teclado y se me ha adelantado al hablar de la dimisión de Manolo Carnerero. No obstante, y para tranquilidad del lector, mis palabras van a tener un poso común con las suyas porque hay perogrulladas, y otro poso totalmente diferente.
Sería absurdo no comenzar diciendo lo que muchos saben, que mi amistad con Manolo viene de muy largo y que no es una simple amistad, es de las de verdad. De ahí que cueste pensar que mis palabras van a ser objetivas y que nacen del pensamiento razonado y no de un corazón partido como hoy es el mío al hablar de él.
Si algo destacaría de este querido amigo es su humildad, llevada per se tanto en su vida personal como en la política. Humilde su familia, pero más aún, entrañable, siempre ha llevado a gala que el cabeza de la misma tuviera que emigrar anualmente a Francia para pasar larguísimas temporadas lejos de los suyos. Recuerdo aquellos momentos de nuestra adolescencia y todavía se me pone el vello de punta viendo la cara de tristeza en la cara de mi amigo y la desesperación de quienes estábamos a su lado intentando animarlo. No digo yo que de ahí naciera su ideología izquierdista, pero sí siento e intuyo que mucho tuvo que ver en sus pensamientos sobre igualdad, progreso, libertad, dignidad, oportunidad, orgullo, lucha, etc., etc., valores por los que ha luchado y ha dado la cara en toda su trayectoria pública.
Siendo bastante joven decidió meterse de lleno en la vida política dentro de Izquierda Unida cuando ésta se creó, yo viví ese tiempo algo alejado de sus intenciones y con la mente puesta en mi futuro personal. Digo esto no por hablar de mí, sino por dejar claro que él siempre ha tenido una obsesión con el servicio público, con volcarse por los demás y tratar de mejorar lo que había alrededor de quienes lo buscaban, llegando, pienso que erróneamente, a pensar muy poco en él. No llegó a la política para servirse de ella, llegó para servir y eso es lo que ha hecho en su periplo como concejal. Ahí está su gran valía, nadie podrá decir en ningún círculo que Manolo Carnerero ha sido un interesado y que ha estado en política para su beneficio personal ni de ningún familiar. Claro que eso no se dice ante micrófono de casi nadie, ya sabemos lo de lo políticamente correcto, pero es que tampoco en este caso se dirá fuera de micro, y si alguien osara decirlo que lo demuestre si es capaz o que se retuerza en su mentirosa miseria.
Lector impenitente se ha hecho a sí mismo fuera de academias y títulos. Esto queda muy bien, por ejemplo, en estas líneas, pero yo se lo he reprochado en más de una ocasión, ya que para trabajar sabemos que lo que valen son los papeles. Manolo podría haber acabado la carrera de Derecho que empezó por poco que le gustara, o podría haber estudiado Ciencias Políticas que sí le tiraba, y podría haberse licenciado en Filología inglesa si le hubiera dado la gana porque facultades le sobraban, pero no, por unas cosas y por otras que no vienen al caso (o no quiero que vengan) se quedó sin reconocimientos académicos que le hubieran asegurado un futuro profesional. Y todo porque se volcó en la política local y en el bien colectivo. Ahora se hablará mucho de él y bien, estoy seguro, pero será eso lo único que se lleve, reconocimientos como el de Ciudadano Honorario y muchos golpecitos en la espalda acompañados de palabras gratas sin duda merecidos. Como yo le decía, después de la política qué, no todo es política.
Viendo a los dirigentes de IU a nivel provincial o autonómico, incluso nacional, Manolo podría haber optado a ser algo más en política, cuántos han dicho eso, sin embargo nunca ha sucedido así. Su circunscripción a Cabra y el compromiso adquirido con sus votantes se ve que pudo más, su responsabilidad como el líder de su grupo en nuestro pueblo estuvo por encima de escaladas políticas y, sin duda, el ser como es le pesaba como una losa y le creaba la incertidumbre de tener o no las tragaderas necesarias para soportar las decisiones a otro nivel político.
Por más que le pese, pienso que ha sido mejor como opositor que como gobernante, también es verdad que ha ejercido lo primero más que lo segundo, y que lo segundo lo hizo en coalición con un PSOE que se equivocó demasiado y que lo arrastró a él y a los suyos al fracaso electoral. Pero no es tampoco cuestión de hacer ahora valoraciones sobre eso, él debió tener su parte de culpa y lo pagó con la desilusión que nos contó en el Pleno. Me quiero quedar con los estudios profundos que siempre hizo de los presupuestos del ayuntamiento, ahí creo que nadie le ha hecho sombra. Para algunos era un tostón escucharlo hablar de las partidas, de los incrementos, de los descensos o de las desapariciones de las mismas, de los datos de años anteriores, de estadísticas que daban sugerencias que no se tenían en cuenta, de caprichitos innecesarios, etc., pero para mí era un ejemplo de trabajo, de horas de estudio y, sobre todo, de sapiencia en la exposición. Porque sin miedo a equivocarme, Manolo siempre ha sabido decir las cosas desde su escaño de concejal, sin ofender y a la vez sin dejar de pregonar las verdades del barquero.
Ahora es uno de los millones de españoles que se encuentra en las listas del paro. Lo ha dado todo por la ciudadanía de Cabra y de qué le ha servido. Quizás en mis palabras peque de pragmático, pero no lo puedo remediar porque he vivido como testigo lo ingrata que la política ha sido con mi amigo.
Con temor a alargarme demasiado, ya que este tema me daría, no para un artículo, sino para una biografía, sé que sus hijos, su mujer y toda tu familia le agradecerán que se aleje de la política activa, también se lo agradezco yo como amigo. A todos nos podrá atender de otra manera y con otros tiempos, y sabremos agradecérselo estando ahí, como siempre lo estuvimos sin mirar que ostentara poder político o que no tuviera ninguno. Se va un político honrado (haberlos haylos) y lo siento, regresa un amigo y me alegro.
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