Con el sosiego que puede suponer un sábado de reflexión quiero dejar plasmado en este artículo algunas de las muchas sensaciones que he sentido ante el cruel, despiadado e inhumano ataque terrorista a la ciudad de París el viernes noche.
¿Arde París? es el título de una famosa novela de Larry Collins y Dominique Lapierre que fue llevada posteriormente al cine con el guion que adaptó Francis Ford Coppola, y aunque no la dirigió recuerdo que fue una película de las que te hacen pensar y no te dejan indiferente. Cuenta la historia de París cuando fue liberada de los nazis en la II Guerra Mundial y ofrece diversas ópticas del asunto por lo que resulta muy enriquecedora.
A mis alumnos de Valores Éticos, nueva asignatura que se da para el alumnado que no desea cursar religión católica, les he puesto dos películas que también hablan de este mismo periodo histórico, dos obras maestras con dos puntos de vista muy diferentes, pero que muestran la crueldad de los regímenes totalitarios, La lista de Schindler y La vida es Bella. Dudé si ponerle otras del género, como ¿Arde París?, y a día de hoy pienso que quizás debí hacerlo, más que nada por la actualidad que marcará mi próxima clase y que tendrá París como la triste protagonista.
Los objetivos que se marcan en la programación de la asignatura están claramente delimitados y en este primer trimestre nos estamos adentrando en la dignidad humana y el respeto por la vida. Me ha sorprendido que alumnos que ya cursan 3º de la ESO no tuvieran una idea mínimamente clara de lo que sucedió en la II gran guerra, pero es más, les sonaba, así como algo que oyes en duermevela, lo del ataque a las torres gemelas de Nueva York el fatídico 11S, o lo que nos pasó en las estaciones de Madrid aquel 11M de tan triste recuerdo. Por supuesto que han visto imágenes y les he hablado de ello, ya tienen claro lo que son los terroristas islámicos, los yihadistas y su paralelismo con los nazis en cuanto a los objetivos marcados.
Veníamos también hablando de lo que está pasando en Siria, de los refugiados y de que los radicales islamistas son brutalmente despiadados. Por si no lo tenían claro, ayer seguro que la actualidad francesa los dejó con la boca abierta viendo, como tantas veces les he dicho, que nadie está libre de morir asesinado por estos malditos locos.
Hablaba el Papa Francisco de que estamos viviendo una III Guerra Mundial por partes y que el 13N es una de ellas, yo me uno a sus palabras sin tapujos, su dolor es el dolor de toda la gente de bien, creyente y no creyente, de derechas y de izquierdas, árabe u occidental que entiende que matar es inhumano, injustificable e inexplicable. Los parisinos muertos a manos de los asesinos radicales son gente inocente que nada tenía que ver con ellos. París ardía de dolor, lloraba a sus víctimas y tardará en recuperarse de este mazazo como se recuperó del ataque nazi. París hemos sido todos. Hemos pasado otra parte de esta guerra, ¿cuál será la siguiente?
Entiendo que el problema político es muy complejo, más que nada porque estamos hablando de gente que no tiene ningún respeto por la vida de los demás, ni siquiera por la suya, gentes sumidas en una comedura de coco digna de estudio doctoral y con los que el diálogo se hace prácticamente imposible. El ataque militar y usar las armas tampoco me convence, se quiera o no la guerra siempre ha dejado víctimas inocentes a su paso, pero ¿entonces qué se debe hacer? Difícil lo tiene la comunidad internacional, pero no nos olvidemos de que si miramos un mapamundi nos encontramos que una extensa superficie está tildada como país en guerra, más de los que nos podemos imaginar y mientras allí hay personas que sufren la indignidad a diario nosotros necesitamos una llamarada de París para consternarnos.
Hoy todo son buenos sentimientos mirando a Francia, más que nunca arde París en la garganta de Ana Belén y todo son lágrimas de un piano que ha llegado a la zona de la popular sala Bataclan, no se sabe cómo, y que suena repetidamente con el Imagine de Lennon. Todo son manifestaciones de apoyo de un mundo que tiembla cuando le imponen la muerte sin sentido y televisada. De nada pueden servir todas las flores, las velas y los lamentos para quienes dramáticamente ya no están con nosotros, los asesinos son inmunes a estas muestras de espanto, pero es lo único que está en nuestras manos hacer ante sus familias y en su recuerdo.