Llevo unos días que tengo metida en mi cabeza aquella canción, que los de mi edad recordarán de nuestra juventud porque se solía cantar en coros escolares y que luego descubrí en el disco Gracias a la vida de Joan Baez, donde curiosamente se mezclaba con temas como No nos moverán y que decía: “De colores, de colores se visten los campos en la primavera, de colores, de colores son los pajarillos que viene de fuera, de colores, de colores es el arco iris que vemos lucir, y por eso los grandes amores de muchos colores me gustan a mí…”. Y difícilmente logro dejar de tararearla sin poder evitarlo.
Los motivos de esta desagradable desazón pudieran ser variados, por ejemplo, que en estos últimos días de curso es el tema del color el que me tiene sumido en su enseñanza a mis alumnos de 1º y 2º de la ESO, algo que reconozco que me apasiona dado que el Impresionismo es mi época favorita de la historia del arte y sus grandes pintores se volcaron en el tema del color como máximo exponente de sus maravillosas obras. Hablarles de los colores luz y los colores pigmento, o del círculo cromático con sus colores primarios, secundarios y terciarios (a más con ellos no llego), de la división entre los colores cálidos y fríos, el descubrir cuáles son colores complementarios y por qué y, cómo no, practicar con los colores para que aprendan, dándose cuenta del mérito que tienen los artistas cuando hacen sus obras, pudiera ser el motivo de mi desconsuelo con la musiquilla persistente. Pero no lo es.
Como tampoco lo es el que estemos en el fin de la primavera y llevemos un tiempo viendo los campos con un colorido espectacular, y con una luz tan limpia y duradera que nos hace el día muy largo.
Pensé por un momento que podía ser la fiebre futbolística en la que estamos inmersos y la que hemos dejado atrás, con tanto merengue blanco, tanto rojiblanco, azulgrana, verdiblanco y blanquiverde, y ahora tanta roja, la causante de mi tormento musical. Pero después de mucho darle vueltas de tuerca me quedo por echarle la culpa a la política como causante de mi desconsuelo.
Los partidos políticos, como tantas instancias de la vida, se identifican con colores, no dejamos de ver las horquillas de las encuestas que con una u otra gráfica identificamos con los colores a los partidos. El PP se adjudicó el azul, no sé si cian o con tanta corrupción se ha oscurecido un poco; sin duda es un color primario y por lo tanto no se logra con ninguna mezcla. El PSOE tomó el rojo, un rojo no magenta (ese le corresponde al casi extinguido UPyD), más bien escarlata, aunque por las políticas que ha llevado en muchas ocasiones el rosa palo podía irle bien; no obstante, también es un color primario que le da hegemonía.
De los partidos nuevos, o así llamados porque eso no está nada claro, nos encontramos a la coalición de Unidos Podemos, donde vemos que el violeta de Iglesias ha preponderado sobre el verde que traía Garzón, así que se identifican con un color secundario, mezcla precisamente del azul PP y del rojo PSOE. Y luego Ciudadanos que se viste de naranja sin complejos, el naranja es un secundario que tiene rojo y amarillo, la parte roja puede venir del PSOE o es lo que se llevó de UPyD, lo que por ahora no veo es de dónde viene la amarilla.
Según lo expuesto y tirando de mezclas e ideologías, si dejamos a los de siempre con sus colores, PP azul y PSOE rojo, el violeta debería de haberlo adoptado Ciudadanos que anda por ahí en medio. Sería una mezcla lógica. Dejando el naranja a Unidos Podemos y así Iglesias no minimiza a Garzón y no se hubiera llevado el color del gato al agua. O si no querían el naranja podían haber tirado por el rojo granate, pero eso es más ideológico y menos colorista, ya que se empezarían a perder en las entrañas del círculo cromático.
Vaya lío que estoy formando, sin duda el culpable de la melodía persistente, pero aún hay más. Resulta que el azul PP es un color frío, como frío es su líder, alguien que transmite muy poco y que se siente cómodo en su solitario cielo azul, digo solitario porque a él no se acerca nadie y sabe que si no obtiene mayoría absoluta le será difícil buscar alianzas muerto el bipartidismo.
El rojo PSOE es un color cálido, y esa es la imagen que quiere dar Pedro Sánchez, así se presenta una y otra vez recordando que se perdió una gran oportunidad y combatiendo a las encuestas con coraje.
El violeta Unidos Podemos es frío, aunque menos que el azul, sus líderes tienen esos toques de estatuas moscovitas a veces y otras de populismo venezolano. Fríos, fríos, no son, pero a Rajoy parece que lo dejan helado cuando ve que se acercan peligrosamente en las encuestas.
Y el naranja de Ciudadanos es cálido, su líder también da muestras de serlo, en el programa de Évole el sudor le brillaba por varias partes de su rostro; no le falta pasión en su puesta en escena y no ha dudado en pactar con el rojo y cálido PSOE.
La cosa tiene que terminar, pero antes vamos a ver otra cosa curiosa. Los colores se complementan uno a otro, para resumirlo se dice que son complementarios los colores que se sitúan enfrentados en el círculo cromático. Pues bien, ¿quién complementa al azul PP? La respuesta es fácil, el naranja de Ciudadanos, lo que pasa es que a Rivera por ahora le tira más que la complementariedad, la calidez. Ya quisiera Rajoy que Ciudadanos fuera su complementario político. Rivera, que no quiere ni hablar del presidente en funciones, hace imposible ese complemento político.
Luego tenemos el rojo PSOE que con quién se complementa, pues con el verde, pero resulta que el verde ahora ya no es de nadie, ni ya es IU ni tampoco PA, por lo tanto, Sánchez tiene un problema con el complementario.
Y Unidos Podemos con quién haría pareja, pues con el amarillo, otro problema para Iglesias y Garzón que se quedan también solitos en la escena colorista, pero en la política los guiños son variados, tanto que despistan al personal.
No sé si han aclarado ustedes con tanto color, quizás estén tan liados como después de escucharlos a ellos en el debate a 4; lo siento, pero al menos espero que después de lanzar al aire este complejo entramado me sirva de terapia y desaparezca de mi cabeza y de una vez por todas la dichosa musiquita.