Y pasó lo que tenía que pasar, hace unas horas Pedro Sánchez dimitió como Secretario General del PSOE, no le han dejado otra salida, y si ayer salía por las traseras de Ferraz como líder, hoy sale por la puerta principal como dimitido. Ríos de tinta se llevan vertiendo sobre el asunto desde que gran parte de la ejecutiva de Sánchez dimitió, y más ríos se van a verter en esta noche de vértigo. Con mi riachuelo, incluso arroyuelo, sólo quiero dar mi versión y expresar lo que siento en este momento políticamente crucial.
No soy votante del PSOE desde que un tal Felipe González me engañara hace muchos años cuando lo apoyé para, entre otras muchísimas cosas, que España no fuera miembro de la militarista OTAN. Lo dije y lo he cumplido, no volvería a votar a este partido mientras este sujeto no desapareciera del mismo y no hubiera ni un atisbo de su sombra inundándolo.
¿Y a qué viene ahora hablar de Felipe González? No, no es para recordar la cal, como tan canallescamente hizo Iglesias en el mismísimo Congreso, ni los casos Juan Guerra, ni los Roldán, ni el AVE, ni tantas y tantas corruptelas en su gobierno que se cargó los cien años de honradez, lo hago porque este señor es un cáncer para ese partido y en este caso le está propagando tal metástasis que veremos a ver si sale del quirófano. Su sombra es tan alargada que, aunque lo niegue, mueve los hilos del partido desde siempre. Va de hombre de estado, de prohombre más bien, se mueve como pez en el agua entre la mentira, el poder, el dinero o las influencias para satisfacer su egoísmo y su insaciable vanidad. Y él, para mí claramente, es quien ha decidido que Pedro Sánchez tenía que ir a la calle. Su experiencia en Gas Natural le ha servido, además de para enriquecerse, para saber cómo hacer explotar la vivienda de Ferraz.
No es nuevo que yo diga que la gran diferencia entre la derecha y la izquierda, además de las ideológicas, radica en la cohesión.
En otros países europeos hay más de un partido de derechas, derecha en España hay una, el PP, y engloba a todo su arco ideológico, desde los centristas hasta los de la derecha más dura y rancia. Discuten y están en desacuerdo, pero todos acatan con mayor o menor gusto las decisiones que les llegan desde arriba y reman en la misma dirección sin ambages, de ahí que cuenten con un electorado fiel, tan fieles como los políticos del PP lo son con su líder. Y son así a pesar de la corrupción galopante que día a día acumulan. Increíble, pero cierto.
Pero, ¿y la izquierda? La izquierda jamás ha estado unida. Siempre se ha encargado Felipe González que quede clara la separación de su PSOE del sector comunista. Empezó por dejar de ser marxista para que no hubiera dudas, parece que esta estrategia le salió bien por la época que se vivía, luego se definió como socialdemócrata sin ruborizarse y empezó a marcar un distanciamiento enorme con los de la izquierda, es decir, con los que han sido comunistas o luego de Izquierda Unida (nombre que o bien quería dejar claro que la izquierda eran ellos y no el PSOE, o fue pura ironía). También hay más partidos de izquierda que además son nacionalistas y otros independentistas. Felipe González aludía a la izquierda y a llamarse así cuando le convenía, y esa misma táctica han seguido sus sucesores. ¿Y ahora qué? Recuerdo cuántas veces Anguita decía eso…
Y es que la izquierda es más rebelde, más difícil de gobernar, más protestona, individualista y menos lineal. De ahí que sea tan difícil ponerlos de acuerdo para cualquier pacto de gobierno. Aquí podía haber habido un gobierno desde Semana Santa y Sánchez podía ser ahora el presidente del gobierno, pero Podemos, según ellos dicen: la nueva izquierda, no quiso. Nada de nueva izquierda, la de siempre, sin cuajo y sin visión de gran buque, insulsa y errática como si lo llevaran en los genes. Una cosa sí les reconozco a los de Podemos, tienen calado a Felipe González y tienen claro lo dañino que resulta.
Pero volviendo a la dura actualidad, el PSOE está duramente fragmentado, la gestora que debe poner de nuevo en pie todo lo destruido tiene un trabajo ingente, puede que imposible. Los más agoreros dicen que el PSOE ha muerto, bueno, no será para tanto; lo cierto y verdad es que lo ocurrido en estos días en nada va a ayudar a que ese partido vuelva a tener la confianza de muchos millones de electores, eso hoy se hace imposible y puede ser que definitivamente sea Podemos la segunda fuerza política de España y representante mayoritaria de la izquierda.
¿Cómo va a influir todo esto en la gobernabilidad de España? No lo sabemos. Lo seguro es que Rajoy se frota las manos viendo a su enemigo en sus horas más bajas, y pensando que vamos a tener PP para muchísimos años. Otros estamos pensando si van a dejar que cada miembro del PSOE vote libremente en otra investidura del gallego, y se supone que los insurrectos a Sánchez darán la abstención suficiente para que el PP gobierne de nuevo. ¿O seguirán todos con el no? ¿O lo decidirá la gestora? ¿O lo impondrá desde la sombra el del pelo blanco y nariz respingona? Cualquier hipótesis que se lance puede dar en el clavo, todo está por ver.
Sea como sea, el que cobraba 127.000 € por ser consejero de Gas Natural, debía de haber aprendido del otro elefante de la política española que fue consejero de Endesa, porque Aznar critica, pero no llega a dominar desde la sombra y al final siempre se quita de en medio a tiempo para no perjudicar más de la cuenta. El chulesco González se encara hasta con la prensa si hace falta, pero su falsa modestia es dañina. De seguir en el partido manejando a la heredera de los EREs, Susana Díaz, el PSOE puede tener los años contados.
Sólo creo que este partido tiene solución si sus afiliados y votantes olvidan la extrema enfermedad del día de hoy y se centran en forjarse una identidad clara y pura, una vida nueva que desde la izquierda, la verdadera, mire para los ciudadanos definitivamente para plantar cara a la derecha y olvide las obsesiones por el poder de muchos de sus anteriores dirigentes… y olvidan a Felipe González.