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"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

El plebiscito andaluz

Coinciden Griñán y Arenas, los dos candidatos con mejores perspectivas electorales para gobernar Andalucía tras el 25 de marzo, en una premisa. Estas elecciones, tienen un alcance diferente a las ocho anteriores.

Y es que, parecen más un plebiscito que unos comicios para elegir a los miembros del Parlamento y, de resultas, al siguiente Presidente de la Comunidad Autónoma.

La singularidad se la procuran dos hechos. Uno. Por primera vez las encuestas, insisten en que el PSOE, que en solitario y de manera monolítica ha gobernado la Región desde la transición democrática; perderá esta hegemonía.

El segundo. Y más importante, que el electorado aparece, en principio, muy polarizado. Dividido casi de forma simétrica, dado que sumando las preferencias de los encuestados, el saldo demoscópico arroja un aproximado empate técnico; entre las dos expectativas políticas, izquierda y derecha.  Así que hay en estas elecciones un dilema histórico. O gobierna la derecha, representada por el PP. O lo hace la izquierda, y no como hasta ahora, solo el PSOE, sino en coalición con IU. Sin que previamente, con claridad, se vislumbre un preciso resultado. Veamos las dos tendencias.   

Respecto al PP.  Una crisis de origen económico, que poniendo de relieve la incapacidad y limitaciones de los gobiernos socialistas anteriores; maltrata, empobreciendo, a la generalidad de la sociedad y cuya salida, (se diga lo que se diga), nadie sabe situar con exactitud. Lo ha llevado, más por sus posibles aptitudes como gestor que por la convicción o empatía del votante, a gobernar casi la totalidad del conjunto de las administraciones publicas del Estado. En un meteórico ascenso electoral.

Ahora se enfrenta a la última asignatura, continuamente suspendida, Andalucía. En la que, pese a las medidas restrictivas que ha dispuesto en el Estado, se beneficia de la intención de voto, mayoritaria, del electorado que espera aquellos brotes verdes, anunciados por otros falsamente. Hasta tal punto que, en el 25-M, tal vez tendrá, también, mayoría absoluta. Si es así, serán cuatro años para desarrollar en solitario, y por esto sin disculpas, su proyecto. Y deberá superar la tentación de oscurecer el azul turquesa, tiñéndolo con esta mayoría. Evitando que la falta de moderación le haga derrapar. Si no, terminará por no consolidar un apoyo, hoy, más resignado, que convencido.   

En la izquierda hay que diferenciar PSOE e IU. Porque, aunque puede presumirse que consensuarán, postelectoralmente, si el pacto es para gobernar. En la consulta electoral se distinguen por separado. 

Los socialistas andaluces se presentan, posiblemente, como quien manosea el barro. Con la cara y las manos sucias. Extenuados, rotos y abrumados. Con el desgaste y decadencia de treinta años de gobierno sin haber regenerado directrices y propuestas, para adecuarlas a la problemática del contexto actual. También, con el designio del suicida, divididos por conflictos internos, entre banderías, para controlar la organización; (consecuencia de la pérdida del poder institucional). Esta autodestrucción la percibe no sólo la militancia, sino los votantes en general. Y, por último, en especial, lacerados por los efectos de múltiples casos de corrupción, que apuntan a parte de la estructura del partido; siendo lo más nocivo, el desconocimiento del verdadero calado de la descomposición. Destacando, de entre ellos, el de los ERE’s, esencialmente repugnante, por su contenido.

Con todo, la única posibilidad de acceder al Palacio de San Telmo que les queda, según lo encuestado, es que no sea tan profundo el deterioro electoral que se avista. Permitiéndoles gobernar con el apoyo de IU; bien puntual o en una verdadera coalición de gobierno.

Pero esto, no haría más que profundizar, en su disociación con los votantes que todavía le son fieles. Porque este escenario conlleva, sin duda, una radicalización no querida por aquellos, que simpatizando con la izquierda ideológica moderada, (por alejada de conatos utópicos, inviables), no darían, sin embargo, su confianza a IU. Por lo comprobado en los resultados, inmediatos anteriores, del 22-M y 20-N. En este sentido, y dada la peculiar coyuntura actual, seguramente no sea descabellado afirmar que, si de gobernar se trata, votar al PSOE, en estas elecciones, supone votar, de modo indirecto, a IU.

De esta guisa, el PSOE puede necesitar recomponerse en la oposición, para frenar la desafección social que sufre, reflejada en la constante sangría de votos. Trazar un programa, renovado, creíble e ilusionante. Corregir los desvaríos internos. Y, sobre todo, la anomia moral, precursora de la corrupción.  

 

José Antonio Rodríguez

Licenciado en Derecho. Asesor jurídico

 

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