José Antonio Rodríguez
No ha faltado en los ítems de las elecciones generales 2011, un debate electoral entre los dos candidatos que, plausiblemente, están llamados a ocupar la presidencia del Gobierno. Y aunque a punto de omitirse, a trece días de la celebración de aquellas, hemos presenciado la discusión pública y televisada de los presidenciables.
Lo distintivo de este vis a vis, respecto a los anteriores, es que coinciden un contenido a debatir especialmente interesante para el conjunto de los electores y un excepcional grado de definición previa, confesada por el votante, sobre el sentido del voto que emitirá. Pero esta última circunstancia repetida machaconamente, junto con la otra, por los medios de comunicación para imprimir marchamo de relevante significación al debate; es, precisamente, la que a priori, posiblemente, lo hacían notablemente más trascendental para los propios debatientes que para los espectadores.
Los intervinientes, comparecían precedidos de una precampaña y una campaña electoral recién comenzada. Por esto, programas, estrategias, mensajes, intenciones y ofertas electorales ya estaban revelados y salvo algún anuncio de futuras medidas, de pretendido impacto, que se suelen reservar para la ocasión; no parece que la discusión haya supuesto un apreciable cambio de criterio en el electorado.
Y este, necesariamente, es el propósito de Rubalcaba dado que las encuestas lo castigan en sobremanera. Para paliar esta realidad, el PSOE ha elaborado la idea de que es necesario apelar y movilizar, para la causa, a los posibles votantes indecisos, que estiman en un importante porcentaje; utilizando, una vez más, la táctica de tensionar, intentando crear en su provecho un artificial estado de exaltación entre los llamados a votar, verbigracia: “Pelea por lo que quieres”. Sin embargo nadie duda, en el partido, que esta pelea se ciñe a no obtener el peor resultado electoral desde la transición democrática y solo los intrépidamente optimistas, esperan que todavía sea viable impedir la mayoría absoluta del PP. Seguramente van descaminados porque no hay tal proporción de indecisión, sino de decididos y este voto consolidado se prevé contrario a sus pretensiones. Con la elección de Rubalcaba como candidato, el PSOE despreció el sentido racional de las cosas, porque no es sensato escoger como su representante a quien se identifica negativamente, como coprotagonista, con las escenas determinantes de esta catastrófica crisis económica.
El otro interviniente, Rajoy, quiere presentarse como un conciliador, alguien con capacidad para el consenso rechazando cualquier conflicto de carácter político, por suponer una dispersión de esfuerzos; necesarios para combatir los verdaderos y gigantescos problemas que afectan a la colectividad. Lo cierto es que la situación demoscópica le sonríe, se sabe la única alternativa al desolador panorama representado por quien debate frente a él. No quería, en modo alguno, que por una metedura de pata en el fragor de la discusión se perdiera algún punto en el tanteo electoral. Tuvo que enfrentarse a las trampas saduceas de un Rubalcaba agresivo, correoso, inquisidor y sustancialmente demagógico. Parece que, no obstante, ha salido airoso, incluso avanzó en el convencimiento a un electorado hastiado de estériles pugnas políticas. Los inmediatos primeros análisis reflejan que ha logrado destilar dosis de confianza en el público, confirmándolo como una válida opción.
En cuanto a la concreción temática del cara a cara, se dividió en dos grandes áreas; economía y política social. Dejando al final, libertad a los intervinientes para tratar las cuestiones que estimasen de interés.
Los parámetros económicos son justamente los que señalan visiblemente con el dedo acusador al candidato Rubalcaba. Así, los cinco millones de desempleados consecuencia en gran parte, de la endiablada actuación de los ejecutivos socialistas; en los cuatros últimos años. Junto a la creciente amenaza de recesión, cuyos síntomas destacados estriban en una galopante contracción de la demanda y la pronunciada caída de la actividad comercial; hicieron fácilmente infructuosos los intentos del candidato socialista por explicar, con descaro, que el origen de la crisis radica en el desastre griego y en las políticas del PP de estímulo del ladrillo durante la década del 1994 al 2004. Así como un vaporoso y minimalista plan económico para el futuro, aunque inexplicablemente inaplicado hasta ahora. Rajoy expuso que la solución pasa por, esencialmente, la austeridad y el adelgazamiento del sector público, como principales medidas de choque; acompañadas de bajada de impuestos, para estimular el consumo y el desarrollo económico. Puede sospecharse que en esta genérica propuesta, faltan concreciones que serán tan impopulares como necesarias. Pero la oferta socialista incurre en promesas excesivas y por esto resultan irresponsables y contraproducentes.
La política social es la asignatura preferida del PSOE, en ella concentran sus esperanzas de reducir la ostensible ventaja del PP; Esgrimiendo repetitivamente, la tesis de que los populares desmantelarán el llamado estado del bienestar, privatizarán y enajenarán los servicios públicos esenciales para el ciudadano; promoviendo la discriminación y las diferencias entre clases sociales. Acudiendo al fácil recurso del miedo a la derecha, que cada vez asusta menos, por infundado. Ante todo esto, Rajoy afirmó que lo único que estará a salvo de la tijera, si gobierna, serán las prestaciones por pensiones y los servicios públicos de sanidad y educación. Dejando sentado que durante las legislaturas socialistas el nivel de pobreza, en el país, ha crecido visiblemente.
La última parte del debate confirmó lo presenciado en el resto, la actuación de Rubalcaba más como oposición que como candidato a Presidente del Gobierno. Acaso una mala pasada del subconsciente.
Al final, en el ámbito mediático, un gran ruido pero las nueces pueden estar ya, prácticamente, contadas.
José Antonio Rodríguez
Licenciado en Derecho. Asesor jurídico
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