Vivo en una zona en las afueras de Cabra donde el agua de la red municipal a partir de un punto es comunitaria. Es decir, desde dicho punto el mantenimiento del suministro depende de la comunidad, no del ayuntamiento, y por tanto el arreglo de sus averías también. Esto es novedoso para mí pues siempre viví en zona urbana, sin ocuparme de estas menudencias.
Pues resulta que el martes día 31 de octubre se produjo una avería y el suministro se interrumpió durante 48 horas: hasta el día 2, cuando pudo venir el fontanero.
Y yo acostumbrado a que cuando abrías el grifo el agua estaba ahí. Parece que por arte de magia, porque me lo merezco, o por lo que sea; no entras en eso. Un derecho que no se cuestiona. Hasta que por cualquier motivo inesperado pues… ya deja de estar ahí. Y en tu inconsciencia no logras asimilar este cambio tan súbito en algo que era tan tuyo.
Algo tan sencillo como la falta de agua afecta a la cotidianidad de una manera asombrosa e inesperada. Los platos sin fregar se amontonan; preparar la comida es un desafío; de fregar el suelo ni te hablo; la colada sin hacer; el inodoro sin evacuar; sin poder ducharse… y todo por la simple ausencia de aquello que dabas por hecho.
Pasa también con la salud, que no la valoras hasta que la pierdes, y eso lo hemos experimentado todos. Lo mismo debe ocurrir con asuntos más intangibles.
La Constitución Española (CE) no es algo que tú necesites a diario, o eso nos parece. Es más, es un texto jurídico, de lectura muy técnica y ciertamente falto de interés para el común.
Pero es la simple existencia de la CE lo que procura y garantiza la democracia, el Estado democrático de derecho, y con ello todos los derechos y libertades fundamentales, también en consonancia con los derechos humanos. No lo valoramos porque los tenemos… como caídos del cielo. Siempre hemos disfrutado (la mayoría) de este bienestar social y personal, y parece que nos lo merecemos por naturaleza.
Pasa como con el agua.
En ello, el pilar fundamental de la CE es el Estado democrático de derecho: un estar en el que todo y todos vivimos sometidos al imperio de la ley democrática, en el que las instituciones sirven por igual a todos y la separación de poderes es norma básica reconocida.
Pues bien, lo que está sucediendo en España durante los últimos años, y más recientemente en las últimas semanas, atenta frontalmente contra el Estado de derecho, y agrede por tanto a la propia CE. Nos amenaza, por tanto, a todos quienes queremos seguir viviendo en democracia.
Hoy se colonizan sin rubor las instituciones y organismos que deberían estar al servicio de todos, para estarlo al dictado de quienes ostentan el gobierno. Hoy se ataca la separación de poderes, maniatando, presionando y acosando al Poder Judicial. Hoy se pretende amnistiar a quienes malversaron, traicionaron, robaron, odiaron y cometieron actos de vandalismo e incluso de terrorismo, violando así la igualdad de todos ante la ley. Hoy se compran voluntades con el dinero de todos. Hoy se ha instaurado el abuso gubernamental.
Hoy, con abierto despotismo, se ataca a la norma que regula la vida pública y garantiza el bienestar de nuestras vidas social y privada. Puede parecer que durante un tiempo esa afectación esté lejana a nuestra casa, pero si no se detiene llegará a afectar nuestro día a día, limitando los derechos que creemos nuestros y conquistados definitivamente.
Hoy es la Ley de Amnistía, mañana será el referéndum de autodeterminación, el ataque a la Corona, y pasado mañana el desmantelamiento de la CE y del régimen democrático del 78. Ya vienen advirtiendo que todo esto es su objetivo. Y vemos que poco a poco todo lo están consiguiendo.
La ausencia de agua, o de la salud, es habitualmente temporal; pero el cambio de régimen en un país suele resultar ser muy duradero. Una vez se transforma el régimen, cuesta mucho tiempo volver a cambiarlo. Ejemplos hay muchos.
Y la cuestión es qué vamos a hacer al respecto. Vamos a seguir anestesiados, en silencio, o vamos a rebelarnos. Porque, en frase atribuida a Thomas Jefferson, «Cuando la tiranía se transforma en ley, la rebelión se convierte en deber».