Suena a película de Mariano Ozores pero es que las declaraciones del arzobispo valenciano mezclando imperio gay, feminismo y familia no se merecen otro título. Aunque sea llamado a capitulo al Vaticano, el monseñor utielano parece un don erre que erre dispuesto a no malgastar saliva criticando lo que los feligreses de su diócesis hagan en temas de corrupción. Debe guardar las admoniciones para la moral sexual.
A él, tan recatado en el vestir- lo de la capa magna debió ser un malvado fotomontaje - le importan un pimiento los temas que no son de este mundo tipo trajes de Camps o bolsos de Rita Vuitton. No digamos los que hablen de desahucios, pobreza o paro. El frontispicio de su actuación pública lleva grabado a fuego el lema “A Dios lo que es de Dios y a la Conferencia Episcopal Española lo que es de la entrepierna”.
Cuando salen a la luz este tipo de polémicas no deja de sorprenderme la osadía clerical. No tengo ni idea de medicina así que si me presento en una consulta y digo a los pacientes que voy a encargarme de coordinar sus operaciones a corazón abierto supongo que elimino en un santiamén la lista de espera. Por imposibilidad de cazar a los enfermos huidos a la carrera.
Pues la competencia y destreza de la Jerarquía eclesiástica en temas de familia es similar a la mía en Sanidad. Se dirige a la concurrencia y dice” No tenemos ni idea del día a día de la convivencia familiar porque entre otras cosas hemos renunciado voluntariamente a formarla, pero debéis hacernos caso en todo lo que digamos sobre ella. Nuestra palabra – nunca mejor dicho- va a misa”
Sorprenden en el caso del levantino la rotundidad de sus palabras sobre las “leyes insidiosas contra la familia cristiana” menos la inquina contra gays y feministas. Aunque sería recomendable que en su particular Cruzada extreme la vigilancia a los soldados de su Militia Christi no vayan a darle la ingrata sorpresa de que la infiltren células durmientes del maligno imperio.
No hace falta que los señores del PP o la señora Dancausa nos recuerden la doctrina oficial del gobierno: ya sabemos que para ellos una manifestación neonazi, la proyección de la cara de Franco e Himmler o unas palabras como las del arzobispo preñadas de homofobia entran dentro de la “libertad de expresión”. Para que fuesen “incitación al odio” monseñor debería echarse sobre los hombros, a modo de echarpe una bandera cuatribarrada. Nunca lo hará porque no combina nada, nada, con su capa roja.