La Asociación Cultural Naufragio, que hasta hace poco presidía, cumple en este mes de 2016 diez años de existencia. Durante este tiempo he vivido experiencias de lo más variadas, unas increíbles, otras llenas de apuros y, bajo una capa de pátina del tiempo, divertidas.
Es curioso que, precisamente, haya sido el nombre de Naufragio un elemento que ha proporcionado más situaciones inverosímiles para el anecdotario. Aunque diga diez años, en verdad, todo comenzó en 2004 con la revista Saigón. Y, ¿por qué Naufragio? Es cierto que el nombre está relacionado con la decadencia de Occidente, aunque hay un motivo insustancial también… A la hora de registrar el nombre, ya existía una Asociación Saigón en Andalucía por muy difícil de creer que parezca, por lo que nos quedamos finalmente con Naufragio, en especial, gracias a José Manuel Valle, quien desde el primer momento pudo comprobar que funcionarios del registro, impresores, políticos o amigos no escribían ni decían bien este nombre, de tal modo que en alguna ocasión la han llamado Nofragio, Nuafragio, Naugrafio o Sufragio, entre otras inesperadas variantes. Podría dar fe de que cada año, en algún acto, nos llaman de un modo diferente.
Aún hoy algunas asociaciones y algunos poetas se empecinan en llamarnos Colectivo Naufragio o Colectivo Saigón. Aunque el matiz sea mínimo, no es lo mismo. No sé por qué a ciertas personas les cuesta tanto que llamen al grupo al que pertenezco por su nombre correcto. Sigo confiando en que no hay una intención subrepticia detrás de no denominarnos Asociación Cultural Naufragio.
Para cerrar este capítulo, cuento la mejor anécdota sobre nuestro nombre, que ocurrió en 2009. Estaba preparando un encuentro literario y cultural con la Asociación artístico-literaria Itimad y, como el vino es un buen símbolo de nuestra tierra, fui a encargar unos catavinos serigrafiados con el logo y el nombre de nuestra asociación. La persona que nos atendió, tras apuntar el nombre de la asociación, dijo:
–Me parece una gran labor la que hacéis…
¡Vaya sorpresa! ¡Alguien que nos conoce por nuestra labor!, me dije.
–Muchas gracias –le respondí–. Hacemos lo que podemos.
–Aunque me pregunto –continuó– cómo podéis ayudar en los naufragios si en Lucena no hay costa.
Y no andaba descaminado, pues creo que algo hemos hecho para que haya menos naufragios en esta parte del sur de Córdoba. Y sin costa. Valga firmemente la metáfora.