Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

De jóvenes y jóvenas, miembros y miembras y otras lindezas

Creo que es un hecho axiomático e irrefutable que las lenguas o idiomas en los que nos expresamos los seres humanos son unos cuerpos vivos que nacen crecen se modifican y mueren.

¿Cómo nacen? Creo que no tenemos que remontarnos al Génesis que nos cuenta que Dios hizo desfilar a todos los animales ante Adán para que este les asignase el nombre que definiría sus cualidades y características peculiares.

Pienso, posiblemente esté equivocado, que la forma primigenia de comunicarse los seres humanos primitivos, surgió por la necesidad de, al tener que buscar sus sustento diario, defenderse de los depredadores y/o enemigos que los acechaban o de las inclemencias del tiempo, y tener que advertirse, de los peligros que se cernían sobre ellos y precaverse de los mismos, comenzaron por medio de gestos, sonidos más o menos guturales, gruñidos y otras formas de llamar la atención de los componentes del primer embrión familiar, clan o tribu, para prevenirlos de que un riesgo los amenazaba.

Posiblemente esta forma de ponerse en contacto unos con otros fue el mayor invento de los seres primigenios y que, al correr el tiempo, ha llegado a ser el instrumento más poderoso con el que contamos lo seres humanos para relacionarnos. Lo damos tan por sentado que opino que muchas veces no caemos en la cuenta de la fortísima arma que poseemos.

Pero las lenguas no son unos instrumentos de comunicación inamovibles. Ya he dicho que tienen vida propia que la reciben de los que hablamos la misma y que inventamos palabras que nos son necesarias o que desechamos otras por falta de uso u obsoletas para la comunicación diaria de cada momento.

Nuestra lengua, el castellano o español, no hay que demostrarlo, ha evolucionado con el paso de los tiempos.

Desde las jarchas, pasando por las Glosas emilianenses del monasterio de S. Millán de la Cogolla o por el Cantar del Mío Cid hasta hoy, nuestro idioma ha evolucionado acomodándose a las necesidades de cada momento de nuestra vida.

En mi niñez eran de uso corriente palabras que hoy ni siquiera son conocidas. ¿Sabría alguien decirme que es “ubio” y para qué se usa? ¿Un “escardillo”? O ¿Un “almocafre”?

Son voces que en su momento tuvieron su total vigencia y valor semántico y que hoy, con los nuevos métodos de labranza, ya ni se recuerdan, es decir, han fenecido

Pero una cosa es adaptarse a las necesidades lingüísticas necesarias de cada día y otras inventarse vocablos que rozan el ridículo y, hasta a veces, hacen que nos sonrojemos al oírlos.

Precisamente una de las misiones de la R.A.E. es recoger aquellas palabras que por la extensión y amplitud de su uso son moneda corriente de intercambio común entre los hispanohablantes.

Abogo hasta por la inclusión de extranjerismos, cuando éstos no tengan una traducción correcta o adecuada en nuestro idioma. Estoy en contra de quien dice e-mail, cuando podemos traducirlo por correo electrónico, que es expresión en español y tiene el mismo significado.

Pero considero grotesco crear palabras que la mayoría de los hablantes rechazamos, como las que dan título a este trabajo y, además mantenerse en la tozudez por quienes se las inventan de que deben ser empleadas.

Llegados a este punto, considero que la mujer que conduce un avión no debería llamarse piloto, sino pilota. Risible, ¿No?

Quien ostenta el cargo de teniente del ejército sería la tenienta. Absurdo ¿Verdad?

La que desempeña el grado de sargento, sargenta. Cómico ¿No?

La que realiza el oficio de albañil, albañila. Ciertamente burlesco.

Los niños que asisten a las escuelas, según sean varones o hembras deberían llamarse escolares y escolaras. Y así un sin fin de casos.

Pero puestos a la igualdad en todos sus términos, cuando se habla de mí, se dice que soy una persona, pues estoy en contra de ello y pido que se me llame persono.

Quien dio muestras de saber hacer en este sentido, con elegancia y propiedad fue la Iglesia Católica.

Yo he traducido del latín muchas bulas y privilegios papales en los que la diferencia de sexo se solventa, para mí con toda elegancia y sin menoscabo para nadie

No voy a poner los textos en latín, solo en castellano.

Escojo dos bulas otorgadas a los Franciscanos Descalzos del convento de Guadix por el Papa Inocencio XII el día veintinueve de mayo del año 1700, la primera, y la segunda por Clemente XII el 26 de abril del año 1738, por las que conceden ciertas indulgencias y en las que emplea la siguiente expresión para diferencias los sexos:

“…congregación de fieles cristianos de uno y otro sexo…”.

“…concedemos indulgencia plenaria a todos los fieles cristianos de uno y otro sexo…”.

Podría citar multitud de ejemplos, pero considero que sería oneroso

Pienso que si nos expresásemos así, además de ser más elegante, no se provocaría, como en muchas ocasiones sucede, el ridículo.

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