Que quede bien patente que considero que todas las dictaduras, ya de Izquierdas, ya de Derechas son perniciosas y dañinas para los ciudadanos que las padecen, pero no voy a referirme a la denostada, vilipendiada y execrada dictadura franquista. Ya se han derramado muchos ríos de tinta maldiciéndola y resaltando solamente los males que ocasionó a los españoles, sin tener en cuenta los lamentables daños y perjuicios que los republicanos causaron a nuestra Patria que fueron tales que, si ellos no hubiesen gobernado, no habría tenido lugar la insurrección de las tropas africanas, con la consecuente aceptación de una parte minoritaria del Ejército español, ya que la mayoría continúo fiel al Gobierno que, aunque no había sido votado mayoritariamente en las urnas, se impuso.
Quiero hablar de la dictadura de Izquierda que lleva cuarenta años imponiendo su dura férula sobre los andaluces.
Esta nuestra desdichada tierra viene padeciendo durante tantos años, los mismos que duró la jefatura de Franco, un gobierno del PSOE que se ha instaurado con tal fuerza que no hay quien lo derroque.
Andalucía, la tierra olvidada por todos, permanece estancada y sin movimiento hacia adelante desde tiempos inmemoriales.
Posiblemente por su riqueza, número de habitantes y extensión podría ser la locomotora de España, pero la incuria, dejadez y desinterés por ella de los rectores del Gobierno la tienen estancada y sumida en un abandono permanente.
Desde tiempos inmemoriales está sumida en el subdesarrollo más indigno y el anquilosamiento menos productivo.
Su atraso es consecuencia de la dependencia que siempre ha tenido en relación con otras zonas de España, principalmente de Cataluña, País Vasco y Madrid.
Admitamos que ello haya sido posible durante el franquismo por, como siempre ha ocurrido en nuestra Patria, y sucede actualmente, nuestros gobernantes no han querido enfrentarse abiertamente con los separatistas vascos y catalanes y, ya se sabe, como estos continuamente están exigiendo más y más riqueza, hay que tenerlos contentos aunque sea en detrimento del resto de las regiones españolas, especialmente la andaluza.
Refieren, no sé si será cierto o no, que un ministro de Franco, Rafael Cabelllo de Alba y Gracia, nacido en Montilla, se quejó de que la riqueza que se producía en nuestra tierra, siempre iba a parar a las comunidades antes mencionadas. Parece ser que esto le costó una buena reprimenda de Franco. Sea cierto o no, a los hechos nos podemos atener.
Las desigualdades existentes en el pasado no sólo se han mantenido en los últimos años, sino que han tendido a acentuarse.
Aceptamos que durante la dictadura franquista nuestra tierra siguió sumida en el subdesarrollo y que se encontraba a la cola no sólo de España, sino también de Europa.
Bien, pero la llegada de la democracia pudo haber supuesto un punto de inflexión para que Andalucía sacudiese su sopor y letargo. Nada hay más lejos. Datos estadísticos reflejan que, respecto a la época dictatorial, nuestra tierra retrocedió sensiblemente.
En el año 1955 la participación de Andalucía en la renta regional suponía un 14,2% en 1955. En 1977 descendió hasta el 12,1%. Madrid ascendió del 18 al 20,1 y Cataluña del 12,6 al 17%.
Cuarenta años, más de una generación, deberían haber sido suficientes para transformar la economía andaluza, dotar a nuestra tierra de infraestructuras y hacerla más apetecible para las inversiones, tanto españolas, como del extranjeras, de forma que se hubiese evitado la continua sangría de mano de obra que se tiene que marchar a otros lugares, principalmente a Cataluña, para procurarse el sustento que aquí no encuentra.
El paro representa en nuestra región el 22,9% de la población activa.
El PIB per cápita, que es un buen indicador de la calidad de vida, de 2017 era de 18.470€ frente a los 25.100€ del PIB del resto de España.
Somos la primera comunidad de España en cuanto a población, pero de las últimas respecto a la producción, riqueza y bienestar de sus habitantes.
Nuestra región arrastra desde que gobierna el PSOE, es decir, toda la Democracia, un grave problema estructural que la relega al furgón de cola, al farolillo rojo de nuestro País.
De corrupción es mejor no hablar., gran parte de los componentes de los distintos gobiernos están acusados y enjuiciados por haberse apoderado de casi mil millones de euros destinados a remediar el cáncer del paro.
Todavía resuenan en mis oídos, lo vimos en televisión, la frase de cierta madre de un ladrón sin escrúpulos que dijo en casa de su hijo había dinero para asar una vaca.
Dos ex-presidentes de la Junta han sido sentados en el banquillo de los acusados judiciales bajo los indicios de o bien haberse aprovechado de dinero que no les pertenecía, o haber sido cómplices de quienes se beneficiaban.
Corruptos los hay en todas las comunidades, partidos políticos y Gobierno, pero lo de nuestra región no tiene nombre, pues han utilizado dinero público y destinado a los sin trabajo para drogas, licores caros, localidades de alterne y casas de lenocinio.
Seguir enumerando todos los males que nos aquejan a los andaluces durante estos cuarenta años de “dictadura democrática” no tendría fin, y además cansaría a los lectores. Mejor es dejarlo aquí.
Se acercan las elecciones de la Comunidad, los andaluces deberemos reflexionar si nos conviene continuar en esta situación de incuria con un gobierno que durante tanto tiempo no se ha preocupado, o muy poco, del bienestar de los andaluces manteniéndonos en tasas de paro, analfabetismo, abandono escolar y pobreza, como hace más de cuarenta años.