“Nuestra democracia se autodestruye porque ha abusado del derecho de igualad y del derecho de libertad. Porque he enseñado al ciudadano a considerar la impertinencia como un derecho, el no respeto a las leyes como libertad, la imprudencia en las palabras como igualdad y la anarquía como felicidad”.
Cuando leí esta frase pensé que podría haber sido dicha por un filósofo o pensador moderno que estaba describiendo lo que actualmente existe en nuestras sociedades democráticas, pero cuan mayúscula fue mi sorpresa al comprobar que sí, estaban dichas por un filósofo, pero que vivió en el siglo IV A.C. Fue el sabio griego Isócrates quien las pronunció.
Es significativo que casi después de veinticinco siglos de democracia sigan ocurriendo los mismos males, si no mayores.
El ser humano ha conquistado el espacio, ha avanzado en tecnología, en medicina…en todas las ciencias los adelantos son portentosos, pero en cuanto a su condición, a su ética y a su moral sigue estancado como hace siglos. Nada lo ha hecho mejorar. Se busca y persigue el bien propio por encima de todo, aunque para ello haya que pisotear y destrozar los derechos de los demás. La frase esa que tan bien suena “tu libertad termina donde comienza la mía”, es para la mayoría de las personas sólo eso un dicho vacío de contenido, ya que se avasalla y se conculca los derechos de los demás sin consideración alguna.
La facultad que cada cual tiene de dar su opinión o expresarse sobre cualquier cosa se ha convertido en una forma de quien, falto de principios, puede ofender, vilipendiar y menospreciar a los demás sin que, la mayoría de las veces, sufra algún tipo de pena por ello.
La libertad se ha entendido y practicado como libertinaje por el cual cualquiera puede ofender y menospreciar a los demás haciendo lo que le venga bien sin tener en cuenta el daño que les pueda causar a quienes perjudica.
Se ofende a los demás y se les despoja de su buen nombre y prestigio sin que por ello quien viola la intimidad de otro sufra perjuicio alguno.
En muchos casos las leyes se convierten en papel mojado que no las cumplen ni los dirigentes políticos. ¿Cómo pueden tener éstos el descaro de pedirle al resto de los ciudadanos que las obedezcan?
La palabra igualdad se ha convertido en una especia de banderín de enganche bajo el cual todo el mundo quiere cobijarse.
Pero esa igualdad se ha construido por abajo, despreciando el esfuerzo, el sacrificio, el valor por el trabajo bien hecho. En virtud de ese concepto, hoy todo está bien, nada tiene importancia. Se puede pasar de curso sin tener aprobadas todas las asignaturas del anterior, con lo que hemos dotado a nuestros jóvenes de una apatía y un desprecio al bien hacer que los ha convertido en personas sin voluntad ni deseos de superación que tendrán muy difícil encontrar un puesto de trabajo en la vida, y así tenemos los millones de parados con los que contamos.
Como todo está bien y nada tiene importancia se ha impuesto la anarquía en muchos aspectos de la vida, de forma que se cree que sólo se tienen derechos y ninguna obligación, por ello cada cual hace lo que le viene en gana sin tener en cuenta el mal o perjuicio que les pueda causar a los demás.
¿Quiénes han hecho que se llegue a esta situación? En primer lugar los padres que se han desentendido de la educación de sus hijos y de inculcarles los valores más elementales para poder convivir en sociedad.
A éstos les siguen los políticos que están permitiendo esta situación sin tomar las medidas necesarias y convenientes para corregirla.
Por último está la Justicia que consiente que las leyes no se cumplan con total impunidad.
Por eso repito que el ser humano no ha cambiado respecto a su comportamiento con los demás y continúa siendo tan cruel, inhumano y despiadado con ellos como hace no sólo veinticinco siglos, sino desde que el poderoso se aprovechó de los débiles y procuró configurar una Sociedad de acuerdo con sus intereses aunque fuese en detrimento del progreso moral y espiritual del resto de los componentes de la misma.