Paloma Sobrini Sagaseta de Ilurdoz
Una de la palabra que más veces escuchamos en nuestras vidas es: Responsabilidad. Cuando los jóvenes adolescentes exigen libertad, de inmediato los padres pedimos responsabilidad.
Todos los profesionales somos responsables de nuestro ejercicio, responsables de los resultados, buenos , regulares o malos, derivados de nuestras acciones. Soportamos altísimos seguros de responsabilidad civil y pagamos con nuestra libertad si, en algún caso, nuestra negligencia o incompetencia, en el ejercicio de nuestra actividad, provoca alguna desgracia.
Miles de empresarios están perdiendo su patrimonio, labrado a lo largo de una vida entera de trabajo, pagando con ello el coste de un fracaso derivado de una gestión, unas veces errónea y otras arrastrada al fracaso por las actuales circunstancias. Pero lo que resulta sangrante es el gran número de empresarios que han sido llevados a la ruina, y están cargando injustamente con el coste de una mala gestión realizada por quienes nos administran y nos gobiernan.
Todos somos responsables de nuestros actos y todos pagamos los desatinos profesionales que cometemos excepto los que nos administran, sean locales, autonómicos y estatales.
Ahora, el Gobierno nos anuncia que existirá responsabilidad para los gobernantes que cumplan mal su función. Bien, el futuro puede ser algo más tranquilizador pero no nos resulta suficiente. ¿Qué pasa con el pasado?
Ante las miles de pymes arruinadas y autónomos acabados profesionalmente yo me pregunto: ¿Qué pasará con los responsables de la gestión pública que llevan años dilapidando nuestro patrimonio a través de decisiones desafortunadas cuando no partidistas y prevaricadoras?
¿Qué pasará con los que han realizado obras innecesarias, absurdas e insostenibles con los fondos del Plan E de ZP? Y ¿con las adjudicaciones directas, a menudo amparadas en subterfugios pseudo-legales, a familiares, amigos y afines pese a no ser las más beneficiosas para los ciudadanos? ¿Qué pasará con los responsables locales y autonómicos que han impagado cientos de miles de euros a las pymes y autónomos llevándonos a la ruina más vergonzosa por no hacer frente a sus obligaciones, obligaciones a las que sí hacemos frente los ciudadanos? ¿Qué pasará con los que no han controlado las obras de la administración gastando, dos, tres, cinco o diez veces más del presupuesto original con la más absoluta desvergüenza?
Esto de la responsabilidad está claro que nos afecta a unos y a otros no. Qué fácil es tirar con pólvora del Rey y que barata resulta la ignorancia, la desidia, la prevaricación o el latrocinio cuando se administran fondos públicos. Espero que esta impunidad acabe de una vez. Lo que no se es cuantos viviremos para verlo.
Paloma Sobrini Sagaseta de Ilurdoz
Arquitecto
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