De sabido es que el índice de natalidad en nuestra localidad, al igual que en país, ha descendido notablemente, motivada entre otros factores por esta pertinaz crisis que nos azota de forma crónica más de lo esperado, por los recortes sociales y la falta de medidas integrales que protejan más a las familias. Recordemos que hay aproximadamente dos millones de familias que ya tienen a todos sus miembros en paro, la política de acceso a las becas, las ayudas para comedores escolares, menos prestaciones por número de hijos, las tasas de las matrículas universitarias, etc. Últimamente  también nos hemos topado con una previsión del FMI en el que propone como una medida para rebajar el alto índice de parados, el que los sueldos disminuyan un diez por ciento, o sea más ruina. Las familias se sienten desprotegidas ante esta realidad. Los costes educativos están dinamitando los ya de por sí ajustados presupuestos familiares.

Todo ello origina un clima poco propicio para que las familias se planteen el tener un mayor número de hijos. Si a ello sumamos que la población de origen inmigrante está regresando paulatinamente a sus países motivado por este futuro incierto, o que incluso nuestros jóvenes en los que se ha hecho una fuerte inversión para su formación, se ven obligados a buscar trabajo en países de nuestro entorno europeo o incluso fuera de él, nos encontramos con una realidad que es la que ahora tenemos y que a corto plazo no presenta visos de mejora.

Una sociedad fuerte se mide, entre otros índices, por tener garantizado un relevo generacional que regenere  y sustituya poco a poco a la población más mayor y en edad de jubilación. Si no existe ese relevo generacional, las sociedades están abocadas a su extinción, a su desaparición. El problema lo tenemos ya asentado delante de nuestra puerta y las administraciones no están actuando con diligencia para atajarlo, no demuestran con sus políticas el compromiso con las familias. Un compromiso que siempre estuvo en la base de los programas electorales de los partidos, pero una cosa es el discurso y otra la aplicación práctica. Ahora están más interesados en hacer una defensa de la familia desde el punto de vista ideológico pero no desde una perspectiva social, y aquí que cada palo aguante su vela. Cabe recordar que España es uno de los países de la Unión Europea que menos gasto social destina a las familias, y uno de los pocos donde no hay prestación universal por hijo a cargo. En este caso, al igual que en Educación y Sanidad, se deben de llevar a cabo políticas integrales, no coyunturales o asistenciales.

A nivel de nuestro entono más cercano, y desde el puesto de Director de un Centro educativo que desempeño, esto se constata en una clara reducción de la oferta educativa. Sirva como ejemplo el siguiente: de unas doscientas cincuenta plazas escolares que se venían  produciendo hasta no hace mucho tiempo en nuestra localidad, se han pasado de un número que oscila entre las ciento cincuenta y las ciento setenta y cinco en la actualidad. A ello hay que sumar la desaparición de las unidades en Huertas Bajas y  Gaena, debido a la falta de población infantil.

O se hace una fuerte apuesta por la adopción de medidas que protejan claramente a la familia como institución o pilar fundamental  dentro del entramado social, o quizás, para cuando se quiera actuar ya sea demasiado tarde. Y entiéndase que cuando hablo de familia como tal, aquí cabe un amplio abanico de modelos, no sólo me estoy refiriendo al modelo tradicional de familia del pasado, sirva como ejemplo, y desde aquí la recomiendo, una serie muy laureada en todas las televisiones del mundo occidental llamada “Modern Family”.

Aunque, como siempre se ha dicho, quizás también habría que ver menos tele para ir remediando el problema de la natalidad.