Tengo un amigo con cuya opinión coincido, que sostiene que el cine actual no es algo inocuo; que tras ese sucederse de imágenes, diálogos, sonidos y efectos especiales, siempre se transmiten contenidos, en muchos casos dañinos, hacia unos espectadores cada vez más acríticos e indefensos por lo deficiente de su formación humanística y porque el cine, poco a poco, se ha llegado a convertir, por mor de la pereza intelectual de la mayoría, en casi el único medio de transmisión de ideas, llegando a ostentar un peligroso monopolio mediático con vocación posesiva sobre las inteligencias.
Quizá una de las características del momento presente sea la tendencia a la especialización en detrimento del humanismo, entendido como el cultivo completo del hombre. Tengo algunos amigos por los que siento verdadera pena debido a su antihumanismo, que les ha llevado a saber algo de una cosa y nada de todo lo demás, por lo que son incapaces de mantener una conversación coherente sobre un tema que no sea el único que conocen.
Aparte de que no se dan cuenta del placer intelectual que se pierden al no disfrutar de una amplia cultura, desde el punto de vista de las ideas son personas indefensas frente a quienes ejercen la tiranía intelectual, también en el cine, porque lo quieran o no, en el cine también se transmiten ideas, muchas más de las que ellos se imaginan. Y lo peor de todo es que se las tragan sin darse cuenta porque carecen del más mínimo sentido crítico.
Hay un libro que recomiendo vivamente de uno de los grandes pensadores políticos del siglo XX, Richard M. Weaver, ideólogo del partido republicano estadounidense de los años sesenta del siglo pasado. El libro se titula “Las ideas tienen consecuencias”. También recomiendo otro de varios autores franceses, publicado en España por Ediciones B y cuyo título es “El libro negro del comunismo”, en el que se explican con detalle las consecuencias del ideario comunista. Como quiera que más de uno se verá retraído de leer las 1055 páginas que tiene el libro, se lo resumiré en dos líneas: El comunismo ha producido en total 98,5 millones de asesinatos (cien mil más, cien mil menos) y un incalculable sufrimiento en los que ha tenido la deferencia de dejar vivos. Sin lugar a dudas las ideas tienen consecuencias.
Un espectador acrítico podrá argumentar que ni ha matado a nadie ni tiene intención de hacerlo.
Bien. Aparte de que matar no es la única inmoralidad posible en esta vida, los que mataron a otros también podían decir lo mismo antes de que empezaran a coger el gusto al asunto. Lo digo porque el ambiente del cine es de mucha violencia subliminal; no me refiero solo de batallitas, sino a la apología de un modo de ser inmoral que se va transmitiendo por ósmosis, en el que priman los planteamientos anticristianos. No me refiero a la práctica concreta de la religión cristiana, sino a los principios surgidos del cristianismo que han dignificado a la humanidad, aunque ella no se haya dado cuenta.
Es grave que una gran masa sea manipulada sin oponer resistencia. ¿Qué hacer?
Pienso que ante todo habría que romper el monopolio de esa tiranía, que no sea el cine el único medio de tener contacto con las ideas. A mi modo de ver, el antídoto es una buena “caja de herramientas”, esto es, una biblioteca.
Pero evidentemente, no hay que tener los libros como Lola Flores, preocupándose solo del lomo de los mismos para que luzcan las estanterías. Hay que leer.
De acuerdo que al leer también podemos ser víctimas de ataques por parte de escritores intelectualmente más poderosos que nosotros que nos transmitan sus inmoralidades sin darnos cuenta. Contra eso también hay antídotos, pero hay algo peor que leer libros dañinos, que es precisamente no leer nada.
En una buena caja de herramientas sucede que no siempre estamos utilizando todas las herramientas, sino solo una. También sucede que hay herramientas que nunca las hemos utilizado, pero están ahí, de modo que un buen día tenemos necesidad de ella y ahí está. Lo normal es que cada herramienta la utilicemos varias veces. Si una herramienta no merece la pena ser utilizada—leída—al menos dos veces, es que no mereció ni siquiera ocupar un sitio en la caja. Las herramientas son muchas porque la caja de herramientas es humanística ya que toca todos los palos, pues no se puede dejar ni un solo flanco de la inteligencia sin atender. No hay que tener miedo a querer ser sabio, y menos vergüenza o complejo de ello. Los sabios, al principio no lo eran.
Al igual que las herramientas fortalecen tuercas y tornillos, nuestra inteligencia se fortalece con los libros de nuestra biblioteca y nos lleva a algo tan necesario como es tener espíritu crítico y no ser un pelele a quien unos y otros llevan de aquí para allá sin que oponga resistencia. Muy equivocado está quien piensa que para ver una película lo único que hace falta es una coca cola, un buen sillón y una bolsa de pipas.
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