Opiniones

"El Periódico digital para el sur de Córdoba"

Mientras mi teclado llora

Hace ya unos cuantos años, cuando le empecé a coger el gusto a la escritura, me propuse no dejar de tocar el tema de la defensa de la vida humana de vez en cuando, no siempre, para no dar el coñazo y provocar en el lector un cansancio que le provoque a llevar la contraria. Pero de vez en cuando, sí; viene bien, para que no parezca que nos hemos rendido al genocidio como quien se rinde a fumar Winston si no hay otro tabaco en el estanco, cuando en realidad lo que le gustaría fumar es, por ejemplo, LM.

Como diría Larra en su artículo Horas de invierno, “escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como una pesadilla abrumadora y violenta”. Este es un tema para llorar, un tema en el que llora hasta el teclado del ordenador, porque venimos palpando día a día el drama—la tragedia—que ya percibiera Julián Marías como lo peor de la sociedad contemporánea, que no es sino la banalización del aborto, el haber llegado a tal acostumbramiento con ese horror, que lo verdaderamente patético no es solo el aborto mismo, sino haberlo convertido en algo que ni siquiera es noticia por lo vulgar y rutinario que ha llegado a ser en la mente de la mayoría de los ciudadanos.

Para quien quiera defender la vida humana de los más débiles, escribir en España “es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como una pesadilla abrumadora y violenta”. Quienes quisiéramos prestar nuestra voz a los que mueren indefensos en el vientre de sus madres, “no encontramos una voz” fiable porque parece que no hay oídos que la oigan o quieran oírla. Nuestra sociedad es “como una pesadilla abrumadora y violenta” que se desata sin piedad con los más pequeños, con los más inocentes, que se ven irremisiblemente atropellados por ese vendaval de egoísmo criminal ante el que nadie parece tener cojones para ponerle coto.

Mientras mi teclado llora, ese ministro de ¿justicia?  (sí, el de la barbita; en el PP no llevan barba, llevan barbita, como su amo Rajoy; una barbita muy comedida y muy políticamente correcta, todos igualitos, para salir en la foto) presenta en sociedad el último engendro legislativo sobre la cuestión del aborto. Nada nuevo; después de un puñado de meses tras el portazo de Gallardón, al de la barbita parece que no se le ha ocurrido en su cabecita nada más que disponer que toda niña menor de 18 años que quiera abortar, que se lo consulte previamente a mamá. ¡Pero si las mamás del PP son las primeras en querer que sus niñas aborten para que no les creen problemas de desprestigio social con las amistades!

- Sí, hija, sí, interrumpe voluntariamente tu embarazo y no nos crees problemas a tu padre y a mí, y a ver si para la próxima le pones el preservativo bien puesto a tus amigos. (¡Hay que ver esta niña, con lo poco que sabe de la vida, como para cargar con un problema así!).

Mientras mi teclado llora, leo que la Celia Villalobos se ha descolgado con la declaración de que en el PP no cabe quien no sea abortista. Muchos hipócritas (¡muchos!) se han rasgado las vestiduras, quizá pensando en la página 108 del programa electoral que llevó el PP a las pasadas elecciones generales de 2011. No quieren abrir sus ojos y ver que Rajoy ha ratificado voluntariamente la ley Aído al no quererla reformar, pero no solo eso: El proyecto de ley Gallardón también era abortista, porque aunque calificaba como delito el aborto—cosa que no hace la ley Aído, o sea, la ley Rajoy—lo despenalizaba en algunos casos por motivos que no son proporcionales, porque no existe ningún motivo proporcional por el cual se pueda admitir la muerte de un inocente, y menos, violenta. La ley Aído—o sea, la ley Rajoy-Catalá—es abortista; la ley Gallardón también es abortista; el programa del PP también es abortista. ¿De qué se escandalizan estos puritanos de mierda? Celia Villalobos tiene razón: el PP es un partido abortista en el que no caben los que defienden la vida humana.

Me la suda que el PP sea abortista o mediopensionista. Creo que la última vez que les voté fue hace más de 30 años. Lo que me produce honda pena, y por lo que mi teclado llora, es el pasotismo de tantos españoles, cómodamente instalados en la vida, que han perdido la sensibilidad ante algo tan sagrado como la vida humana. También llora mi teclado por esas mujeres—más de un millón—que ya no serán felices, cuando la vida les deparaba otro destino, sin duda, más halagüeño que el que decidieron tomar, aunque en un momento de ofuscación se dejaron llevar por la mentira.

Curiosamente esto es lo que muchos hipócritas califican de “mal menor”. Y digo yo: El mal menor habrá que adoptarlo cuando no existe un bien; pero si existe un bien, habrá que optar por él, porque el llamado “mal menor” ya no es ni mayor ni menor, sino simplemente mal.

Gracias, Celia, por decir las cosas claras y abrir los ojos a no pocos de tu partido.

 

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