Como resulta que ya hace unos cuantos días han tenido lugar las Elecciones Europeas y todo el mundo ha opinado ya acerca de lo que ha pasado y dejado de pasar, si se me permite, voy a opinar yo también un poco.
A mi me parece que este es un país en el que estamos todos hasta los cojones de los políticos pero no sabemos para donde tirar. Yo creo que este es un país en descomposición, en putrefacción. La campaña electoral pasó desapercibida entre la población, con el único argumento de si Cañete es machista o no, que denota la talla intelectual de la Valenciano, que a la postre ha conseguido su objetivo, que no es otro que cobrar 22.500 euros al mes durante los próximos 5 años, pasearse un poco por Europa y entre medias tocarse las narices u otras cosas.
Por lo demás, después de las elecciones, todo sigue igual, salvo el sueldo de diputado europeo para los agraciados.
A mí sin embargo hay un pequeño detalle que me parece, no preocupante, pero sí inquietante. Me refiero a la irrupción de Podemos. Quienes como yo se hayan leído entero el programa de estos señores, se habrán dado cuenta de que son la versión hispana del comunismo leninismo soviético o la versión bananera bolivariana o castrista, pero comunismo puro y duro. En principio unos tipos así no deberían causar inquietud. Al fin y al cabo solo han sacado un millón doscientos mil votos de un total de treinta y dos millones. Efectivamente son una fuerza minoritaria, pero todo lo grande empieza siendo pequeño. También Lenin empezó así. El problema es que este país está hasta los güevos de la corrupción de los políticos, de todos. El país mismo está en descomposición, sin recursos morales para recuperarse. Una situación así es caldo de cultivo para los indignados, a quienes no falta razón en muchas de sus denuncias.
Lo que ha pasado aquí es que los indignados de la izquierda—Podemos—han capitalizado la indignación general del país y se presentan como los salvadores de toda la corrupción reinante, cuando ellos solo son el ala izquierda de la indignación, pero no toda.
¿Y dónde están los indignados de la derecha? Echen ustedes una mirada a los resultados. Podemos ha sacado el 7,90% de los votos. ¿Y cuántos han votado? El 45% del electorado. Es decir, que Podemos ha obtenido el 7,90% del 45%, o sea, el 3,55% del electorado. Sin embargo, “otros” indignados, entre los que me cuento, representamos el 54,5% del electorado. Me estoy refiriendo a quienes nos hemos abstenido, que hemos ganado por mayoría absoluta. Si a quienes no hemos ido a votar sumamos los que por escrúpulos democráticos han votado en blanco o nulo, resulta que el volumen total de indignados—de izquierda y de derecha—alcanza el 60% del electorado. Ese inmenso grupo lo formamos quienes estamos hasta los cojones del rey, de Rajoy, de Rubalcaba, de Montoro, de Botín, de Feijó, de Cospedal, de Arturo Más, de Susana y de todos los políticos mamandurrias que forman un interminable etcétera, incapaces de llevar a cabo la más mínima reforma en este país que suponga pérdida de algún puesto político en cualquiera de las Administraciones.
Ante tal legión de chupones, cuando surge un partido—Podemos—que se autolimita el sueldo de diputado europeo a 1.900 euros, que no viajan en business o que el precio de sus comidas oficiales se reduce a 10 euros, todo el mundo aplaude tales medidas por estar en las antípodas de los chorizos que vienen ocupando la escena política desde hace tantos años. Pero esas medidas de austeridad no lo son todo. La austeridad es muy atractiva, pero estos tipos no respetan la libertad ajena ni la propiedad privada ni la libre iniciativa. Son violentos y sectarios. Son demócratas de boquilla, hasta que tomen el poder. Como Fidel Castro, que desde hace muchos años vive como un marqués. Léanse el programa de estos chicos.
En cuanto a las medidas de austeridad, veremos a ver si el líder de Podemos, Pablo Iglesias, es capaz de mantenerlas en el tiempo y no hace lo que su homónimo fundador del PSOE, que cuando iba a dar un mitin en otra ciudad, tomaba el tren, en tercera, entre los aplausos de los conmilitones que acudían a despedirle a la estación; y cuando el tren echaba a andar, se pasaba a primera para volver a tercera cuando el tren estaba a punto de llegar a la estación de destino, en donde era igualmente aclamado por los soplapollas del partido de aquella ciudad. Mala espina me da esa austeridad de salón. Veamos qué pasa ahora con estos nuevos ricos de Podemos cuando les caiga la lluvia de millones de euros de asignación por haber obtenido 5 eurodiputados. El dinero se les pega al riñón a todos los que no tienen un motivo, me atrevería a decir, espiritual o de caridad. Pongo por ejemplo la reciente destitución de un diputado de la comunidad autónoma de Asturias, de Izquierda Unida, condenado a ocho años por irse tras el dinero público. Quien lo iba a decir, ellos, los de la izquierda, tan puros y castos en esto del dinero…
Sinceramente, creo que los indignados de izquierda han votado, no solo a Podemos, sino a otros cuatro o cinco partidos pequeños que han sacado representación parlamentaria. Los republicanos indignados de la derecha, anarcocapitalistas, no hemos ido a votar. Pero existimos porque pagamos nuestros impuestos. No se si seremos ese 60% del que he hablado más arriba o algo menos, pero ahí estamos. No somos los okupas de Barcelona que ya han producido destrozos por valor de un millón de euros; no compartimos sus métodos, pero estamos indignados como ellos. Somos 18 millones de indignados no votantes. No nos sentimos representados por ninguno de esos mangantes de la política que en 39 años han conseguido que este país sea una puta mierda en donde lo único presentable son los toreros, los moteros y los futboleros. Hasta el Papa sabe que el paro juvenil en Andalucía es del 60%.
Verdaderamente, veo el país muy mal, y solo se me ocurre una solución global: menos Estado, menos Administraciones, menos mangantes, o sea, menos políticos.
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