Siempre la opinión que molesta o que incomoda es la última en ser invitada o en ser tolerada, impidiéndose así de muy sutiles (corruptas) formas. Con frecuencia porque no sirve a los gustos de cómo se hacen las cosas, porque discrepa muy críticamente, porque enseña la más cruda verdad o porque pone las vergüenzas de muchos poderosos a la vista.
El caso es que se intenta silenciar, se intenta postergar o callar en casi todos los medios de comunicación o en casi todas las plataformas de expresión pública, se intenta desprestigiar suciamente o, en un último término, se le manda a la “p... calle”.
Es cierto que no es plato de buen comer, que los maravillosos halagos con ella se acaban, que la hipocresía imperante llega a un punto de parecer patética, que cierto intercambio de favores o el toma y daca en su vil proteccionismo se reprueban y se desmontan, que muchas promesas no cumplidas se recriminan y que aquéllos planes perfectos que se vendían irrenunciables no valen la pena ya pensar en ellos.
Además, en el fondo real o verdadero de la sociedad (siempre presa de intereses creados del poder) cualquier verdad es un impresentable estorbo para que no se pierdan muchas rentabilidades en juego, eso es, pues ¿quién les dice a unos y a otros que deben ir dejando de usar los motores diésel porque están objetivamente en contra de la salud pública?, por ejemplo.
La opinión molesta es el haber cuestionado al rey emérito hace diez años porque lo indicaban ya razonablemente unas actitudes no muy cristianas por parte de él. Pero, ése honrado que se hubiera atrevido, por seguro no tendría un premio y lo hubieran apedreado un día sí y otro también, a piedras con filos.
También, digamos, en las alineaciones o en esos países que están muy afectados del nacionalismo y del patriotismo, ¡cualquiera se atreve a decirles una verdad!, ¡cualquiera!, pues todo gira (en sus mecanismos sociales) en torno a que se diga solo “lo que quieren oír o escuchar”, ni una cosa más, ya que ellos se adaptan solo a las mentiras para que cada negocio o injusticia les funcione bien (o se lo creen todo con autoengaños), en una indignante servidumbre. En fin.
A propósito, una de las opiniones molestas que más rechazos y enfrentamientos tuvo fue precisamente la de Jesucristo, sí, que a todo el Imperio Romano lo dejó enrabiado, asimismo todas las normas las dejó cuestionadas y a los ricos los dejó muy maltrechos. No obstante, es obvio que todo hombre (o mujer) justo de verdad (de dar verdad) va a ir blanqueando, durante toda su vida, cualquier ropa (o enseñanza) que quedó sucia con las mentiras.
Bueno, en definitiva, cualquier aportación de ética que se haga a una sociedad (siempre encorsetada con sus servidumbres a las cómodas mentiras por defecto) va a tenerlo muy difícil y va a recibir muy pocas ayudas, añadiendo que ni ningún poder va a prestarse a darle siquiera voz o visibilidad.
Curioso que, hasta el bien más simple (y natural), el que llueva por ejemplo, siempre va a molestar a alguien, ¡siempre!, y va a ser infravalorado y repudiado como bien, ¡eso!, porque algunos no saben lo que quieren y no valoran lo que miserablemente ignoran.