De gran calado popular entre los ciudadanos, Alberto Ruiz Gallardón, ex-alcalde de Madrid y actual Ministro de Justicia, ha resultado ser un lobo al cuidado de las ovejas.
Numerosos ciudadanos no sospechosos de militar entre las filas del PP y cegados por su historial populista/progresista dentro del grupo conservador, nos alegrábamos de la noticia de que formaría parte del nuevo Ejecutivo. Llegamos a pensar que pondría algo de cordura al negro futuro de recortes y destrucción del Estado del Bienestar que pronosticábamos tras la mayoría absoluta de la derecha en las últimas elecciones generales.¡Cuánto nos hemos llegado a equivocar! Una tras otra, sus decisiones han resultado estar más a la derecha que la propia derecha, devolviendo a su apellido todo el esplendor de antaño.
Nada más llegar al cargo de ministro nos sorprende anunciando que modificaría algunas de las leyes cuya promulgación elevó a la sociedad española a la categoría de sociedad plural, igualitaria y garante de derechos para todos; como eran la Ley por la que se modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio (dicho sea de paso, esta ley ha sido alabada y copiada en todo el mundo por su apuesta por la igualdad de todos los ciudadanos ofreciendo unos derechos a la población homosexual largamente negados por los estamentos de poder), o la Ley de Salud Sexual e Interrupción Voluntaria del Embarazo.
Siendo uno de los primeros alcaldes del PP que realizó bodas civiles de parejas homosexuales, con un pasado de apoyo a la misma en el que incluso llego a afirmar que aunque la enmienda que su partido había presentado en el Constitucional prosperase no apoyaría esa reforma, una vez llegado al poder nos deja perplejos siendo él mismo el que propone esa reforma si el fallo del Constitucional es positivo.
Por si a estas alturas alguien duda aún sobre las tendencias ideológicas de Gallardón, hace muy poco nos vuelve a ilustrar con la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva con la que devuelve a las mujeres a los tiempos de la era franquista donde la mujer no tenía capacidad de decidir ni de actuar sin el consentimiento y autorización del padre y/o marido y, en última instancia, del Estado. Primero nos deleitó con la idea de que si una mujer sufre una violación y queda en cinta, el Estado no le permitirá interrumpir tal embarazo, desamparándola y obligándola a portar el fruto de ese estupro como vergüenza de lo sucedido. Esto mismo, un poco más al sur de España, les da derecho a los violadores a contraer matrimonio con la violada. Tan lejos, tan cerca.
Como culmen de su enajenación y en un acto de moralidad religiosa nos deslumbra con la revelación de que la antigua Ley de supuestos que regulaba el aborto ha debido de parecerle demasiado liberal, y comunica que la reforma de la ley no contemplará la posibilidad de interrumpir un embarazo en el caso que el feto sufra malformaciones o enfermedades de pronóstico fatal. Volviendo a desamparar a la mujer que ve como tendrá que dar a luz un hijo al que la sociedad y el propio gobierno niegan su integración al desproveerlo de cualquier recurso social y económico. Benditas reformas.
Mientras todo esto sucede en el Ministerio de Justicia, otros compañeros de gobierno del ministro, toman la decisión de dejar en libertad a asesinos/secuestradores etarras, con el único argumento de que hay que acatar la norma, que dicho sea de paso, no es respaldada ni por el forense ni por el fiscal del caso (se ve que están muy cerca las elecciones vascas). Como guinda del pastel y usando otra vara diferente de medir nos encontramos a Wert al que se ve que el principio que avala la Ley General de Educación sobre la no discriminación por razón de sexo, no le gusta, y amenaza con modificarla a la sazón de los más reaccionarios (siempre y cuando los jueces le nieguen “su” razón, claro).
Con este panorama vemos que aquí la norma se reforma como a cada cual le da la real gana, independientemente del respaldo que el ciudadano le haya dado durante sus años de vigencia. La crisis económica ha sido y parece ser que seguirá siendo, para este gobierno, la excusa perfecta para devolver los derechos del pueblo al medievo.
N. A:
“pluralismo”, 1. m. Sistema por el cual se acepta o reconoce la pluralidad de doctrinas o posiciones.
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“pluralismo”, si las leyes no me dan la razón se modifican y punto.
Diccionario del buen pepero
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