Ni es mi fuerte la política ni soy dado a escribir sobre ella, pero continuamente algunos amparándose en la Constitución atacan de una manera desmesurada nuestros símbolos religiosos, por tanto, atacan nuestra libre opción religiosa que todo ciudadano debe tener. Si bien es cierto que según nuestra Constitución ninguna confesión tendrá carácter estatal, también dice que los poderes públicos tendrán en cuenta las creencias religiosas de la sociedad española y mantendrán las consiguientes relaciones de cooperación con la iglesia católica y las demás confesiones.
En los últimos tiempos estamos viviendo cómo muchos de nuestros políticos mantienen más relaciones de cooperación con las demás confesiones que con la propia iglesia católica, la cual, hoy por hoy, es mayoritaria en nuestro país.
Nuestra Constitución nace de una democracia gracias a Juan Carlos I, democracia que según yo entiendo es el gobierno de las mayorías, pero sin dejar de lado los derechos de los individuos ni desatender a las minorías. En ella se plasma lo que se conoce como “indiferentismo ideológico”, en el sentido de que admite cualquier tipo de ideología, con solo el límite del orden público. El artículo 16 en su párrafo segundo, establece una garantía, el que nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias, lo que lleva, a su vez, a que este tipo de datos se encuentre entre los calificados de “sensibles” y, en consecuencia, vinculados al derecho de nuestra intimidad.
Nadie, ni por supuesto los políticos, están obligados a declarar sobre sus creencias, ni tiene porque ser religioso, pero ahora que tanto hablan de transparencia, deben de hacerlo no solo para evitar la corrupción, sino a la hora de pedirnos el voto, ahí también deben ser totalmente transparentes.
Una muestra de lo que quiero decir, la hemos tenido en algunas actuaciones de la alcaldesa de Córdoba, pues considero que no ha sido transparente cuando pedía el voto para ser elegida regidora del ayuntamiento de nuestra capital, ya que en ningún momento dijo a los cordobeses que pensaba quitar todos los símbolos religiosos de la casa de todos, de los creyentes también. Como todos sabéis el pasado 27 de Junio se celebró la Magna “Regina Mater” donde asistieron 120.000 personas, muchas de la mayoría de los pueblos de la provincia, tampoco consideró importante estar con ellos en ese histórico acto religioso, lleno de historia y tradición popular.
Ya en su sillón no recuerda que muchos cordobeses son creyentes y la quieren también a su lado y que tienen a San Rafael como custodio y patrón, por eso le dan su voto, para que esté con ellos y solucione sus problemas, y creo sinceramente que el quitar un crucifico de una vitrina o pretender desplazar un lienzo de San Rafael del lugar donde ha estado muchos más años de los que ella misma tiene, no es algo prioritario, ni una necesidad urgente en estos momentos que estamos viviendo y, como le han demostrado sus paisanos, tampoco algo con lo que se pueda juguetear tan libremente.
Igualmente la alcaldesa de Madrid prefiere ir a una cabalgata de una comunidad ecuatoriana, en vez de acudir como todos los alcaldes anteriores a la “popular patrona” la Virgen de la Paloma, que siendo libre para acudir donde quiera, como digo al principio, creo que la democracia es de mayorías sin dejar de lado a los minoritarios. Aun así considero que antes deben estar nuestras tradiciones y nuestra historia, afanada durante siglos por nuestros antecesores.
Podría y “podemos” poner otros muchos ejemplos de políticos que solo quieren cumplir de la Constitución aquello que les interesa, sobre todo si es religioso, hablan mucho de transparencia cuando en plena campaña lanzan todo lo que quieren hacer en nuestro beneficio, pero cuando están en la poltrona los ciudadanos les importamos un “bledo”, y si somos católicos aún más.
Probablemente muchos de los que lean esto no estarán de acuerdo conmigo y es lógico, cada uno tenemos nuestras ideas y nuestras creencias. Mi opinión, acertada o no, es que los políticos por honestidad a la hora de pedir el voto, viendo lo que estamos viendo, deberían dejar claro, no sus creencias porque son libres no manifestarlas, pero sí las actuaciones que pretenden poner en marcha en contra de las nuestras, ya que muchos católicos de saberlo antes, posiblemente Isabel Ambrosio hoy no sería alcaldesa de Córdoba.
Soy de los que considero que los que formamos la iglesia católica debemos contribuir al sostenimiento de la misma, teniendo la plena libertad de poner la X en la casilla de nuestra declaración de la renta para que nuestro dinero vaya a la iglesia y que, por supuesto, si el estado tiene ayudas para otras confesiones, la católica, que sigue siendo la mayoritaria en nuestro país, debe recibir igualmente esas ayudas, si las hay o las hubiere.
Igual opino de las cofradías, en contra de los que muchos piensan, están sufragadas por sus hermanos ya que hablando de la mía, de un presupuesto de 25.000 euros, el ayuntamiento colabora con escasos 600 para nosotros, que no lo veo ni bien ni mal, pero si colabora con otras asociaciones es lógico que colabore igualmente con nosotros aunque seamos católicos, ya que la constitución nos da los mismos derechos. A ello, como muchos dicen y es cierto, hay que sumar horas de funcionarios, horas de la Policía Local y demás colaboraciones para poner en marcha una Semana Santa declarada de Interés Turístico Nacional por el propio Consejo de Ministros, no por ninguna entidad religiosa. Esas horas también se necesitan para otras tantas actividades organizadas durante el año por distintas asociaciones y que el ayuntamiento debe, como es lógico, colaborar con ellas.
Estamos en un estado aconfesional, pero ello no quiere decir que nuestros políticos no colaboren o no estén al lado de sus ciudadanos en aquellos actos que tengan que colaborar y estar, sean religiosos o civiles. Los políticos votados por el pueblo se deben al pueblo, al cristiano también y yo como pueblo, quiero ver al político que voto a mi lado, solucionando mis problemas, velando por mi dignidad y libre desarrollo de mi persona, en ese desarrollo como persona entran mis creencias porque forman parte de mí. Si el político, vulnera ese elemental derecho, ni me respeta, ni me representa. La mejor democracia es la del respeto hacia los demás, piensen, crean u opinen como yo, no obligo a nadie a creer, pero cuando doy mi voto, me gusta que se respeten mis creencias y estén cuando tengan que estar si también están en otros actos organizados por otras asociaciones que no sean religiosas, porque así me desarrollo como persona, algo que recoge la Constitución que a todos nos ampara.
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