Pensé, iluso de mí, que la gestión del gobierno de Zapatero sería difícil de empeorar, pero me equivoqué. Aquel gobierno fue tan equívoco en sus componentes, y sobre todo en sus componentas, que unido a sus disparates sobre la crisis parecía que tal caos era imposible de superar, desde su inicial negación hasta su pésima gestión.
Veía con impotencia cómo los que en sus siglas llevan la palabra socialista aplicaban medidas que iban contra el tejido social medio. Pensé que si la izquierda era esa y esas eran sus soluciones mal pintaba la situación. Si la medida ahorrativa estrella era bajar a 110 la velocidad máxima en las autovías y así tomarnos un respiro anticrisis, no había que ser muy listo para barruntar que íbamos a ir de mal en peor. No tenían ideas, no tenían soluciones, no sabían qué hacer. Fueron incapaces de tocar a los intocables de este país. Y la gente lo percibió mayoritariamente, por eso perdieron las elecciones.
Y llegó la derecha, los populares, los salvadores de la patria. Yo que no los voté me dije que había que estar expectante y alerta, eran muchas las promesas que hicieron y muchos los retos por delante con una mayoría absoluta que los avalaba y los tranquilizaba. No podían hacerlo peor que los derrotados socialistas, no había que temer a la derecha, pero tampoco había que confiarse. Y en esa línea me movía antes de que pasaran a la acción, o más bien a la contracción.
Le tengo que dar las gracias al señor Rajoy, sí señor, me ha demostrado que mi relajación con la derecha española fuera también un error. Guiado por mi perspectiva de los dirigentes del PP egabrense olvidé que no todos son así, bajé la guardia viendo en ellos un talante muy alejado de la imagen añeja y eterna del nacionalcatolicismo que encarna la derecha más rancia de nuestra reciente historia. Porque el PP nacional es otra cosa, no digo yo que no se parezcan en nada porque sería absurdo, pero los de arriba son otra casta, están en otro nivel y no me cabe duda que entre ellos se mezcla la derecha dura, antisocial, neoliberal, despiadada y sin escrúpulos morales porque para eso tienen a la iglesia católica que bebe de su mano y los libera de pecar. Esa derecha hipócrita donde sus miembros se divorcian, abortan, se casan siendo homosexuales y contradicen así todos los postulados católicos que tanto abanderan. Menos mal que Rajoy y su equipo de gobierno me ha devuelto a la realidad, jamás sabré cómo agradecérselo.
Aunque la verdad es que, pensándolo bien, lo ideal hubiera sido que su actuación fuese impecable ante la crisis y que yo siguiera sumido en el limbo. Si Rajoy no hubiera machacado a los funcionarios hasta la agonía, si no hubiera mostrado su intención de privatizar los valiosos poderes públicos de la Sanidad y la Educación, si no hubiera pisoteado a las clases medias y medias-bajas con subidas de impuestos directos e indirectos desmesurados (recordemos el NO a subir el IVA), si no hubiera demostrado esa querencia por proteger a la banca contra la ciudadanía, si no hubiera querido beneficiar a los grandes defraudadores (ya van siete imputados en el caso Gürtel), si no hubiera mostrado esa sumisión a Merkel y a sus exigencias, si no hubiera dejado de lado a los dependientes, a los de los dramáticos desahucios, si no hubiera pactado con la iglesia católica seguir con sus injustos privilegios, y para colmo en secreto, si no hubiera mostrado esa opacidad ante la corrupción de su partido (a vueltas con el Gürtel, Bárcenas, etc., etc.) si no hubiera… yo seguiría medio alelado creyéndome que la derechona de Umbral había cambiado.
Ver al verdadero Gallardón, el impositor justiciero, que pasará a la historia como el que hizo en democracia la Justicia más injusta, ha sido todo un aldabonazo, y ver sus propuestas de indultos para algunos presos ha sido recalcitrante. Y ver a Montoro, el hacendado despistado, intentar salirse por la tangente con cada caso en el que su partido lo ha comprometido me ha parecido patético; el ahora despistadillo era el azote económico de ZP. De chiste. Y la ministra de sanidad Ana Mato, lady´s presents, también debe recibir sus honores. Bueno, la verdad es que lo que recibió fueron regalos y fiestas particulares de cuantías indecentes (que diría Richard Gere en Pretty woman) tampoco es para tanto, además para eso está divorciada de su ex que es el culpable de todo y el único. Perdón, separada, que la señora no se divorcia porque va contra la Santa Madre Iglesia protectora de la familia (la que ellos consideran, las demás no son nada); y digo yo, ¿no es lo mismo, prácticamente? ¿No le dijeron eso de que “lo que Dios una que no lo separe el hombre”? Ojo, le dijeron separar…
Las medidas de recortes que Rajoy ha tomado no son duras, me refiero para él, son duras para los ciudadanos que soportan la falta de iniciativas de esta derecha del siglo XXI. Para él han sido las medidas más fáciles, ir contra el débil es sencillo y cómodo, digan lo que digan y le den las vueltas que le den. Lo peor es que ninguno de los dos partidos superpoderosos, que encarnan las ideologías esterotipadas de derecha e izquierda, ha sabido hacer frente a esta avalancha de desesperanza y desasosiego que corre de norte a sur, este y oeste por esta España humillada. Ninguno supo idear intervenciones creativas que no hicieran tambalear a los desfavorecidos, ninguno quiso hincar el diente a los más pudientes y poner en su sitio al sistema financiero, quizás porque son presas del mismo. Ninguno ha estado dispuesto a poner al político en peldaños más abajo. Yo no sé si hay alternativas anticrisis distintas a las padecidas, quiero creer que sí, pero no me gustan en absoluto las que hay y se supone que los políticos están ahí para buscarlas hasta debajo de las piedras. Unos y otros han ido al tijeretazo fácil, y como me decía mi padre en tono jocoso cuando me veía holgazaneando en el sofá, así cualquiera.
Joaquín Caballero Ortega
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